'Papaya Salad', memorias de paciencia e inspiración
Elisa Macellari debuta con las andanzas de su abuelo, un diplomático tailandés en la convulsa Europa del siglo XX
6 noviembre, 2019 10:56Desde la comodidad del sillón de lectura se intuye algo con claridad: la cristalización del esfuerzo creativo en una obra rotunda debe requerir de varios intentos, de una evolución del autor que lleve al esperado trabajo sin aristas, iluminado, que resista el paso del tiempo con brillantez. En un ataque de honestidad debo decir que los hechos contradicen esta conjetura.
Papaya Salad, un cómic colorido y trepidante por momentos, se vierte desde una singular coctelera: la combinación del talento gráfico de una ilustradora ítalo-tailandesa y su exótico pasado familiar. La historia de su tío abuelo Sompong, un intrépido tailandés que viajó a Europa como joven diplomático, sin saberlo, en la antesala de la Segunda Guerra Mundial nos seduce desde la primera escena. En su primera novela gráfica Elisa Macellari confirma la invalidez ya prevista del anterior principio universal.
La trama recuerda a una road movie plagada de momentos reconocibles del pasado siglo XX. Sompong se revela como un hombre calmo y decidido, capaz de buscar su sitio en un mundo en conflicto, enredado en situaciones que le empujan hacia delante, haciendo de la paciencia y la sensibilidad su herramienta de supervivencia.
Las vivencias del protagonista, narradas desde la memoria de niña de la autora, se describen con una exquisita distancia mostrando respeto por los recuerdos y dando importancia al hecho familiar, al acto de escuchar a nuestros mayores disfrutando de una comida compartida. Quizá este sea el nexo de unión entre Tailandia e Italia, el de asimilar con respeto los aprendizajes de la veteranía degustando manjares elaborados al momento. Entonces, con sus cálidas reflexiones, Sompong destapa su carácter arropado por las luces y texturas que Elisa Macellari disemina con cariño y precisión por cada una de las páginas.
Una excelente edición en cartoné con las cubiertas en verde y el canto en rojo anaranjado imitando a una papaya amplifican aún más el gusto que supone esta lectura impregnada de sensibilidad y fascinación por las andanzas de los más longevos. Siempre tienen cosas que contar y nosotros que aprender. Una obra sencillamente evocadora.