Premio Círculo de Lectores por su anterior novela, El Diablo en Florencia, Óscar Soto (Villamediana de Iregua, 1973) viaja a La Rioja de 1853 para recrear en La sangre de la tierra (La esfera de los libros) el nacimiento del negocio de la industria del vino a partir de la historia de amor de Víctor Arriola y Mariola. Ambos de familias enfrentadas, dos bodegas, que persiguen un mismo sueño, elaborar el mejor producto.
“Del campo aprendes que la tierra no te da nada si no hay sacrificio y sudor”, comparte el autor riojano. Inspirado por Germinal de Zola, cuenta Soto que la idea surgió antes de que él empezara a escribir, cuando debía tener 20 años, y de su deseo de compartir esta historia no tan conocida en el resto del país. Apasionado de la música desde adolescente, el escritor cambió la guitarra por el teclado. "Al final es de lo que se trata, de tener esa necesidad de contar historias. Tanto la literatura como la música son un vehículo", afirma.
Pregunta. En La sangre de la tierra retrata La Rioja de 1853, ¿cómo es esa tierra que se va a encontrar el lector?
Respuesta. Pues como tal ni si quiera existía, aunque había habido un intento de ser provincia por su propia cuenta durante la invasión francesa que duró unos años. Es, además, una tierra muy pobre, muy dedicada a la agricultura y la ganadería que ve cómo poco a poco va surgiendo la industria del vino. En cuanto al paisaje sería muy similar al de ahora, pero sí que es cierto que todavía no había ese mar inmenso de vides que podemos ver ahora porque aunque el cultivo principal seguía siendo la vid no era el mayoritario.
P. ¿En qué ha evolucionado desde entonces la zona?
R. Primero tenemos un estatuto de autonomía. Somos una autonomía como tal. Pequeñita, pero a nivel de población, por ejemplo, el salto que ha dado es vertiginoso. En cuanto a la riqueza económica, la industria del vino es la gran responsable de que eso sea así. Si se juntaran un viajero del siglo XIX y un viajero actual se llevarían una sorpresa enorme.
P. En su novela traza la historia de dos familias enfrentadas para elaborar el mejor vino, ¿hay mucha rivalidad en el negocio? ¿Es un mundo competitivo?
R. Es un mundo muy competitivo pero es cierto que a pesar de serlo hay una gran hermandad. La semana pasada estuvimos en una bodega en Haro. Al final ellos me decían que su competencia era el mal vino. Que cuando se hacía buen vino era bienvenido siempre y esa competencia era sana porque ayudaba a girar un poco hacia esa dirección.
P. ¿Es difícil mantenerse?
R. Lo que está sucediendo es que los pequeños agricultores están cada vez desapareciendo y al final son grandes bodegas las que están un poco asumiendo el papel principal en el campo, en el mundo vinícola. Los pequeños están desapareciendo o se están uniendo para formar bodegas, pero el agricultor medio-pequeño tiende a desaparecer.
P. ¿Y cómo fue el proceso de documentación? ¿Se basó en algún hecho o historia real?
R. No como tal. He consultado muchísima bibliografía pero referentes, novelas que hayan tocado el tema, la verdad es que las he obviado bastante. Porque lo que me apetecía era contar una historia muy de aquí, muy riojana. Y aunque al final el vino se elabore igual en todo el mundo es cierto que las circunstancias de la Rioja en el siglo XIX eran muy diferentes a, por ejemplo, Burdeos. Aquí se parte prácticamente de cero. Había habido intentos previos de elaborar un vino refinado como había sucedido en Álava en el siglo XVIII y como sucede con Murrieta o gente similar, pero es verdad que en la industria vinícola el periodo que yo narro no es que estuviera en pañales es que prácticamente no existía. No había grandes bodegas todavía. Eran pequeños vinicultores y bodegas medianas que trabajaban en la zona.
P. ¿Cómo afectó la plaga de filoxera del siglo XIX?
R. La novela tiene tres arcos argumentales, dividida en tres partes, en tres décadas diferentes y precisamente la última es la que toca la filoxera que fue ese momento en el que realmente el vino de Rioja dio el estirón, por decirlo de algún modo, y empezó a ser reconocido a nivel internacional. Ocurre porque Francia necesitaba ese vino y al final lo que hace es traer directamente técnicos que elaboren ese vino aquí. Con lo cual esas técnicas que llevaban siglos trabajándose en Burdeos llegan a La Rioja y empiezan a instaurarse. Pero en la primera parte se habla también de otra plaga que fue la anterior y bastante más leve, por decirlo de algún modo, pero sí que tuvo importancia. Era un hongo que se llamaba Oídio, que sigue existiendo y que también arrasó los viñedos de media Europa. Digamos que ese es el punto de arranque pero no me he basado en nada concreto excepto en la última parte.
P. Comparte la preocupación por el cambio climático y por sus efectos negativos particularmente en el campo, ¿en su opinión a qué se debe que algunos todavía lo cuestionen?
R. Quizás ha habido un problema de comunicación para explicar lo qué es el cambio climático y nos hemos remontado a lo que pasará dentro de 30, de 20 o de 100 años pero en realidad sus efectos se están notando ya. Si alguien es capaz de darse cuenta de eso y cae en la cuenta de que ahora mismo el cambio climático ya es una realidad, yo tengo fe en que la gente realmente reaccione, otra cosa ya es que tengamos tiempo para ello. Si hablamos de sus efectos, lo más sencillo de ver es los veranos y los otoños que estamos teniendo, es algo que no se puede negar. A nivel un poco más de rascar la superficie las crisis migratorias, los desplazamientos, son debidas en gran parte al cambio climático. Algunos bodegueros me decían el otro día que sus principales problemas ahora, lo que les quitaba el sueño, eran, por un lado, el Brexit y por el otro el cambio climático, con lo cual creo que está muy claro.
P. ¿Temen que peligren las exportaciones al Reino Unido?
R. Claro, porque el mercado británico en Rioja es muy potente, es muy poderoso. No es lo mismo salir de un modo ordenado de Europa, con ciertas leyes que garanticen esa venta, a hacerlo de un modo desordenado como algunos políticos pretenden hacer.
P. Antes de La sangre de la tierra, fue Premio Círculo de Lectores de Novela por El Diablo en Florencia, ¿cómo vivió la noticia del cierre de la editorial?
R. Me da una pena enorme. Yo aparte de ser cliente de toda la vida de Círculo de Lectores y de conocer a los diferentes agentes que han pasado por mi casa, conocía a la gente que trabajaba allí en la editorial en el edificio Planeta y era una gente que trabajaba a tope por los libros y que era algo que les gustaba muchísimo. Así que me dio una pena enorme. Por desgracia sí me lo esperaba. El negocio literario ha cambiado mucho y es verdad que en los últimos números de la revista ya cada vez incluían más digital, con lo cual no era buena señal.