El cine francés trata con cierta frecuencia el universo de las banlieues, esos barrios multirraciales y degradados que se hallan a las afueras de las grandes ciudades donde se acumulan los problemas de delincuencia y violencia. La banlieue se ha convertido de esta manera en territorio primordial de la cinematografía francesa en películas que van de los cantos a la esperanza (la reciente La clase de piano de Ludovic Bernard) al thriller policial (la también reciente Enemigos íntimos de David Oelhoffen) al thriller como en la ganadora de la Palma de Oro en 2015 Dheepan, de Jacques Audiard. En su primera película de ficción, el realizador Ladj Ly (Mali, 1978) nos presenta un drama social que arranca con un tono de agrio costumbrismo para derivar hacia el thriller policial y acabar convirtiéndose en una parábola social como las que gustaba de hacer Spike Lee en los tiempos de Haz lo que debas (1989).
Ladj Ly toma prestado su título de la famosa obra de Victor Hugo aunque quizá conviene avisar de que el director no adapta ni moderniza el célebre argumento de la novela. Un argumento además pervertido por la industria de Estados Unidos, que a través del musical de Broadway la versión de Hollywood con Hugh Jackman ha explotado la vena más romántica de la historia. Si Hugo nos contaba la forma en que los desarrapados de la sociedad parisina acaban rebelándose contra su destino de parias en la piel de Jean Valjean, ese hombre acosado por un policía maniático, el director nos viene a decir que los miserables de hoy no viven en el centro de París sino que sobreviven como pueden olvidados por el Estado y fuera de un sistema económico que solo los necesita para explotarlos en un estado de enfrentamiento continuo con la policía. El escenario, en este caso, es Montfermeil, un suburbio de la capital que se hizo famoso en todo el mundo cuando unos disturbios incendiaron Francia en 2005.
“Es fácil convivir con los demás cuando tienes dinero, cuando no lo tienes es mucho más complejo, necesitas compromisos, apaños, triquiñuelas… es una cuestión de supervivencia. Para los polis también, viven en modo de supervivencia, las cosas no son fáciles para ellos”, dice Ly sobfre una película que supera la dinámica de villanos y víctimas para convertir a los propios policías en víctimas de una situación explosiva que el Estado francés trata de controlar mediante la mano dura en un lugar en el que la ley solo aparece para amenazar, asustar y humillar cuando no utiliza la violencia indiscriminada. Con su crudo retrato de los abusos policiales, la película se ha convertido en un fenómeno social en Francia después de su éxito en el Festival de Cannes, donde ganó el Gran Premio del Jurado.
Los protagonistas son tres policías de distintos orígenes étnicos, Ruiz (Damien Bonnard), de origen español, un agente con buenas intenciones que acaba de ser trasladado al barrio y está escandalizado con las prácticas policiales. Los veteranos son Chris (Alexis Manentim que clava el personaje con su gestualidad), rubio, y Gwada (Dijibril Zonga), de origen africano, dos tipos curtidos que se pasan la vida haciendo sarcasmos creyendo que con sus aires de tipos duros controlan la situación. No la controlan, por supuesto, y como dice el propio director, el filme nos presenta un ambiente malsano de pobreza, degradación y drogas en el que ni siquiera está del todo claro cuál es el cometido de la policía. Gracias a unas interpretaciones realistas y veraces, unos diálogos ágiles que suenan reales y una mirada cargada de compasión Ly convierte a estos “miserables” en un triunfo cinematográfico.