Wolfgang Tillmans, pulpa de fruta, rodilla herida
La galería Juana de Aizpuru reúne una cuidada selección de imágenes combinadas que vuelven a poner en danza a nuestro cuerpo, que tiene que acercarse y alejarse
26 noviembre, 2019 18:20Volver a entrar en una exposición de Wolfgang Tillmans (Remscheid, 1968) es algo que no ha sido tan fácil en España. Exceptuando la individual que el Museo Nacional Reina Sofía le dedicó en 1998 y la participación en variopintas colectivas sobre fotografía, moda o juventud, su obra no habría sido mostrada de no ser por la galería Juana de Aizpuru, que organiza su cuarta muestra desde 2005. Y, sin embargo, cada nueva oportunidad de ver su obra no deja indiferente.
Quizá los cambios son mínimos. Continúa su cuidada selección de imágenes combinadas. Son detalles de la naturaleza más común –una flor, una brizna de hierba, la arena, la espuma– mezclados con paisajes contemporáneos –la piscina de una casa o un concierto–. Junto a ellos los retratos y fotografías que revelan la intimidad de su círculo más próximo –una visión que le posicionó en sus inicios como el fotógrafo de la cultura clube berlinesa– yuxtapuestos a texturas y tonos que el artista encuentra en la cabeza de una oveja, los agujeros de la lana de un jersey o una manzana cortada. Me interesan especialmente estas últimas que rayan la abstracción, donde el objeto se revela crudo y deja patente su propia materialidad y la del propio papel. Hace unos años, Tillmans incluía directamente campos de color, e incluso doblaba o arrugaba la impresión fotográfica. En esta ocasión sólo Greifbar 21 continúa con esta línea de investigación, un monocromo verde que recoge los juegos de luz, polvo y químicos que hacen posible la impresión fotográfica. Casi cuatro metros de imagen que también se reproduce en la camiseta de la retratada en la pared de al lado. De esta forma, la bidimensionalidad y construcción de la imagen se pone de relieve más sutilmente pero también más atada a la realidad.
La corporalidad se ha ido puliendo en las imágenes de Tillmans para conectar con una actitud de compromiso
El juego de disposiciones en diferentes alturas y tamaños, en diversas calidades de impresión, así como su colocación que acentúa las diagonales y recodos de la arquitectura de la sala, vuelve a poner en danza a nuestro cuerpo, que tiene que acercarse y alejarse, recorrer con la mirada los detalles por una gran pared o perderse dentro de los granos de arena, reales, de una impresión. Si en un libro de fotografía el ritmo es marcado por el tiempo del paso de las páginas creando una narrativa de recortes pero lineal, ahora se presenta todo de una forma simultánea recordándonos la negociación continua de nuestros cuerpos en la percepción.
Es la carne de la pulpa de la fruta, de la rodilla herida, del rostro joven semi-escondido, pero también el del gramaje de la celulosa del papel en que se imprimen. Esta corporalidad, como apuntaba antes, se ha ido puliendo dejando la reflexión formal más claramente conectada con una actitud de compromiso vital. Desde 2016, Tillmans ha realizado, sin mediar encargo, tres campañas donde sus imágenes han dejado las salas, los libros y las revistas, para volver a la calle. A modo de póster que se pueden descargar libremente, sus bodegones, rostros y paisajes han servido de fondo para mensajes que reivindican su preocupación por la realidad política de Europa –activamente en la campaña contra el Brexit, en las elecciones alemanas contra la ultraderecha y la última convocatoria europea–. Al preguntarle por la significación de sus imágenes en estos dos contextos tan diferentes, el artista cuenta que en cualquier caso ambos son campos para la comunicación. Si en un momento dado su interés se centraba en la percepción en sí misma, su propia biografía le hace reclamar la libertad en la producción de imágenes y lenguajes desde el campo artístico como un modo de toma de conciencia muy poderosa en cuanto a la elección de formas de convivir. Sin cuestionar la realidad de esa “libertad” en el sistema del arte, en su obra la postura de nuestro cuerpo se revela más que nunca como un campo político.