Decía Marx que un espectro recorre Europa para referirse al comunismo pero los verdaderos espectros que recorren el continente son los de los millones de judíos que fueron asesinados durante los innumerables pogroms del Este de Europa, los miles que fueron ejecutados por la Inquisición española a sumar las decena de miles que fueron expulsados del país en el que vivían desde hace siglos, sin olvidar el ominoso Holocausto que exterminó a más de seis millones. Roman Polanski (Paris, 1933), hijo de refugiados judíos polacos, ya ganó un Oscar en 2002 con El pianista, memorable película en la que reflejaba el horror infinito de la ocupación nazi en Varsovia a través de las memorias del músico Wladyslaw Szpilman. Ahora, con El oficial y el espía, retrocede algunas décadas para situar su película a finales del siglo XIX y narrarnos el famoso “caso Dreyfuss”, por el que un oficial del ejército francés fue injustamente acusado y condenado por pasar información confidencial a los alemanes.
Dice Polanski que es una “barbaridad” pretender que a través del caso Dreyfuss -la historia de un hombre recto brutalmente condenado a un calvario-, este tratando de defenderse a sí mismo por las acusaciones de haber violado a una menor en Los Ángeles a finales de los años 70. En este caso se le hace un flaco favor al pobre Dreyfuss el comparar su inexistente crimen con el delito que Polanski indiscutiblemente sí cometió y del que escapó huyendo de Estados Unidos. No se trata aquí de juzgar al hombre sino la obra de un artista y El oficial y el espía, narrada con un tono casi teatral y sobrio, es sin duda una gran película de un director tan polémico como sublime que ha escrito la historia del cine con inmensos filmes como Repulsión (1965), La semilla del diablo (1968) o Chinatown (1974), sin olvidar la citada El pianista. Un cineasta que ha marcado estos últimos meses no solo en calidad de director de este filme por el que ganó en septiembre el León de Plata al mejor director en el Festival de Venecia, sino también por la peculiar versión del asesinato de su esposa, Sharon Tate, que ha dirigido Tarantino en su exitosa Érase una vez… en Hollywood.
El oficial y el espía no está contada desde el punto de vista del propio Dreyfuss (casi un personaje secundario al que interpreta Louis Garrel) sino por el coronel Georges Piquart (Jean Dujardin, el inolvidable protagonista de la oscarizada The Artist), un reconocido antisemita que sin embargo es capaz de poner la verdad por encima de sus prejuicios y pagar él mismo un alto precio por defender al oficial desacreditado. Lo que vemos en el filme es la investigación de Piquart, jefe de la inteligencia militar, que pronto comienza a olerse que el capitán ha sido condenado basándose en prejuicios porque las filtraciones al enemigo siguen sucediendo a pesar de que Dreyfuss está encarcelado (con grilletes) en la Isla del Diablo (elocuente nombre), en la Guayana Francesa.
En tiempos de condenas exprés a través de las redes sociales y en el que parece que nos hemos convertido todos en jueces severos a través de nuestras valoraciones, vertidas incluso en los grandes almacenes al hacer la compra, El oficial y el espía nos habla del maligno poder de la turba para el linchamiento y su maléfica capacidad de destruir la vida de las personas honradas en base a noticias falsas que en realidad solo vienen a confirmar los peores prejuicios que somos capaces de albergar. Es posible que toda sociedad y grupo humano necesite un enemigo que sirva como chivo expiatorio de sus frustraciones y sus limitaciones y ahí está la masacre de judíos de 1391 sucedida en ciudades españolas como insólita y cruel respuesta a una peste que asolaba el país de la que los hebreos no tenían la menor culpa.
Polanski busca un tono austero para que la tragedia de Dreyfuss se convierte más en una tragedia colectiva que en una personal al contarnos con pulso maestro la descomposición de una sociedad francesa que prefiere culpar a los judíos de sus propios errores en vez de purgar a una élite corrupta capaz de aprovecharse de una sociedad demasiado atontada por el “fervor patriótico” y los rumores maliciosos como para mantener la firmeza. Nadie duda que la tragedia de Dreyfuss, de ahí su radical importancia histórica, fue el más claro precedente de la inmensa tragedia que cincuenta años después destruiría el continente y acabaría con su liderazgo global.
En tiempos de regreso a la tribu en los que algunos esgrimen la bandera del anticosmopolitismo como forma de dar marcha atrás a la historia y volver a una especie de pasado idílico que nunca existió, El oficial y el espía pone el dedo en la llaga para contarnos, también, una historia de héroes como ese coronel Piquart o el propio Zola, que con su “Yo acuso”, manifiesto en el que defendió al capitán de la injuria, dio forma al intelectual moderno pagando por el camino un alto precio en desprestigio y meses de cárcel que solo el tiempo ha puesto en su lugar. Claro que la historia, como es sabido, no siempre avanza en línea recta como nos alerta Polanski en este brillante y necesario filme.