'Richard Jewell': Eastwood contra la turba
Gracias a su capacidad para crear personajes de carne y hueso, el director logra que la película sea un conmovedor canto contra los prejuicios y la voracidad de una sociedad tan opulenta como caníbal
31 diciembre, 2019 11:56No deja de ser curioso que el mismo día que Roman Polanski estrena en los cines El oficial y el espía, Clint Eastwood (San Francisco, 1930) regrese a las pantallas en su hiperactiva vejez con un filme en el que nos cuenta una historia con una moraleja muy parecida a la del francés de origen polaco. Richard Jewell, como el Dreyfuss de Polanski, es un hombre injustamente acusado que tiene que pasar por un verdadero calvario para demostrar su inocencia. Basándose en una historia real, Jewell era un treintañero de escasas luces con un alto sentido patriótico y del orden. Policía vocacional, el protagonista (interpretado por Paul Walter Hauser) era un hombre obeso que seguía viviendo con su madre y tenía con frecuencia problemas en el trabajo por su exceso de celo. Con su aspecto de pardillo y su histriónico patriotismo, Jewell fue primero el héroe perfecto porque nada gustan más que los ídolos improbables y después el culpable perfecto porque, al fin y al cabo, era tonto y feo.
La vida de Jewell cambia cuando es contratado para vigilar el recinto donde se celebran conciertos diarios durante los Juegos Olímpicos de 1996 celebrados en Atlanta. Allí, haciendo gala de su habitual rigor, se fija en una mochila que resulta estar cargada de explosivos. Gracias a él, el parque pudo ser parcialmente desalojado y se evitó una masacre. Lo que cuenta el filme es el clásico proceso de ascensión y caída porque primero se convierte en una insospechada estrella mediática gracias a su gesta para poco después caer a los infiernos cuando el FBI comienza a sospechar de él y, peor aún, uno de sus agentes lo filtra a los medios de comunicación, que literalmente lo masacran.
La idea del héroe está muy presente en toda la filmografía de Eastwood y muy especialmente en sus últimas películas. En Sully (2016), nos contaba una historia parecida a la de esta Richard Jewell, al reflejar el calvario de un piloto de avión que después de realizar una proeza en el río Hudson de Nueva York y salvar la vida de los pasajeros fue injustamente perseguido y difamado por la compañía área. En 15:17 Tren a París, los protagonistas eran los marines de vacaciones en Europa que en 2015 evitaron una matanza perpetrada por yihadistas en ese “tren a París”. La realidad vuelve a servir de inspiración en esta Richard Jewell en la que Eastwood ha sido criticado por permitirse algunas licencias como suponer que la reportera que filtró las sospechas sobre el guardia de seguridad se acostó con un agente del FBI para conseguir la información, lo cual sin duda es discutible, entre otras cosas porque la periodista ya no está viva y no puede defenderse.
Con un tono en el que a duras penas Eastwood trata de disimular su enfado, al director sobre todo le interesa escribir las dinámicas de entronización y demonización propias de las sociedades modernas. La villana puede parecer esa periodista (interpretada de manera brillante por Olivia Wilde) tan cínica como dispuesta a todo por conseguir una primicia pero al final resulta no ser tan mala como un sistema informativo que funciona como una apisonadora que todo lo destruye sin advertir en ningún momento las consecuencias. En el filme, vemos un mundo desquiciado e histérico que funciona como un niño impaciente y ansioso que hoy ama y mañana odia, siempre a la espera de noticias escandalosas con la que saciar su insaciable apetito.
Bien dirigida y contada, lo mejor de Richard Jewell son las interpretaciones. Olivia Wilde es lo mejor de la función como esa reportera sin escrúpulos de carácter nervioso, tan atrevida como insegura pero también brilla el propio Walter Hauser en la piel de ese Jewell tan obstinado como frágil que Eastwood convierte en una figura trágica de gran dimensión. Y ahí está Kathy Bates dando vida a una madre coraje abatida por las circunstancias, Jon Hamm en la piel de un obtuso policía o Sam Rockwell como aguerrido abogado en pantalones cortos. Es gracias a esa capacidad para crear personajes de carne y hueso que Eastwood logra que la película sea un conmovedor canto contra los prejuicios y la voracidad de una sociedad tan opulenta como caníbal.