El artificio natural de las plantas
En 'Herbarios imaginados' asistimos a un reñido pulso entre la naturaleza y el artificio a propósito del universo botánico
28 enero, 2020 09:22Herbarios imaginados. Centro de Arte Complutense. Avda. Juan de Herrera, 2. Madrid. Comisarios: Luis Castelo y Toya Legido. Hasta el 31 de marzo
La botánica ha sido y es oficio de floristas, apotecarios, jardineros, tratadistas del medio ambiente, herboristas, horticultores, médicos y biólogos. Su objeto de estudio ocupa además a pintores, fotógrafos, tejedores de alfombras, diseñadores y hasta a artistas conceptuales. La cultura en pleno, de las ciencias a las artes, pasando por el campesinado, se emplea a fondo con las plantas. Por un lado, depositamos nuestra confianza en los remedios medicinales que nos brindan; y, en el otro extremo, convertimos las plantas en portadoras de contenidos de la conciencia cuando nos comunicamos con los vivos y con los muertos por medio de flores. Y quien eso apunta podría alargar indefinidamente la lista de cualidades que hacen del mundo vegetal objeto de cultivo, quiero decir de cultura. “Cultivamos plantas y las plantas nos cultivan”, oí decir a Juan Pimentel, historiador de la ciencia.
La exposición despliega maravillosos ejemplos de registros botánicos y nos pone a prueba a la hora de discernir si hay voluntad artística o científica en ellos
Pues de la cultura del vasto reino vegetal va o versa la exposición que, a cargo de los profesores Toya Legido y Luis Castelo, acogen las salas del Centro de Arte Complutense en la Ciudad Universitaria de Madrid. Hasta allí nos conduce un título que nos sitúa menos en la naturaleza de las plantas que en la especulación vegetal: Herbarios imaginados. Y, en efecto, el visitante llega no a un jardín, sino a una muestra, para asistir a un reñido pulso entre la naturaleza y el artificio a propósito del universo botánico. Hubo “diablerías” botánicas pintadas por El Bosco, que aquí no están, desde luego, pero sí se hospedan otras muchas posteriores, desde las ilustradas por el libro Monstrorum historia del boloñés Ulisse Aldrovandi hasta las invenciones vegetales que fotografió Joan Fontcuberta en Herbarium. Artificio vegetal hay asimismo en los maravillosos collages botánicos de Lotta Olsson y en los trabajos de la artista Linarejos Moreno que rivalizan, como el Herbarium de Fontcuberta, con los históricos de Karl Blossfeld. Vivimos esa ceremonia de iniciación a las diablerías vegetales en una muestra donde las plantas también visitan nuestra mirada de la mano de la ciencia, en estampas de costosos libros de historia natural, en pliegos de herbario, en cianotipias, en diapositivas de vidrio, en la decoración de botamen de farmacia, en las láminas de papel entelado y en los monotes de papel maché utilizados por los enseñantes de botánica en las aulas y en tantos especímenes deshidratados que documentan la naturaleza viva. Tan objeto de estudio son las plantas, como magnífica excusa para la inventiva. Su conocimiento lleva implícito el acercamiento a su modelo de formación, como adivinó Goethe cuando postuló la existencia de una protoplanta, el patrón a partir del cual pueden pensarse especies botánicas que, aunque no existan, “podrían existir”.
Anna Atkins, pionera de la fotografía, tomó las plantas por su primer modelo para conseguir imágenes sobre una emulsión fotosensible. ¿Y cuántas fotografías siguieron a las suyas? La exposición despliega maravillosos ejemplos de registros botánicos y nos pone a prueba a la hora de discernir si hay voluntad artística o voluntad científica en ellos. Vemos, por ejemplo, los autocromos del botánico Blas Lázaro Ibiza y no sabemos de qué lado colocarlos. Miramos los cuidados dibujos de Marta Chirino, artista de la botánica, y tampoco. Ilustradoras e ilustradores científicos (Maria Sibylla Merian, Basilius Besler) hermanan con las plantas nuestra imaginación, a la vez que los creadores (Javier Vallhonrat, Mandy Barker) observan la vida vegetal y conducen nuestra mirada hacia su mejor conocimiento.