Amores extraños es una propuesta singular. De hecho, para un público saturado con lo de siempre, se convierte en una referencia más sobre las posibilidades del cómic como forma artística. Siendo más precisos, es un ejemplo del objeto denominado “libro” como vehículo para proponer, entretener y remover combinando lo visual y lo textual, que no le dejará indiferente: o gusta o aburre. La colaboración de dos artistas únicos —Audrey Niffenegger y Eddie Campbell—, de ámbitos distintos (escritura e ilustración), reta al lector con trece relatos intrigantes. El hilo conductor nace de algo tan humano como el vínculo de la atracción, visitado desde los puntos de vista más singulares: gatos, hadas, amigos, lugares, sueños.
Aunque las tramas rebusquen a través de emociones de lo más variopinto y puedan generar sentimientos encontrados, los tratamientos narrativos y visuales consiguen interesar hasta llegar al desenlace final. Visto con cierta distancia, los guiones de Audrey Niffenegger destilan un regusto a cuento clásico pasado por la trituradora y vuelto a escribir con ritmo y tonos actuales. La brevedad de cada uno de estos lances destaca como un atractivo más de Amores extraños que nos hace pensar en un entremés (no el gastronómico sino en el literario), esas piezas burlescas o cómicas, escritas en verso o en prosa, para entretenimiento del respetable. Creo que es la mejor manera de aproximarse a esta propuesta tan original: no dejarse llevar por la fidelidad de lo descrito sino rebuscar y reflexionar para encontrar el punto canalla, que lo tiene. Y es que reírse de uno mismo puede ser muy saludable. Buen apetito.