Hernan-Diaz

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El Cultural

Hernán Díaz: "La literatura tiene su propio vínculo con la verdad"

Finalista del Pulitzer, el escritor publica 'A lo lejos', un antiwéstern que sobre el desarraigo radical del extranjero

4 febrero, 2020 09:35

Cuando tenía dos años, la familia de Hernán Díaz (Buenos Aires, 1973) emigró a Suecia huyendo de la dictadura argentina y aunque unos siete años después regresó a la capital porteña, nunca terminó de sentirse enraizado en una patria que abandonó una vez licenciado para viajar, primero a Londres, y después a Nueva York, donde reside desde hace dos décadas. Este pedigrí de vagabundo, de extranjero en cualquier parte, late en las páginas de su impactante debut novelístico, A lo lejos (Impedimenta), que narra, en un lenguaje radiante y visceral, la historia de Håkan, un joven campesino sueco analfabeto que a principios del siglo XIX se embarca junto a su hermano rumbo a Nueva York. En el puerto de Portsmouth se sube al barco equivocado y termina en San Francisco, así que sin tener idea de la extensión o la naturaleza del nuevo continente, decide cruzarlo a pie para ir en busca de su hermano en un viaje a contrapelo de la historia en plena conquista del oeste.

Cuenta el escritor que la idea de la novela surgió tras leer, en rápida sucesión y de pura casualidad, una serie de libros que transcurren en el desierto, obras de Mijaíl Lermontov, Dino Buzzati, Eduardo Gutiérrez, T. E. Lawrence… “Supuestamente, el desierto es la nada, pero todas estas nadas eran diferentes y también sus habitantes (tártaros, gauchos, beduinos, cowboys). Entonces pensé, si ahí no hay contexto, ¿se puede ser extranjero en un desierto?”, recuerda el escritor y director adjunto del centenario Instituto Hispánico y editor de la Revista Hispánica Moderna de la Universidad de Columbia. Que también reconoce que “al imaginar un relato episódico sobre un antihéroe alto, desgarbado y miserable, una triste figura errante en un paisaje desfigurado por su percepción, también pensé en cierta novela española”.

Finalista del Pulitzer y del PEN/Fulkner, A lo lejos es un antiwéstern crepuscular y atípico, que ha conquistado crítica y público en Estados Unidos por su oportuna reflexión sobre las engañosas trazas del mito fundacional estadounidense, subvierte con intenciones estéticas y políticas el género abordando temas como el desarraigo radical del extranjero, la soledad extrema y los límites entre lo humano y animal.

Pregunta. Reformula un género consagrado a blanquear los peores rasgos de la creación de Estados Unidos, ¿por qué quiso trastocar este mito primigenio del “sueño americano”?

Respuesta. Una vez que decidí ubicar la novela en el desierto norteamericano, el wéstern se presentó espontáneamente como la única opción. Me gustan las novelas de aventuras y me atraía el hecho de que el wéstern en particular dependa de tantos estereotipos. Es maravilloso trabajar con clichés y tropos altamente sedimentados: nada más placentero que súbitamente desviarse de las expectativas que generan. Y estas expectativas, en este género, no son solo narrativas. Son, también, políticas. El wéstern ofrece una visión romántica y glamurosa de las cualidades más cuestionables de la historia norteamericana y me pareció importante enajenar literalmente el género para cuestionar estos supuestos políticos osificados en su núcleo y así intervenir en los relatos fundacionales de la historia de Estados Unidos.

"La presidencia de Trump hace que esta historia sobre migración histórica llame la atención sobre el horror político actual"

P. ¿Qué supone cuestionar el pasado romantizado y lanzar este tipo de reflexiones sobre inmigrantes, fronteras y supervivencia en la América de Trump?

R. Mi novela fue escrita antes de que Trump asumiera la presidencia, pero la inmigración y la extranjería son problemas cruciales para mí, porque son cuestiones que han marcado mi vida. En ese sentido, si bien la trama lidia con problemas históricos reales, el libro es altamente personal. Los cambios en el contexto político hacen que esta historia tenga una resonancia pública que no había imaginado. Y agradezco que así sea. Todo relato que llame la atención sobre horror político actual es bienvenido.

P. Håkan nunca sabe dónde está, ni siquiera su edad, ni tiene manera de medir el transcurso del tiempo… ¿Supone esa falta de referencias de todo tipo la soledad absoluta?

R. Håkan está perdido no solo en el espacio y el tiempo, sino también en el lenguaje y, en gran medida, en sí mismo. Quise cortar todos sus lazos con cualquier forma de convención social. Durante la mayor parte de la novela el protagonista no entiende una sola palabra de inglés y este aislamiento radical termina por cuestionar la misma humanidad de Håkan. Y uno de mis intereses principales en la novela es explorar el límite entre lo humano y lo animal.

El extranjero absoluto

Como explica Díaz, uno de los elementos que contribuyen al aislamiento del protagonista es su desconocimiento del idioma, lo que hace que tenga solo un esbozo sutil de las situaciones que vive. Y nosotros, lectores, al ver el mundo con sus ojos, tampoco entendemos en muchos casos lo que sucede. “Fue muy difícil narrar la trama sin diálogos, lograr transmitir esa confusión de forma clara para el lector”, reconoce el escritor, para quien el punto de vista es uno de los problemas centrales de la literatura. “¿Cómo se administra el saber dentro de una historia? Es una cuestión de poder, en última instancia. Y por eso el abuso del punto de vista (las inconsistencias, las fluctuaciones antojadizas, los súbitos desplazamientos con el solo fin de lograr un efecto narrativo) es un problema moral. Puesto que Håkan no entiende lo que se dice a su alrededor, y puesto que vemos el mundo a través de Håkan, es lógico que el lector tampoco entienda lo que se dice”, sostiene.

P. Su visión del aislamiento y la inmigración es una realidad palpitante en el mundo actual. ¿La historia de Håkan puede ser hoy la de millones de personas de otras culturas y latitudes?

R. La cuestión de la migración siempre ha sido y será un problema. Creo que es porque los humanos somos, a un tiempo, inherentemente nómadas y absolutamente territoriales y posesivos, y estas dos tendencias obviamente no se reconcilian fácilmente. Por eso creé un personaje atípico en un lugar atípico, un territorio que todavía no es una nación. Håkan es un extranjero absoluto: un extranjero en un país que aún no es tal.

La literatura como experiencia

"La inmigración siempre será un problema porque los humanos somos a un tiempo inherentemente nómadas y absolutamente territoriales"

P. También está muy presente la inmensidad de la naturaleza indómita. ¿Qué supone para el hombre actual el haberla desterrado de la vida cotidiana, haber “triunfado sobre ella” como preconiza ese tópico del wéstern?

R. El wéstern ofrece una visión espantosamente destructora de la naturaleza. La naturaleza está allí o bien para ser explotada o como mero obstáculo que hay que conquistar. En suma: el wéstern es un relato romántico de la transformación de la naturaleza en capital. Y este es un problema central en A lo lejos. Pero es muy importante recordar que en los Estados Unidos también existió una corriente filosófica importantísima que tiene una visión totalmente diferente de la naturaleza: el transcendentalismo. Desde Henry David Thoreau y Ralph Waldo Emerson a John Muir hay toda una corriente fundamental que ve la naturaleza de modo extático, no instrumental. Mi libro trata de rendirle homenaje a esta tradición.

P. Sus realistas descripciones del paisaje y de la supervivencia de Håkan no están apoyadas en ningún “viaje al corazón de las tinieblas”, ¿por qué eligió la documentación bibliográfica en lugar de la de campo?

R. Me molesta un poco el fetiche referencial que existe en la literatura norteamericana, en la que todo tiene que ser experimentado de primera mano, “investigado”. Creo que la literatura tiene su propio vínculo con la verdad. Un vínculo más ambiguo (pero no por eso menos legítimo) que no tiene demasiado que ver con los protocolos de la verificación empírica. Acaso como reacción a esta rigidez epistemológica decidí, combativa y tozudamente, que este libro solo estaría hecho de literatura.

P. Su obra bebe también de otros grandes géneros del XIX, como las novelas de aprendizaje y de aventuras. ¿A pesar de todo el posmodernismo del siglo XX, qué nos siguen enseñando esas grandes historias?

R. Mi tendencia natural, cuando leo puramente por placer, es hacia la literatura del siglo XIX. Herman Melville, George Eliot, Charles Dickens, las hermanas Brontë, Henry James… Estas son influencias decisivas para mí. Pero no creo que estas novelas estén en conflicto con las que vinieron después. La verdad es que yo veo una continuidad muy feliz entre los libros que me gustan. Más que los géneros del XIX, lo verdaderamente vetusto para mí es el imperativo de la novedad, la ruptura y la superación en el arte. No pienso en términos de naciones, escuelas, corrientes o pandillas literarias. No creo que la literatura funcione de ese modo. Para mí la conexión entre, digamos, Cervantes, Beckett y Anne Carson es totalmente natural y obvia.

"No creo en el rupturismo literario. Para mí, la conexión entre Cervantes, Beckett y Anne Carson es totalmente natural y obvia"

P. Ha pasado media vida en el mundo anglosajón, pero ¿tiene influencias de la literatura latinoamericana más allá de ese Borges amante de los gauchos al que ha dedicado un libro?

R. Desde luego, Borges es una influencia gigantesca. De hecho, gracias a él llegué a la literatura norteamericana: leyendo los autores que menciona en sus cuentos y ensayos. También de él aprendí (mal o bien) a manipular diferentes convenciones genéricas. Pero hay tantas influencias latinoamericanas, desde la gauchesca hasta Juan José Saer o Rulfo, pasando por el modernismo. Confieso que al pasar tanto tiempo leyendo material para mis novelas, estoy un poco desconectado de la narrativa latinoamericana de los últimos años. Espero poder corregir esto pronto.

Luchando contra el mercado

Por el momento, Díaz ha logrado ser el primer argentino finalista del Pulitzer, una realidad con la que ni soñaba cuando trataba de publicar esta novela en el voraz mercado estadounidense. “Hay muchísimos escritores y muchos de ellos, muy talentosos. Esto implica que los filtros son mucho más estrictos. Es muy difícil publicar sin un agente y es casi imposible conseguir un agente sin haber publicado, un círculo siniestro muy frustrante”, explica. En su caso, tuvo la suerte de topar con la editorial independiente Coffee House Press, “liderada por Chris Fischbach, una verdadera leyenda. Son editoriales que corren riesgos estéticos y económicos inmensos al publicar a autores que no se ciñen a las tiránicas convenciones y expectativas del mercado”.

P. Ya tiene una novela inédita escrita, ¿qué está escribiendo ahora mismo?

R. Se llama The States y la escribí antes de A lo lejos. También he publicado varios cuentos que estoy reuniendo en un volumen, al estilo anglosajón, y ahora estoy escribiendo la parte final de otra novela que me entusiasma mucho. Está narrada principalmente por dos mujeres y trata sobre el dinero.