Bruselas vuelve a recordar una vez más a René Magritte pero esta vez lo hace de la mano de Salvador Dalí. Los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica celebran el encuentro que se produjo entre ambos artistas hace noventa años, a través de una exposición que por primera vez explora las conexiones estéticas, personales y filosóficas entre los dos grandes iconos del movimiento surrealista. No es la primera vez que la capital belga dedica una exposición a comparar sus curiosas perspectivas e interpretaciones de la realidad, pero Dalí & Magritte va más allá y reflexiona acerca de la relación que tuvieron y cómo influyó en sus respectivas obras.
La exposición, abierta al público hasta el 16 de febrero, se compone de más de ochenta cuadros, esculturas, dibujos y fotografías que más de cuarenta museos y colecciones privadas han cedido al museo para hacer posible este cara a cara, y forma parte de los eventos que el Museo Magritte ha organizado para celebrar su décimo aniversario. El museo exhibe la mayor colección de arte del surrealista belga y desde su apertura en 2009 ha recibido más de tres millones de visitantes de todas partes del mundo.
Además de la guía tradicional para visitantes, el museo ha desarrollado herramientas especiales para ayudar a los visitantes a comprender el mundo surrealista de ambos. A partir de documentos de archivo, fotografías y publicaciones, han creado espacios cuya intención es involucrar a los visitantes en el proceso creativo de Dalí y Magritte en su visita a la exposición. “La habitación de las nubes” es una sala donde los visitantes pueden ver en 360º la obra El tiempo amenazante, que Magritte pintó durante su estancia en España. Por otro lado, hay cuatro estaciones táctiles o visitas especiales en lenguaje de señas para que todo el que quiera pueda descubrir las obras clave que el museo presenta.
Tras coincidir en París en 1929, Magritte viajó a Cadaqués ese mismo verano junto a su mujer Georgette Berger, el poeta Paul Éluard y su esposa Gala, que después se convirtió en la amante y musa de Dalí. Otros reconocidos artistas como Joan Miró y Luis Buñuel también formaron parte de este “verano surrealista”, en el que Dalí y Magritte intercambiaron influencias e inspiración y resultó ser un antes y un después para ambos. Después de ese primer encuentro, “Magritte poco a poco consiguió desprenderse del dolor y la carga psicológica que le produjo el suicidio de su madre, para centrarse en cuestionar objetos de la cotidianidad, cumpliendo así con algunas de las aspiraciones de Dalí. Y por otro lado, el pintor español descubrió elementos visuales en el trabajo de Magritte, como la presentación de objetos en llamas”, explica Michel Draguet, director del museo.
“A pesar de que el tono emocional de sus obras era diferente y sus formas de pintar también eran distintas, los dos surrealistas exploraron procesos nuevos y desestabilizadores mediante la introducción de elementos visuales incongruentes en sus propias representaciones de la realidad”, aclara Draguet. Aunque ideológicamente no compartían las mismas ideas, en el campo artístico siempre continuaron compartiendo un diálogo y un simbolismo en común representado en elementos como el cielo, en sus respectivas mujeres, personas sin rostro, interpretaciones de sueños, palabras que remplazaban imágenes, o retratos muy poco convencionales.