Joe Abercrombie (Lancaster, Reino Unido, 1974) es, junto con George R. R. Martin, uno de los principales artífices de que la literatura fantástica no sea ya ese género cargado de tópicos y arquetipos inamovibles, con esos caballeros de armadura reluciente y moral intachable que se enfrentan a oscuras fuerzas del mal de las que no sabemos apenas nada. En lugar de eso, inspirado sobre todo en las novelas negras de James Ellroy, Abercrombie construye personajes complejos, que caminan por una desdibujada frontera entre el bien y el mal y que arrastran sus errores, sus traumas y su propia visión del mundo.
Es el género fantástico entendido no como evasión, sino como medio para explorar situaciones que tienen un claro paralelismo con los procesos históricos del mundo real. Por eso, el autor de la trilogía La Primera Ley y de otros tres libros ambientados en el mismo universo regresa ahora con un cuarto, Un poco de odio (Alianza editorial) —comienzo de una nueva trilogía—, que sitúa la acción en el mismo mundo pero varias décadas después de los anteriores, en una era marcada por una incipiente revolución industrial y el desarrollo del capitalismo. Un mundo en el que la magia (siempre en un plano secundario, como en la célebre saga Juego de Tronos), los caballos y las espadas conviven con el humo de las chimeneas y el nacimiento de la burguesía y los movimientos obreros.
“Siempre me ha frustrado que en los mundos de la literatura fantástica parece que nunca pasa nada. En la vida real hay fuerzas tectónicas, sociales, económicas, conflictos que lo modifican todo cada cierto tiempo. El mundo siempre sigue girando”, afirma el escritor a El Cultural. “Mis libros anteriores estaban ambientados en una especie de Renacimiento, así que el paso lógico era introducir la revolución industrial. Es un periodo que en la fantasía no se trata tanto, me parecía un entorno original para los personajes y tener esos conflictos de clase me daban un motor para generar un conflicto dramático”.
Otra característica de la literatura fantástica que ha conquistado al público general en los últimos años es el empleo del humor. “La fantasía a veces se toma demasiado en serio. Admiro mucho a Tolkien, pero no tenía nada de sentido del humor, porque no era su objetivo. El género se volvió muy solemne por el ejemplo que marcó él y los que vinieron después quisieron imitar su estilo”, señala Abercrombie, que congrega siempre a una legión de fans en sus presentaciones y sesiones de firmas. “A mí me encantan las situaciones graciosas y reírme. No hablo de comedia tipo slapstick, pero sí que haya huecos en la escritura para el sentido del humor, y darle voz a tus personajes siempre lo facilita”.
Pregunta. ¿Qué piensa de la relación entre el género fantástico y el establishment literario? ¿Se ha ganado su respeto?
Respuesta. Normalmente en las secciones literarias de los periódicos se habla de libros que casi nadie compra ni lee. Este es un género que no llama tanto la atención como el thriller o el policiaco. Cae en el olvido de la crítica, pero no me importa. No hay que ser victimistas. La gente que solo lee fantasía, o la que nunca jamás leería fantasía, son una pequeña minoría. Las películas de El señor de los anillos cambiaron las cosas. Antes la fantasía no era cool. Y por supuesto Juego de tronos ha tenido un impacto enorme, ha demostrado que puede haber una fantasía más adulta y lo cierto es que hay un nuevo interés en torno al género. Hay que descartar el complejo de inferioridad y asumir que a algunos lectores les gustará y a otros no.
P. En los mundos de fantasía ya no está tan evidente quiénes son los buenos y quiénes los malos, sino que todo es moralmente más complejo. ¿Eso los acerca al mundo real y por eso se puede hacer paralelismos sociales y políticos entre ellos?
R. La buena fantasía, como la buena ciencia ficción, habla de la gente. Siempre pueden sacarse conclusiones que tienen que ver con el mundo real. En mis libros tienes soldados, espadas y un alcantarillado de pena, pero también se habla de lo que está pasando hoy aquí. Eso se debe a que la fantasía a menudo muestra personajes que parecen modernos pero insertados en una ciudad medieval, mientras que la novela histórica bien documentada suele alejar al lector porque el modo en que un personaje histórico entiende el mundo y la religión es muy distinto a como se entiende en el mundo contemporáneo. Cuando en los años 50 Tolkien alcanzó notoriedad, acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial y esa sensación de que existían dos bloques, el bien contra el mal, era mucho más real que hoy. En el mundo de hoy estamos más acostumbrados a esa idea de que el bien y el mal ya no están tan claros y que cada uno tiene su punto de vista. Nadie piensa hoy “soy el malo de la película”, siempre piensan que lo que hacen es por el bien común, y así es como empieza a desatarse el mal normalmente. Ahora escribimos en un terreno mucho más ambiguo, con protagonistas a los que les cuesta no resbalar por el camino.
P. Como muestra este libro, la evolución histórica del Círculo del Mundo, el universo ficticio en el que transcurren sus novelas, tiene paralelismos con la del mundo real. ¿Ha buscado inspiración en los libros de historia?
R. No soy un tipo que acuda a las bibliotecas en busca de fuentes primarias, pero sí, he leído mucha literatura de no ficción sobre la Revolución Industrial, cosas muy técnicas, biografías sobre ingenieros, así como novelas de época. También he leído sobre las revoluciones francesa y rusa y sobre los movimientos obreros, para entender la textura de aquella época.
P. Todas sus obras —exceptuando la trilogía El mar quebrado, dirigida a un público más juvenil— se desarrollan en ese mismo universo. ¿Es difícil mantener la coherencia interna?
R. Es una bendición y una maldición a partes iguales. Cuando empiezas a escribir en este mundo es como ponerse unas botas que ya has usado y te encantan. Son cómodas, casi como ir descalzo. Pero al mismo tiempo tienes todos esos personajes y hechos que han ocurrido, y necesitas que todo encaje y que los personajes que ya han aparecido anteriormente conserven la misma voz. Para ello me vuelvo a leer todos los libros anteriores cuando escribo uno nuevo. Es más una ventaja que una desventaja, pero tienes que hacer malabarismos para que todo encaje bien.
P. En sus libros, y especialmente en Un poco de odio, los personajes femeninos son muy importantes. ¿Era un déficit de la literatura fantástica clásica?
R. Sí. Tolkien no es famoso por sus personajes femeninos precisamente. El otro día estaba leyéndole El Hobbitt a mi hija y me di cuenta de que prácticamente no sale una mujer ni por casualidad de fondo, mucho menos como personaje principal, son todo hombres. Yo creo que eso no le pasa solo a la fantasía, también ocurre en las novelas del Oeste y en muchos otros géneros. Como al principio imité el tipo de fantasía que había leído, mis propias historias eran una fiesta de la salchicha. Pero poco a poco fui incluyendo más personajes femeninos ricos e interesantes, y eso además amplía las posibilidades de relaciones entre personajes. Cuando hablamos de mujeres fuertes, no necesariamente son heroínas de acción. En este libro tenemos tres personajes femeninos fuertes con personalidades muy distintas. Tenemos a Savine dan Glokta, una niña de la aristocracia privilegiada, arrogante y sin piedad; a Rikke, una chica extraña que sufre ataques en los que ve el futuro, y a Victarine dan Teufel, que se ha criado en un campo de prisioneros y que elige un camino bastante particular.
P. La saga Canción de hielo y fuego de George R. R. Martin ya era un éxito antes de su adaptación televisiva, pero esta lo ha convertido en un fenómeno planetario. ¿Tiene planes en marcha para llevar sus libros al cine o la televisión?
R. Eso es como preguntarle a alguien si tiene planeado ganar la lotería. Bueno, cualquiera que escriba fantasía ha tenido conversaciones sobre una posible adaptación audiovisual de su obra. Yo incluso trabajé con un director de Estados Unidos durante los últimos seis años para desarrollar un proyecto en distintos contextos, primero para una película, luego para una serie, pero el proceso es tedioso y largo, las cosas pierden el rumbo a la mínima. Puede que se materialice, estaría genial, pero no estoy seguro de que ocurra, así que no cuento con ello.