¡Buenos días!

Vuelve la poesía a Cuenta 140 de EL CULTURAL con nueva energía azul y las ganas de siempre, aunque quizá más. Como diría el poeta: nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Porque somos mejores. Así que vamos a empezar así, con entusiasmo, vamos a comenzar dándole duro a un cierto optimismo radical, al diafragma de la imaginación convertida en impulso. Por eso el tema con el que hoy arrancamos es Renacimiento. Así, a pelo. A pelo vivo de convencimiento, de alianza y condena entre lo que fuimos y lo que somos, con el puente invisible hacia cuanto podríamos ser. Renacimiento, sí. Escribamos sobre cualquier acepción de Renacimiento, personal o artístico, con libertad de registro y enfoque, naturaleza poética de alcance: culturalista o comunicativa, o ambas; surrealista o realista; directa o alusiva; intimista o canto general de un renacimiento colectivo. En Cuenta 140 no buscamos potenciar ningún estilo, sino mejor versión de cada uno en el poema presente, con un único: como siempre, sólo 3 versos y no más de 140 caracteres. Vivir es renacer desde los confines de uno mismo. Escribamos de esto, y así renaceremos.

El ganador de la semana pasada, dedicada a las personas tóxicas, ha sido...: 

Wong 

Cuando tomaron conciencia de que, en realidad, eran robots, fueron en busca del informático que los había programado para ser infelices.

Imaginemos la desgracia de quienes no sólo no pueden soñar con una trascendencia divina o religiosa, sino que saben que están constreñidos por la planificación humana; imaginemos el estupor de individuos inteligentes que son conscientes de que se mueven en un plano de felicidad concreto y dependiente de la voluntad de un humano con nombre y apellidos. Con relatos sobre androides inteligentes enfrentados a su condición de tales se han hecho algunas de las mejores obras literarias de todos los tiempos —El hombre bicentenario de Isaac Asimov, verbigracia— y en este microrrelato también tenemos a un grupo de robots que se rebela contra su destino. La persona tóxica es, aquí, un ingeniero informático que ha programado a los protagonistas para ser infelices. Pero la emulación del cerebro humano hace que los robots se rebelen contra su destino y vayan en busca de su particular dios, de su particular demonio, el informático responsable de su desgracia. 

Enhorabuena, Gabriel Pérez Mártinez, por el relato, muy bueno e ingenioso, y por el premio. 

Otros micros pudieron haber ganado: 

Wong 

Fue feliz, hasta que un tipo que era Ingeniero en Robótica le aseguró que estaba programado para serlo.

Alexa

Para sacar a su amigo de la depresión, le invitó a dar un paseo por el borde del abismo.

Sthrum

Cuando le dijeron a la madre de Judas que su hijo se había ahorcado, comentó: «Ya sabía yo que con esas compañías no podía acabar bien».

Saludos cordiales de Juan Aparicio Belmonte