El escritor escocés Philip Kerr, fallecido en 2018, consiguió éxito y fama con la serie de novelas protagonizadas por el detective Bernie Gunter, ambientadas en la Alemania de la época nazi o ya en la posguerra. La saga de Gunter comenzó en 1989 con Violetas de marzo (la primera de su trilogía Berlin Noir), y en el momento de su muerte habían salido trece novelas, la última, Laberinto griego, en el mismo 2018, por lo que parecía que la serie había terminado. Pero los admiradores de Kerr nos llevamos una agradable sorpresa al enterarnos de que había terminado una última novela, Metrópolis.
Lo primero que llama la atención en esta decimocuarta novela de Bernie Gunter es el momento en que transcurre la acción. Hasta ahora Kerr la había situado bien en los años en que el nazismo ya estaba en el poder, bien durante la guerra, bien en los duros años posteriores al fin del conflicto, pero siempre con la vista puesta en el trágico pasado. En cambio, Metrópolis transcurre durante la república de Weimar, concretamente a lo largo de varios meses de 1928. Nos encontramos con un Berlín que ha sido retratado con éxito tanto en la literatura como en el cine, hasta llegar a ser un lugar común fácilmente identificable por los lectores. Es el Berlín de los cabarés, clubes nocturnos, locales de homosexuales, prostitutas, bandas. Kerr, excelentemente documentado, nos describe el ambiente que se respiraba en esos momentos. Pero también es el Berlín en el que la derrota de la Primera Gran Guerra sigue haciendo estragos: veteranos tullidos, mendigos, mutilados. Y es el Berlín en el que el partido nazi y el antisemitismo se van imponiendo poco a poco.
A diferencia de los títulos anteriores, Gunter no es un detective privado que trabaja por su cuenta (aunque a menudo obligado por los jerarcas nazis), sino un joven inspector de policía, de la Kripo, es decir la policía criminal. Cuando comienza la trama ha sido trasladado de la sección de antivicio a la Comisión de Homicidios, que está al mando de un judío llamado Bernhard Weiss. Debe trabajar en equipo, pero ya sabemos que Gunter, un tipo duro y bien curtido, es individualista e indisciplinado. Por otra parte, arrastra, como muchos de sus compatriotas, los efectos secundarios de los horrores vividos en la pasada guerra. Lo que se llamó neurosis de guerra o neurastenia. Bebe en exceso, en un ambiente en el que debido al origen judío de su jefe, incluso muchos compañeros de la policía les tienen declarada la guerra. Gunter sabe moverse con soltura estando igualmente alejado de los comunistas como de los nazis. Pero sabe que el mínimo error será aprovechado por sus enemigos.
El caso que deberá investigar la Comisión de Homicidios de la Alexanderplatz es el asesinato de varias prostitutas a las que les han cortado la cabellera, seguido del de algunos veteranos de guerra tullidos que se dedicaban a la mendicidad. Muchos alemanes piensan que hay que acabar con la escoria de la sociedad, lo que hace que la investigación sea aún más complicada. Gunter recorrerá las calles buscando al asesino en serie, entrará en los clubes nocturnos en los que no es fácil entrar pero aún más difícil es salir.
Por la novela van apareciendo bastantes personajes de la época, empezando por el ya citado Bernhard Weiss, que dirigió la policía de Berlín hasta la llegada de Hitler al poder. Thea von Harbour, esposa de Fritz Lang y guionista de Metrópolis (1927), a quien homenajea Kerr titulando su novela de la misma forma. Thea von Harbour se documenta con Gunter para la próxima película de la famosa pareja: M, el vampiro de Düsseldorf. También aparece el pintor dadaísta George Grosz, cuyo cuadro Metrópolis (1917) puede verse en el Museo Thyssen de Madrid. Incluso Gunter asiste al estreno de la Ópera de los tres centavos de Bertolt Brecht y mantiene un divertido encuentro con su protagonista femenina, la actriz Lotte Lenya.
Metrópolis es la espléndida despedida de Kerr, una novela perfectamente estructurada y con unos diálogos ágiles. Quizás la mejor de la serie por su carga de melancolía y calado emocional.