Con la salida de España del rey emérito, puede que el adjetivo campechano quede exento de connotaciones juancarlistas y vuelva a usarse para describir a otros personajes. Merecería el calificativo, por ejemplo, Joyce DiDonato, una diva de ópera que se comporta como tal encima del escenario, pero no fuera. Nacida en una pequeña ciudad de Kansas, Prairie Village (literalmente, el pueblo de la pradera), quizá sus raíces en ese Medio Oeste agricultor estadounidense tengan mucho que ver con su carácter. A su paso por los escenarios más prestigiosos del mundo, además del eco de su portentosa voz, quedan resonando en el interior de los aficionados su simpatía, su entusiasmo, su compromiso social y político —de sus críticas abiertas a Trump a su participación en proyectos humanitarios por la integración de niños sirios refugiados en Grecia— y, sobre todo, las ganas de volver a presenciar una de sus actuaciones.
Con este ánimo se esperan sus dos próximos conciertos en España: este mismo jueves en el Festival de Verano de San Lorenzo de El Escorial, y el sábado en el Festival de Santander. A ambas citas acudirá, acompañada por la pianista Carri Ann Matheson, con un repertorio similar de obras de Haydn, Granados, Mozart, Bellini, Rossini y hasta el Somewhere over the rainbow —la ruptura de corsés estilísticos es otro de sus atributos, como ha demostrado en su último disco, Songplay, donde fusiona el barroco con el jazz—.
“Estoy muy feliz de traer a estos dos recitales algunas de mis piezas favoritas, celebrando la alegría del canto. Sin embargo, quiero comenzar de una manera muy consciente del momento que estamos viviendo, así que empezaré ambos recitales con la obra maestra de Mahler Ich bin der welt abhanden gekommen (He abandonado el mundo), que habla de alejarse de un mundo lleno de tumulto y entregarse a una vida de amor y canto”, explica la mezzosoprano a El Cultural. “Es la única forma que sé de regresar al escenario en este momento, reconocer dónde estamos y señalar un camino a seguir”.
Desde 2015, DiDonato reside en Barcelona, su base en Europa, y el confinamiento provocado por la pandemia de Covid-19 le pilló en nuestro país. “Como casi cualquier otro ser humano en el planeta, no creo que salga de este período siendo la misma. Siento un aprecio renovado por la familia, por lo que es realmente importante en mi vida, sé de qué cosas puedo prescindir y de cuáles no, y sé que es imperativo que nuestra música y nuestras artes continúen”, señala la cantante estadounidense. “Esta pandemia ha llegado, quizás no por casualidad, en un momento en que nosotros como especie necesitamos pensar muy, muy claramente acerca de cómo deseamos vivir en las próximas décadas. La historia nos muestra una y otra vez que nuestro poder reside en respetarnos, en unir nuestras fuerzas para superar los desafíos y desde el poder del amor. Aquí es donde debemos verter nuestra energía si deseamos superar este momento abrumador. La historia nos ha demostrado que no será fácil, pero es absolutamente posible”.
Pregunta. La cultura no paró durante el confinamiento. Desde su encierro obligado, muchos creadores y artistas, como usted misma, han compartido su trabajo y sus habilidades de manera altruista para reconfortar a la población durante estos tiempos tan duros. ¿Cree que la cultura ha demostrado, si acaso alguien no se había dado cuenta aún, ser esencial para la sociedad?
Respuesta. Estoy convencida de ello. Como yo, mucha gente ha sido consciente del poder transformador de la música y del arte, que nos enseñan muchísimo sobre nosotros mismos y sobre nuestra humanidad común. Además, nunca jamás debemos subestimar su poder para ofrecer consuelo en tiempos de tristeza.
P. Además de la pandemia, el otro gran tema de interés mundial ahora mismo es la lucha contra distintas formas de injusticia, especialmente la racial. La muerte de George Floyd ha despertado millones de conciencias. ¿Cómo pueden contribuir la música y las artes en general a este proceso?
R. En primer lugar, puede ofrecer consuelo, lo cual no debe subestimarse. También puede indicarnos un camino más elevado a seguir. Y creo que también puede servir como un factor unificador que une a las personas. La fuerza emocional de la música puede saltarse el intelecto y nuestro lado más racional y llegar directamente a nuestros corazones para llamarnos a un comportamiento más humano. Nunca he conocido un momento más importante que el actual para ser artista.
P. ¿Qué sería de la música sin la presencia física del público? ¿Cómo participa este de lo que se está creando encima del escenario?
R. El público es siempre un participante activo en la energía de un concierto o una representación de ópera. Puedo sentir cuándo están conmigo, cuándo han dejado de respirar, cuándo se sienten inquietos o cuándo están listos para explotar en una ovación. Esa energía que recibo del público alimenta mi actuación y podemos crear colectivamente una velada inolvidable. ¡Y es entonces cuando ocurre la magia!
Quienes no tengan la ocasión de comprobar esto que dice DiDonato en sus dos conciertos de esta semana, sepan que habrá más oportunidades próximas en el calendario. El 13 de diciembre en el Palau de Les Arts Reina Sofía de Valencia la cantante presentará My Favourite Things, un espectáculo con arias y canciones de Monteverdi, Gluck, Händel y Purcell, bajo la batuta de Maxim Emelyanychev y acompañada por Il Pomo d’Oro, un director y una orquesta que le hacen sentir “destellos de magia” cada vez que actúa junto a ellos.
Poco después, la mezzo estadounidense inaugurará 2021 en nuestro país con una gira en la que interpretará Songplay, Grammy al Mejor Álbum Solista Vocal Clásico y disco en el que muestra la estrecha relación entre las improvisaciones de la música barroca con el mundo del jazz. Serán tres únicas actuaciones: Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo (8 de enero), Palau de la Música Catalana de Barcelona (10 de enero) y Teatro Real de Madrid (12 de enero). “Es uno de mis discos favoritos de cuantos he grabado. Hemos fusionado estos dos universos musicales de una manera muy orgánica ¡y parece que se llevan maravillosamente!”, explica la artista.
P. Cuando está cantando encima del escenario y mira al vacío, parece estar contemplando algo en la distancia. ¿Qué ve o qué imagina para alcanzar ese grado de concentración?
R. Es una pregunta extraordinaria y algo en lo que nunca había pensado antes. Cuando estoy interpretando un aria en la que hablo con otro personaje, debo imaginar con detalle su presencia y sus reacciones mientras miro a la oscuridad. Eso me permite responder primero con mi imaginación, y luego con mi voz y mi fraseo. Si se trata de un monólogo, no visualizo otra cosa que una gran introspección. Por debajo de la música mantengo un diálogo con el subtexto encarnando siempre a mi personaje. En el momento en que empiezo a fijarme en el teatro, en el público o a pensar como Joyce, entonces me noto descentrada y debo encontrar el camino de vuelta. Estoy segura de que la audiencia puede sentir el momento en el que estoy completamente inmersa, y el momento en el que pierdo la concentración. ¡Espero que nunca sientan lo segundo!
P. ¿Cuál ha sido la importancia de España en su carrera?
R. Me encanta haber tenido la oportunidad de actuar a menudo aquí desde los primeros años de mi carrera, y ha sido una alegría explorar tantos personajes y emociones juntos a lo largo del tiempo, desde Alcina y Ariodante a María Estuardo y la hermana Helen Prejean [la monja y célebre activista contra la pena de muerte, a la que dio vida en Dead Man Walking, estrenada con éxito rotundo en el Teatro Real en 2018]. Mi esperanza es que aún vivamos muchas más aventuras juntos.
P. Dice que el público español no es un público fácil. ¿Por qué?
R. No es un público fácil, ¡pero sí increíble! Lo que aprecio de cantar en España es que debes ganarte el aplauso cada vez que apareces encima del escenario. No creo que nunca te den una ovación de corazón basada en tu reputación; debes sacar lo mejor ante ellos cada vez, y yo respeto eso. Supone un reto, ¡y yo amo los buenos retos!