Su voz y su cara son conocidas por todos, pues lleva años colándose de un modo u otro a través de las pantallas de toda España, ganándose a pulso el ser uno de nuestros periodistas más polémicos, una de las razones de ser del oficio. Sin embargo, en los últimos años ha ido suavizando esa versión canalla y abordando desde el sosiego y con charlas de fondo algunos de los temas más espinosos de la actualidad. Acostumbrado a las entrevistas, desde ambos lados del ring, aunque asegura preferir el papel de preguntador, Jordi Évole (Cornellá de Llobregat, 1974) se muestra cauto pero confiado en que la pandemia vivida en los últimos meses deje, más allá del dolor y la tragedia, un poso positivo en ciertos aspectos de la sociedad.
De ello habla en su libro Confinados (Planeta), una crónica que desvela las entretelas ocultas tras la grabación de las 50 entrevistas emitidas en su programa de televisión Lo de Évole durante el confinamiento. Charlas en las que desfilan un Papa reacio a mostrar lujos, un Sabina que aguantó una hora sin fumar, un sabio y sereno Pepe Mújica o una Rosa María Sardá en paz con todo. Además de sanitarios, transportistas o trabajadores de supermercado que encararon lo peor del coronavirus. Todo un viaje al interior de qué sentimos durante la pandemia con la mirada puesta en el futuro.
Pregunta. Hace unos 10 años publicó un libro con los entresijos de su conocido programa Salvados, ¿Cómo nace este Confinados y qué le llevó a escribirlo?
Respuesta. Queríamos dejar constancia de lo que había significado hacer el programa durante el confinamiento porque pensábamos que durante ese tiempo hubo muchas reflexiones valiosas que era importante dejar por escrito para que ahora que todo va mejor recordemos la confusión y los buenos propósitos.
P. Usted mismo comienzas diciendo en el libro que se iba a ir a grabar un programa al filo del confinamiento. ¿Nos pilló a todos por sorpresa la situación?
R. Lo reconozco absolutamente, yo fui de todo mi equipo el último en darme cuenta de la que se nos venía encima. A pocas horas de que se declarase el Estado de Alarma estaba empeñado en que nos teníamos que ir a Elche a grabar, así que no estoy yo para dar lecciones de cómo encarar una situación tan extrema.
P. Al trabajar tantos años para televisión está acostumbrado a las cámaras, a presentarse en los sitios, a interactuar con sus entrevistados. ¿Qué cambió en usted al mantener estas charlas desde su cocina? ¿Y en ellos?
"Estábamos viviendo una situación tan excepcional que los entrevistados hablaban desde lugares desde los que nunca habían hablado antes"
R. Era curioso cómo este sistema de grabación, una simple webcam, establecía una intimidad casi inmediata, porque todos estábamos solos y eso generaba mucha comodidad. Creo que estábamos viviendo una situación tan sumamente excepcional que los entrevistados te hablaban desde lugares desde los que nunca habían hablado antes. En vez de promocionar su último libro, disco o película, en el caso de los invitados conocidos, te hacían reflexiones muy interesantes sobre lo que estábamos viviendo. En cuanto a los invitados anónimos, nos daban un punto de vista muy cercano de cómo se vivieron esas semanas en primera línea, desde un hospital, un ambulatorio, un supermercado o un camión.
P. Normalmente entrevistamos a personajes, famosos o no, por su trabajo, sus logros, hechos puntuales... ¿Cómo se planteó estas entrevistas en esos momentos de saturación absoluta de noticias donde la gente no sólo no buscaba información, sino que casi huía de ella?
R. Nosotros optamos precisamente por apostar mucho más por la reflexión que por la información, algo que ya se daba toda la semana en el día a día. Y queríamos con esa reflexión acompañar al espectador. Eso lo notamos mucho en la reacción, por ejemplo, por redes, respecto al programa. Así como otros habían suscitado polémica o posiciones enfrentadas, en estas semanas hubo bastante quórum y mucho agradecimiento por parte de los espectadores que veían utilidad en los testimonios y enseñanzas que estos transmitían. Creo que en ese acompañamiento ha estado una de las claves de por qué funcionó el programa, porque era un momento en que todos los días eran iguales y el hecho de emitirlo en domingo creaba una sensación de rutina, de punto final, que a mucha gente le hacía falta.
P. Está más que acostumbrado en sus programas a hablar de tabúes, pero ¿cómo fue hablar con casi todos sus entrevistados, gente de lo más dispar, de la muerte, un tema que estaba ahí en todo momento?
R. Creo que es muy interesante hablar de la muerte porque no nos han educado en ello. Hay siempre un pudor, un interés en ocultar la muerte, en no mirarla de cara, cuando al final no deja de ser más que una consecuencia de la propia vida. Hablar de la muerte y con personas que la veían de cerca como Rosa María Sardá o la experiencia que he vivido luego fuera del programa con el documental de Pau Donés, me ha hecho ver que la muerte está ahí, que no es nada ajeno ni tenemos que ser nosotros ajenos a ella. Cuanto antes nos pongamos a reflexionar sobre ella, mejor, pero sin ese miedo atávico que nuestra cultura, nuestra tradición o la religión, nos han inculcado.
"Hablar de la muerte con personas que la veían de cerca me ha hecho ver que no es algo ajeno a nosotros ni nosotros a ella"
Se apoya para ello Évole en estos dos amigos suyos que han fallecido recientemente, y que a su juicio nos dan “un ejemplo de mucha dignidad y mucha serenidad a la hora de encarar la muerte”. El documental Eso que tú me das, estrenado hace poco en el Festival de Málaga, surgió de una llamada del cantante, y fue para el periodista una de las entrevistas más duras de su vida. “Tenía las dos vertientes, me alegró que Pau me eligiera a mí para hacerlo, pero a la vez pensé que vaya marrón, porque fue algo muy difícil encarar una charla así”. Lo primero que hizo Évole fue llamar a su oncóloga y preguntarle si podía ser útil grabar algo así. “Ella me dijo enseguida que visibilizar la enfermedad, incluso en esa última fase era muy interesante. A partir de ahí afronté la charla con toda la responsabilidad posible y con ganas de que Pau pudiera explicar todo aquello que quería explicar”.
P. ¿Qué mensaje último, que poso, espera que deje la película?
R. Creo que será un testamento vital y vitalista. Pau ha tenido una manera de vivir muy activa, muy entusiasta, incluso en sus últimos días y lo demuestra en la charla, le quedan dos semanas de vida y él te dice que tiene ganas de vivir, que incluso pediría una prórroga. Por eso, a pesar de ser una charla donde la muerte evidentemente está presente, está mucho más presente la vida.
P. “La cultura nos salvó durante el confinamiento y ahora no podemos dejarla en la cuneta”, decía estos días. ¿Realmente cuál fue el papel de la cultura en estos meses y cuál debería ser en la sociedad?
R. En un momento de confinamiento la mayoría de nosotros recurrimos a un libro, una película o un disco para sentirnos vivos, y eso es la cultura. En ese consumo salvador de cultura estuvieron todas las ideologías, y se piense como se piense o se vote a quien se vote a nivel político, la cultura no deja de ser un alimento del espíritu y es fundamental saber que tenemos que protegerla y no podemos dejarla en la cuneta, porque los tiempos que se le avecinan no van a ser fáciles porque la actividad no puede ser la que era. Tenemos que tener presente que olvidaros de un sector como el cultural nos pude hacer mucho daño de cara al futuro.
P. ¿Por qué España naufraga siempre en alcanzar aquí, igual que en temas de necesario consenso como sanidad o educación, un acuerdo general que deje de lado los colores políticos?
"En cuestiones donde la sociedad se pondría de acuerdo de inmediato los políticos parece que disfrutan más de la discrepancia"
R. Es una de las peculiaridades, no sé si de este país o de muchos más, pero aquí pasa eso, que en cuestiones donde la sociedad se pondría de acuerdo de una manera bastante inmediata, los políticos parece que disfrutan más de la discrepancia. Vivimos un momento en el que el consenso debería presidir muchas de las decisiones y sin embargo eso no se está dando por la lucha partidista tradicional y por los intereses electorales y particulares.
P. En este sentido se habla mucho de polarización, de pensamiento único, ¿usted, que recorres con sus entrevistas todos los rincones de la sociedad qué opina de esto, realmente somos más intolerantes que hace unos años?
R. Creo que lo que pasa es que los intolerantes hacen mucho ruido y están demasiado presentes en la vida pública y en los medios de comunicación. No hay tanto ruido en la calle, pero los que lo quieren hacen mucho.
P. Plantear este programa en este formato hace un año sería una locura. ¿Estos meses han demostrado que pueden hacerse las cosas de otro modo más simple? ¿Cree que esta experiencia repercutirá en el futuro?
R. Ojalá que no olvidemos este grado de reflexión que vivimos durante estas semanas porque creo que en la reflexión y en la filosofía puede estar la clave de cara a cambiar alguna de las cosas que debemos cambiar de cara al futuro. Aunque ahora que se suceden los rebrotes quizá apreciamos la dificultad de lograrlo. Todo es todavía demasiado nuevo y muchos han creído que después de doblegar la curva, ese gran objetivo, ya estaba pasado el peligro. Pero el peligro seguirá ahí durante muchos meses e incluso diría durante varios años, por lo que hay que concienciarse y convencerse de que no podemos volver a hacer la vida de antes de la pandemia.
P. De nuevo como en los últimos años se ciernen nubes más que negras, pues más allá de la enfermedad aún incontrolada se habla ya de graves problemas económicos. ¿Cómo mantener la esperanza y perder el miedo?
R. Podemos seguir viviendo, con todo lo que significa vivir, pero que ahora mismo tenemos que cumplir una serie de limitaciones para precisamente disfrutar de la vida, porque si no podemos pasarlo realmente mal. Todavía no tenemos la perspectiva histórica suficiente para ser conscientes de lo que hemos vivido y de lo que aún estamos viviendo. De todas estas entrevistas, sobre todo a los personajes anónimos, me quedo con la cordura, con esa gente que nos ha hecho ver el valor de profesiones que hacen que tengamos un día a día normal. Pero esto no debe quedar ahí, en unos aplausos, si no en apreciar realmente lo que tenemos y en esperar que el futuro sea mejor.