Delibes. Así se titula, sin adjetivos ni aposiciones porque no los necesita, la exposición dedicada a la vida y obra de uno de los novelistas más importantes de la historia de la literatura española —el tercero tras Cervantes y Galdós según la opinión del académico Luis María Anson— que puede verse desde este jueves 17 de septiembre hasta el 15 de noviembre en la Biblioteca Nacional de España. Organizada con motivo del centenario del nacimiento del autor, la muestra ha contado con la participación de la BNE, Acción Cultural Española (AC/E), la Fundación Miguel Delibes —gran parte del material recopilado puede consultarse digitalmente en su página web—, la Junta de Castilla y León y la Diputación y el Ayuntamiento de Valladolid. Tras su estancia en Madrid, donde este jueves la inauguran los reyes, la exposición viajará a la capital castellana, donde podrá visitarse a partir de diciembre.
“Delibes supo unir de manera casi mágica vida y literatura, y eso se refleja en esta exposición”, afirma Ana Santos, la directora de la BNE. Su comisario, el escritor, periodista y gestor cultural Jesús Marchamalo, la define como “una exposición austera y acogedora” y Elisa Delibes, hija del escritor y presidenta de la Fundación Miguel Delibes, opina que esa austeridad “encaja perfectamente” con el carácter de su padre. Cree que le habría gustado ver la exposición, a ser posible a solas, porque no le entusiasmaban los actos públicos ni los agasajos, y que “le habría encantado”.
“Que la Biblioteca Nacional se ocupe de la figura de mi padre lo convierte definitivamente en un clásico”, ha añadido la hija del escritor, que hace dos años también compareció en la BNE para presentar un cuento inédito con ilustraciones escrito y dibujado por su padre a los 18 años. Esta canonización literaria comenzó en vida del escritor, y ha continuado a lo largo de las últimas décadas. Autor de medio centenar de obras, traducido a más de 30 idiomas y ganador de los premios literarios más importantes del ámbito hispánico —obtuvo el Cervantes, el Príncipe de Asturias de las Letras, el Nacional de Literatura, el de la Crítica y el Nadal, entre otros muchos—, los hitos de su bibliografía como El camino, Cinco horas con Mario, Las ratas, Los santos inocentes o El hereje se siguen reeditando y se siguen leyendo, dentro y fuera de las aulas. Ana Santos define al autor como “un superventas de la buena literatura”. “No hay una sola librería, grande o pequeña, donde no se encuentren cinco o seis libros de Delibes”, asegura Marchamalo. Elisa, por su parte, considera como “la guinda del pastel” esta exposición que se inaugura con seis meses de retraso debido a la pandemia. Su apertura estaba originalmente prevista para el 19 de marzo, y durante todo este tiempo ha estado ya montada, a la espera de poder mostrarse al público.
Recorrido por la exposición
Nos da la bienvenida a la exposición una foto de Delibes “con mirada traviesa” —dice Marchamalo—, una expresión poco ligada a la iconografía del escritor, y que anticipa lo que nos espera al otro lado: “una muestra austera y discreta, llena de emociones y nada intimidatoria”, insiste el comisario. “Recoge todas las facetas de mi padre con coherencia y cohesión”, señala a su vez Elisa Delibes.
La primera de las tres salas recorre los orígenes familiares de Delibes, comenzando por su abuelo francés, Frédéric Delibes —sobrino del compositor Leo Delibes—, que había llegado a España como técnico especialista para la construcción del ferrocarril desde Alar del Rey a Santander, y acabó enamorándose de una joven montañesa, casándose y estableciéndose en Valladolid. Dicen que a su abuelo le debe Delibes su educación francesa y el amor por la naturaleza de toda la familia, mientras que la burguesía vallisoletana era más urbanita, “de puro y casinos”, explica Marchamalo.
Las paredes y vitrinas de este primer espacio continúan explorando la infancia, la juventud y las grandes aficiones de Delibes: la caza, la pesca, la naturaleza y el deporte, especialmente el fútbol, andar y pasear en bicicleta. Se documenta también su breve paso por la marina durante la guerra civil cuando tenía 16 años, como voluntario del ejército sublevado aunque no por adhesión ideológica, sino porque Valladolid se posicionó a favor de este bando desde el inicio de la guerra. "Ante el terror de poder ser movilizado y tener que ver a aquellos compatriotas a quienes tenía que disparar al otro lado de la trinchera, decidió alistarse en la marina y pasa un año embarcado en el crucero Canarias", explica Marchamalo.
Pero sin duda el lugar predominante de la sala lo ocupa el retrato de Ángeles de Castro, la mujer de Delibes, que pintó Eduardo García Benito en los años sesenta, y que inspiró el título de Señora de rojo sobre fondo gris (1991), la novela en la que el escritor condensó, con los mimbres de la ficción, el duelo por la muerte de su esposa.
Se exhibe, junto al retrato, la máquina de escribir que Ángeles le regaló a Miguel cuando eran novios. Parecía conocerle mejor que él mismo. “Tuvo algo de premonitorio que mi novia me regalara aquel día una máquina de escribir, y que fuera precisamente el Día del Libro, en un momento en que no se me había pasado por la cabeza ser escritor”, reza una cita de Delibes sobre la vitrina. Es obvio que la premonición se cumplió con creces, aunque el autor siempre prefirió escribir a mano sobre cuartillas recortadas por él mismo del papel con que se imprimía el Norte de Castilla, el periódico al que estuvo ligado toda su vida y en el que empezó como caricaturista y acabó como director.
Los manuscritos son, de hecho, una parte muy importante de la exposición, como no podía ser de otra manera en una muestra auspiciada por la BNE, que atesora el legado de los escritores más importantes de nuestras letras. En la segunda sala, presidida por el recio y austero escritorio —a imagen de su dueño— en el que Delibes trabajó durante décadas, se exhiben los manuscritos de El camino (1950), Las ratas (1962), Cinco horas con Mario (1966), El príncipe destronado (1973), Los santos inocentes (1981) y El hereje. Enriquece la experiencia de su contemplación la voz de José Sacristán recitando fragmentos de las obras, así como los breves comentarios de los escritores Marta Sanz, Elvira Lindo, Luis García Montero, Manuel Longares, Lorenzo Silva y Nuria Barrios explicando la importancia que estas han tenido en sus vidas.
José Sacristán recita un fragmento de 'El camino'
En el catálogo, concebido más como una obra autónoma que como una síntesis de la exposición, escriben artículos escritores como Sergio del Molino —uno de los herederos del Delibes más rural—, Pilar Adón, Bernardo Atxaga, Gustavo Martín Garzo, Aroa Moreno y el académico Pedro Álvarez de Miranda, el naturalista Joaquín Araújo, o los actores José Sacristán y Lola Herrera.
La tercera sala de la exposición está dedicada en parte a los muchos reconocimientos que Delibes obtuvo en vida. Se muestran la medalla y la placa del Premio Cervantes que ganó en 1994 y la escultura del Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 1982, así como su discurso de entrada en la RAE en 1975, en el que arremetió contra el progreso mal entendido, revelándose como un ecologista adelantado a su tiempo, y cuyo manuscrito acaba de donar la familia a la BNE. El reconocimiento le llegó también en forma de adaptaciones cinematográficas de sus obras. El camino (Ana Mariscal, 1962), fue la primera de las nueve obras suyas que se convirtieron en películas, destacando la inolvidable Los santos inocentes (Mario Camus, 1984).
Se muestran también las fotografías y cartas que ilustran la relación de Delibes con otros escritores y artistas —Carmen Martín Gaite, Carmen Laforet, Josep Pla, Francisco Ayala, Ana María Matute, Antonio Mingote, Camilo José Cela, Francisco Umbral, Rafael Alberti, José Hierro...—, las adaptaciones teatrales de sus novelas, así como los manuscritos, notas preparatorias y ejemplares de las últimas obras del escritor castellano. Un espacio propio merece la relación de Delibes con el periodismo y con El Norte de Castilla, así como los rifirrafes del escritor con la censura franquista en sus facetas periodística y literaria.
Finalmente, volvemos sobre nuestros pasos hacia la primera sala, donde el último tramo de la exposición muestra el gran retrato de Delibes que pintó John Ulbricht y que presidió durante décadas el salón de la casa del escritor, así como una cronología de su carrera literaria. Y, antes de salir, una cita de Delibes en el ocaso de su vida que resume su actitud e invita a la emulación: “He sido fiel a un periódico, a una novia, a unos amigos, a todo con lo que me he sentido bien. He sido fiel a mi pasión periodística, a la caza… Lo mismo que hacía de chico lo he hecho de mayor, con mayor perfeccionamiento, con mayor sensibilidad, con mayor mala leche. Siempre he hecho lo mismo”.