“Todos los grandes autores tienen textos marginales —cartas, notas, conferencias, entrevistas…—, y muchas veces estas obras menores de los autores mayores donde, además de intimidades, se descubren en ocasiones claves esenciales de lo que se oculta en el núcleo de una obra”, explica el escritor José Lázaro, biógrafo canónico de Luis Martín-Santos, aludiendo como ejemplo a la famosa correspondencia de Falubert. La idea cobró fuerza en su mente cuando preparaba el volumen Vías paralelas: Vargas Llosa y Savater, un ensayo dialogado entre ambos autores y sus escritos que deja de manifiesto “el sorprendente paralelismo entre las trayectorias biográficointelectuales de ambos, con sendos giros ideológicos e idéntico compromiso literario y vital”.
Y es que fue el filósofo español, el que dio título a las Sobras completas de Mario Vargas Llosa que hoy presenta la editorial Triacastela, una terna de libros que componen un panorama de la literatura del Nobel que le ha sorprendido y desconcertado incluso a él mismo. Junto al volumen citado, se incluyen dos inéditos para el público español: el volumen de entrevistas Diálogos en el Perú, un recopilatorio de casi cuarenta entrevistas realizadas a Vargas Llosa por periodistas peruanos a lo largo de más de 50 años; y un libro de conferencia, La realidad de un escritor, que recoge unas charlas ofrecidas por el académico a finales de los años 80 en la neoyorquina Universidad de Siracusa que, al estar originalmente escritas en inglés, nunca habían visto la luz en español, lo que convierte al volumen en la primera traducción de Vargas Llosa de otro idioma al nuestro.
“Estos tres libros enriquecen mucho la visión que se pueda tener de mis novelas”, explica Vargas Llosa, “porque en ellos hay muchos elementos de composición, vivencias, opiniones y recuerdos que había olvidado, que me han sorprendido y desconcertado”. En este viaje al pasado, el escritor se ha reencontrado, por ejemplo, con muchos detalles que marcaron sus primeras obras y que el paso del tiempo había ido enterrando o configurando de forma diferente.
Volviendo a los orígenes
Por ejemplo, la relectura de las charlas de La realidad de un escritor le ha retrotraído a su primer viaje a la Amazonía peruana, un periplo de un par de semanas, pero que "fue quizá el viaje más fructífero que he hecho en mi vida. Fue espectacular encontrarme con esa vegetación exuberante, un mundo apenas hollado por la presencia humana, ciudades prácticamente aisladas…”, rememora. “Además, descubrí que en la selva de mi país había un Perú muy primitivo donde la explotación humana era muchísimo más visible y compatriotas que casi no habían salido de la Edad de Piedra, como los machiguengas”.
“Estos tres libros enriquecen mucho la visión de mis novelas. Están llenos vivencias, opiniones y recuerdos que había olvidado y me han sorprendido"
Un mundo nuevo que, como reconoce, le proporcionó “una de las grandes fuentes de sus novelas: la importancia de los habladores, de los contadores de cuentos que recorrían estas aldeas. Me atrapó la curiosidad, la expectativa con la que estos núcleos humanos esperaban a esos narradores, que les hacían sentir parte de una comunidad”. De ese viaje salieron, reconoce Vargas Llosa, "libros como La casa verde, Pantaleón y las visitadoras y otro volumen del que estoy muy orgulloso pero que es el que menos ha circulado de todos los míos, que es El hablador, un reconocimiento a esa figura del narrador oral”.
En este sentido, el escritor también ha valorado las claves narrativas que encierra el volumen Diálogos en el Perú, pues considera que, leídas con la perspectiva del tiempo, “explican muy bien libros recién publicados y al estar hechas por periodistas autóctonos, que conocen perfectamente las fuentes y la historia de Perú, desvelan qué hay detrás de muchos de mis personajes”.
Es el caso del personaje del Cayo Bermúdez, el más oscuro de su novela Conversación en La Catedral, inspirado en una visita que hizo como universitario al temible Esparza Zañartu, brazo represor durante la dictadura de Odría en la que Varga Llosa se crio. “Era un personaje brutal que daba la impresión de ser un pobre diablo”, explica, “y que me sirvió para condensar la manera en la que la dictadura afectó a la vida del Perú, no solo política, pues solo cabía la oposición, sino en la vida profesional o personal de los ciudadanos”.
Pensar es cambiar de ideas
En cuanto al tercero de los libros, el que imbrica su vida y obra con la de Fernando Savater, Vargas Llosa reconoce admirar mucho al filósofo, al que considera “un intelectual independiente, un modelo de escritor comprometido cuyos textos siempre han dependido de una realidad inmediata que está ahí”, defiende. “Y no me refiero solo a la independencia con la que ha escrito sobe el problema del nacionalismo, ni a los años cuando estuvo amenazado por ETA y tuvo que exiliarse de su San Sebastián querido sabiendo que arriesgaba su vida, sino a un compromiso real con la verdad y la libertad”.
Y es que el Nobel reconoce que la gran influencia que tuvieron en su juventud los existencialistas, en particular Sartre, “me dejó la idea del compromiso literario. La idea de que un escritor sí contribuye como escritor a la evolución de la sociedad, porque si se compromete puede condensar y explicar las fuerzas y contradicciones de cada época”, sostiene. “El escritor, la literatura, tiene una visión mucho más permanente, menos inmediata que el político, y puede mirar mejor al futuro y defender mejor las causas en las que se compromete”.
"Sartre me inculcó la idea de que un escritor, si se compromete, puede explicar las fuerzas y contradicciones de cada época"
Sin embargo, esta posición no está exenta de dudas y requiebros, como reconoce el escritor, que considera que “pensar es cambiar de ideas. Yo he cambiado muchas veces de ideas y me he equivocado muchas veces, pero creo que siempre con buenas intenciones”. Por ello, no solo no ve mal, sino incluso necesario, confrontarse con ese pasado que a veces puede ser humillante o doloroso. “Somos lo que hemos sido en nuestra vida a pesar las contradicciones y las negaciones”, ha afirmado. “Lamento mucho haber creído en determinadas cosas, pero lo hice, y forman parte de mi vida y de mi trayectoria, por lo que sería completamente ridículo negarlas porque hoy tenga otra manera de pensar”.
“El resultado de toda esta evolución, si es que evolución ha habido y no regresión, es lo que constituye a un ser humano. Un escritor no tiene derecho de negar su pasado, pues forma parte de su presente. Si ha cambiado su manera de pensar debe exponerlo y explicar claramente porque cambió respecto a la literatura, a aspectos sociales, a la literatura…”, ha remachado. “Un intelectual es ese conjunto, esa evolución que ha vivido a lo largo de su vida, y todo ello da un momento muy concreto, muy preciso, de la polémica inevitable en la que está inmersa toda persona que piensa. Es el reflejo de una vida y de su época, y debe mostrarse así”.
El fin del español
Para terminar, el escritor se ha hecho eco de la reciente polémica sobre la propuesta para erradicar el español como lengua vehicular, que le arranco una sonora carcajada. “La supresión del castellano me parece una idiotez sin límites, un disparate que nos debería llevar a enormes carcajadas a todos”, contestó tajante, antes de añadir con mayor seriedad que “todo se explica por el contexto. El Gobierno quiere que le aprueben los presupuestos. Para eso necesita los votos de la izquierda catalana, que quiere romper España. Que se suprima el español como lengua de España también da gusto a Podemos y Bildu, que, también, a su manera, desean acabar con España. El resultado es que España no tiene lengua oficial”, se lamenta el Nobel.
"La supresión del castellano me parece una idiotez sin límites, un disparate que nos debería llevar a enormes carcajadas a todos"
“De todo esto resulta que España es un país que no tiene un idioma oficial, pero ahora cabe preguntarse una cosa: ¿Qué sucede con los más de quinientos millones de hablantes de español? ¿Cómo vamos a explicar a los mexicanos, el país con mayor población de hablantes, que España no tiene lengua propia porque se ha abolido —y esto es lo mejor del caso— en una ley de Educación? Es un disparate que no tiene cabida en cabeza alguna”.
Y finalizaba, con cierto enojo, “no vamos a reemplazar español por el gallego, el bable, o el catalán, que son unas grandes lenguas y me parece muy bien que existan, de hecho, las leyes les dan presencia, pero no a costa de sacrificar el español. Es una idiotez que no tiene perdón”, aseguraba antes de instar, como académico a que la RAE, que se pronuncia esta tarde sobre el asunto, lance un mensaje contundente. “La Real Academia Española debe pronunciarse de una manera categórica sobre este asunto sin entrar en las miserias políticas que existen detrás de esta supresión de la lengua española. Si uno cuenta esto, es que da vergüenza ajena. Este intento de abolir el español es para reírse, no para llorar”.