Antiguo propagandista militar e hijo de campesinos, Yan Lianke (Henan, 1958) confiesa que comenzó a escribir “sencillamente, como una forma de escapar al hambre y a la vida campesina. Quería servirme de la escritura para pasar de labriego a ciudadano y obtener fama e ingresos”. Cuatro décadas después, su universo literario, construido mediante sátiras agridulces y vívidas descripciones de las realidades que el régimen chino habría preferido ocultar —en novelas como Días, meses, años; El sueño de la Aldea Ding, Servir al Pueblo, Los Besos de Lenin o Los Cuatro Libros— le ha valido la expulsión del ejército nacional, la prohibición de publicar en todo el país y prestigiosos galardones como el Lu Xun y el Lao She chinos, el Franz Kafka, dos nominaciones al Man Booker International y sendas candidaturas al Princesa de Asturias y al Nobel.
Amparado en su indiscutible papel de referente de la literatura china contemporánea, el hoy profesor de Literatura en la conocida Universidad Popular de Pekín, dejó hace años de tratar de publicar en su país y, por ende, de preocuparse por la censura, pues como explica “cuando dejo de pensar en las exigencias editoriales, en si mi obra se va a divulgar o no, escribo con una libertad imposible en el caso de quienes deben preocuparse por publicar”.
Una libertad que destila en preguntas como: ¿Qué pasaría si, de pronto, todos los habitantes de un lugar cayeran presa de un extraño sonambulismo que les empujara a cometer todos esos actos y deseos que reprimimos despiertos por prudencia, convenciones sociales, miedo o vergüenza? Esto es lo que ocurre en La muerte del sol (Automática), la nueva novela del escritor chino, que ilustra con un lenguaje a un tiempo lírico y brutal los hechos de una terrible noche de sueños que pronto se tornan pesadillas.
Realismo espiritual
Pregunta. Su novela explora los sueños de la gente, plagados de confesiones, deseos, miedos… ¿cuando soñamos es cuando más libres somos?
Respuesta. Creo que nuestros sueños guardan deseos y miedos, la oscuridad más oculta y, en mitad de esta, los frágiles destellos de luz en que se esconden los ideales, las ilusiones y las pesadillas individuales, colectivas. La muerte del sol es una obra realista, o más concretamente lo que he venido a llamar ‘realismo espiritual’, un estilo que no hace hincapié en la realidad palpable de la vida, sino en la del alma y del espíritu. Esta forma de escribir me ha llevado a experimentar la fuerza y la belleza de la imaginación. Para mí, lo imaginario es más importante que lo real. Preferiría morir a verme privado de imaginación. Los sueños son solo uno de los terrenos en los que crece la imaginación, una pista o una plataforma en la que la imaginación puede alzar el vuelo y aterrizar.
"Para mí, lo imaginario es más importante que lo real. Preferiría morir a verme privado de imaginación"
P. Explora qué ocurriría si todos actuáramos sin ataduras sociales, y cumpliéramos nuestros sueños. ¿Realmente sería todo tan caótico y maligno: asesinatos, robos, venganzas…?
R. Las ataduras sociales y la pérdida de libertades pueden desencadenar una especie de fuerza oscura latente. Los sueños ofrecen la oportunidad de dar rienda suelta a aquello que no podemos experimentar en la realidad, como la libido del adolescente, que se desata cuando este duerme. De este modo, todo aquello que la razón, la sociedad y el inconsciente contienen, y que no puede materializarse a la luz del día, podría (y esta es solo una posibilidad) concretarse de manera desenfrenada en los sueños. Sin embargo, ¿no fueron acaso más terribles los asesinatos, robos, venganzas y violaciones durante la Revolución Cultural (una horrible pesadilla), que los sucesos de mi novela? ¿No fue más espantoso el exterminio judío durante la Segunda Guerra Mundial? ¿No es acaso el relato que recoge mi novela Los cuatro libros la historia real del comunismo? En momentos concretos de la historia en los que se ha perdido la razón y la gente se ha movido en una especie de ensoñación han ocurrido un sinfín de hechos terribles.
P. Esta descripción de una sociedad presa de sus peores impulsos, que representa los odios reprimidos y las obsesiones de pesadilla, ¿sería extrapolable a cualquier sociedad, podría ocurrir en cualquier parte del mundo?
R. Podría suceder en cualquier espacio y país, como una hierba venenosa, capaz de propagarse por cualquier lugar a poco que encuentre un suelo de cultivo y una temperatura apropiados. Cuando hablamos de cultura humana no nos referimos únicamente a la ciencia y la tecnología modernas, sino sobre todo a la naturaleza humana. La ciencia, la tecnología o la electrónica carecen de sentido cuando se pierde la razón. La muerte del sol narra precisamente eso: una existencia y un estado en los que la gente ha perdido la razón.
P. La novela cita múltiples épocas antiguas y recientes de China. ¿Cómo consigue su sociedad un equilibro entre el sistema de los últimos setenta años y el mundo actual?
R. No hay equilibrio, sino exploración. Se trata más bien de “cruzar el río tanteando las piedras”, como dice un viejo refrán chino. Cuando los problemas aparecen, no queda más remedio que solucionarlos, con tranquilidad y equilibrio. El desarrollo de la sociedad china se basa precisamente en esto: en solucionar los problemas a medida que estos van surgiendo para seguir avanzando. Así, las fuertes contradicciones actúan como la fuerza motriz que hace que China avance.
P. Como en el Ulises de Joyce, aquí todo ocurre en un solo día caótico y precipitado, ¿por qué lo condensa en unas horas?
R. El Ulises de Joyce es sin duda una inspiración, no solo por los aspectos temporales de la narración, sino también por la relación entre la conciencia de los personajes y sus actos. Por otra parte, mi intención era establecer una unión entre el tiempo y el sol como algo fluido. El tiempo, como el sol, va alumbrando el argumento de la novela. Sin embargo, cuando el tiempo muere con el sol, y deja de existir y de fluir, la historia continúa. En La muerte del sol, no obstante, mis experimentos con el tiempo no están muy madurados. En el futuro me gustaría ahondar en esta “creación del tiempo” a través de la escritura, con el objetivo de dotar a las narraciones y a la literatura de nuevos métodos y una vitalidad diferente.
“Del 'Quijote' al realismo mágico, la literatura en español ha influido en los autores orientales de una forma amplia y profunda”
Amante de la literatura occidental, Yanke está leyendo ahora El hombre sin atributos de Robert Musil, “una gran novela que me enseña cómo dar la vuelta a lo que otros escriben”. En cuanto a la literatura en español, comenta que su traductora le recomendó hace un par de años Corazón tan blanco, de Javier Marías, “cuya maestría narrativa me gustó y me sorprendió. Últimamente también he leído 2666, de Roberto Bolaño, y Pájaros en la boca, de Samanta Schweblin”. En particular, considera significativo el caso del chileno, pues “la edición en chino de 2666 pesa más que un ladrillo y, a pesar de esto, casi se podría decir que Bolaño se ha convertido en un fenómeno literario en China, cuestión que, en mi opinión, merecería ser estudiada”.
Pero, además, Lianke apunta que “desde el Quijote hasta el realismo mágico la literatura en lengua española ha influido en los autores orientales, de una forma mucho más amplia y profunda de lo que puedan imaginar. Los escritores chinos citan a diario los nombres de autores españoles o de habla hispana, con los que están muy familiarizados”. Sin embargo, lamenta que “en los últimos años, más concretamente desde principios del siglo XXI, el número de títulos de habla hispana que se han traducido al chino ha disminuido de manera muy significativa. No me gustaría que esta costumbre se viera interrumpida”.
Escribir es suficiente
P. ¿Cómo vive que sus obras estén prohibidas en su país? ¿Se leen de forma clandestina?
R. Una decena de mis novelas están prohibidas, sí, pero es algo a lo que ya me he acostumbrado. Viví mi juventud durante la Revolución Cultural, cuando si a un escritor le prohibían tal número de obras acababa en la cárcel y el patíbulo. Hoy en día, sin embargo, aunque no pueda publicar me está permitido escribir, lo que ya es un consuelo. Por otra parte, si bien mis obras no pueden ver la luz en la China continental, sí pueden hacerlo en Taiwán y en Hong Kong, además de en otros países, a través de la traducción. Así pues, no tengo grandes exigencias con respecto a poder o no publicar. Me basta con poder agarrar el bolígrafo y escribir libremente lo que me plazca.
P. Ha afirmado que en su país los intelectuales se sienten en un peligro inconcreto, ansioso e inquietante. ¿De dónde nace y cómo se convive con él?
R. Me refiero a un sentimiento de desasosiego y miedo. El desasosiego nace de una suerte de inquietud siempre oculta en la sociedad, una sensación constante de “movimiento revolucionario” que nunca ha cesado. ¿Cómo convivir con la intranquilidad? No hay forma de hacerlo. Tan solo podemos rezar para que la sociedad sea cada vez más abierta y avanzada, y lo cierto es que la sociedad china actual es más abierta, liberal y tolerante que hace treinta años.
"No tengo miedo a la página en blanco, sino a querer escribir muchas cosas y no poder hacerlo por estar viejo y débil"
P. Se incluye como personaje del libro, e incluso es bastante crítico consigo mismo. ¿Qué le permite esto?
R. Es posible que me preste especialmente bien a la autorreflexión y la autocrítica. Cada vez que escribo una novela, me pregunto: “¿Qué puedes mejorar? ¿En qué aspectos puedes escribir mejor?”. Desconfío de mí mismo. Desconfío del sentido de mi vida, del valor y la originalidad de mi escritura, y apenas tengo confianza en mi propia existencia ni en mi obra. Al introducirme en la novela sencillamente he querido ofrecer al lector otro Yan Lianke.
P. El narrador le acusa de extraer siempre su material narrativo de su pueblo natal. ¿Es realmente un expolio?
R. Todos los escritores expolian y roban de la vida. Cuanto mejor es el escritor, mayor es el expolio, sobre todo en el plano espiritual. El buen escritor no busca lo material —ropa, vivienda, comida…—, sino sustraer con voracidad la sangre y el espíritu que componen la vida.
P. Su personaje sufre incapacidad para escribir. ¿Teme al folio en blanco?
R. Hasta la fecha no me he encontrado en esa situación, aunque pienso a menudo que llegará el día en que, debido a mi avanzada edad, no seré capaz de escribir más, y entonces me invade una sensación de miedo, casi diría terror. No tengo miedo a la página en blanco, sino a querer escribir muchas cosas y no poder hacerlo por estar viejo y débil, o a escribir cada vez peor y de forma vergonzosa.
Política omnipresente
P. Aquí la crítica política, también presente, es mucho más velada que en otras de sus novelas, ¿por qué adopta este tono más lírico y oblicuo?
“En China, la política es una parte de la realidad que vive la gente a diario. En cada grano de arroz está presente la política”
R. Tal vez porque a menudo se me califica como “el escritor más controvertido de China”, o “el autor más censurado”, he tenido la sensación de que mi obra se ha malinterpretado en multitud de ocasiones. A decir verdad, la crítica política no es algo en lo que piense a la hora de escribir. Me preocupa más la naturaleza de la vida o de las personas para determinar cómo va a ser una novela. En China, la política, además de ser meramente política, forma parte de la vida en sí. Dicho de otro modo, la política es una parte de la realidad que la gente vive a diario, como el combustible, el arroz, el aceite la sal o el té. En cada grano de arroz que llena el cuenco de los chinos, está presente la política. En los últimos años, por ejemplo, China está impulsando toda una serie de medidas para combatir la pobreza que abarcan qué cultivar y cómo, formas de venta y distribución…, de modo que en todas las regiones pobres hay funcionarios del partido que diseñan planes y medidas. ¿Cuánto de política hay en cada rábano y en cada col que plantan los campesinos? Las plantaciones de tabaco y fruta están organizadas y planificadas. Así, ¿hay o no hay política detrás de cada manzana, de cada pera, de cada cigarrillo que la gente se fuma? Las “grandes narraciones” de la literatura china abarcan política e historia, pero con La muerte del sol he querido apartarme de estas grandes realidades sociales.
P. Ha sido crítico con la actuación de China en la pandemia. ¿Cómo cree que cambiará el mundo?
R. Cuanto más se haga y más sensible se sea ante la propagación de la pandemia, mejor. En cuanto al futuro, no soy médico ni sociólogo, pero sí me consta, sin embargo, que los cambios serán colosales. Así, por ejemplo, cuando todo esto pase, en China habrá quien, por desgracia, confíe aún más en la autoridad, o en que es razonable que el big data nos reste privacidad.
P. Durante la pandemia escribió a sus estudiantes de la Universidad de Hong Kong una carta sobre la necesidad de la memoria, de no permitirse olvidar. ¿La literatura es eso: memoria, testimonio?
R. La literatura es un arte capaz de recordar la verdad, pero sobre todo es una manifestación espiritual de la verdad. La memoria puede ser a la vez una composición estética, como el Guernica de Picasso, que aúna arte y memoria de una forma perfecta y sobresaliente. Por ello, la literatura, sin ser la única herramienta posible para preservar la memoria, no puede renunciar a la responsabilidad estética de la memoria, que es inherente a toda forma de arte.