Tras el éxito de Temporada de huracanes (2017), traducida a quince idiomas y multipremiada en todo el mundo, Fernanda Melchor (Veracruz, 1982) descubrió que a veces las buenas críticas y los miles de lectores sientan "un poco mal" porque pueden robarte la concentración y hacerte dudar de si podrás escribir algo mejor. "Sí –confiesa ahora a El Cultural–, al menos el fracaso nos hace conectarnos con nuestro verdadero yo, con nuestra verdadera preocupación, con la desesperación que todo escritor debe de sentir para motivarse a escribir."

En realidad, tenía casi lista Páradais, la novela que ahora acaba de publicar: la había comenzado en 2016; el primer borrador, de 80 páginas, lo remató en 2018, y se había comprometido con su editorial a dedicar 2019 a rematarla "pero no pude porque salió el libro en Estados Unidos, en Alemania, y empezó a recibir premios... Necesitaba paz, silencio, alejarme de todo esto, y entusiasmarme con lo que quería contar. Tardé un poquito pero la pandemia, que nos ha traído tragedias terribles, me obligó a concentrarme. Pude decir durante dos meses que no iba a recibir llamadas, que no iba a hablar con nadie, que solo iba a trabajar y a terminar la novela. Y lo hice por la angustia que sentía por lo que estaba pasando en el mundo a causa del Covid. La verdad es que para conservar la cordura me refugie en Páradais".

Deseo enfermizo y criminal

Pregunta. Desde el principio, uno de los protagonistas, Polo, lo deja claro: “Todo fue culpa del gordo”… pero, además de la pandemia, ¿de quién fue la culpa de Páradais? ¿Está basada en algún hecho real, como Temporada de huracanes?

Respuesta. En este caso no. Por una parte, me enteré de que un pueblo de Veracruz llamado La Matosa, como el pueblo ficticio de Temporada de huracanes, una pequeña comunidad de pescadores de treinta personas, había desaparecido y en sus tierras construyeron un residencial de lujo muy exclusivo y con campo de golf. Y, por otro lado, desde hace tiempo siempre me han fascinado, como a muchos autores de mi generación, los asesinos en serie. La verdad es que hasta hace poco yo no me había dado cuenta de que los asesinos en serie son en realidad criminales sexuales, es decir, que hay un componente erótico, de perversión y de satisfacción sexual, en el acto de matar, y estuve un buen rato interrogándome acerca de cómo es que el deseo puede volverse patológico. Siempre hay un componente de violencia en nuestra sexualidad, eso es algo que cualquier psicoanalista puede decirle, pero me interrogué sobre cómo sería si ese deseo patológico fuese llevado como a las consecuencias más terribles, y sobre cómo es el despertar, por ejemplo, de una persona que tiene una sexualidad de este tipo.

"Al escribir esta novela me pregunté cómo sería para una persona el despertar del deseo patológico de matar"

P. ¿Y qué importancia tiene que transcurra en un conjunto residencial de lujo?

R. Es vital, porque he escrito mucho de la violencia en zonas marginadas, pero quise imaginar cómo sería si esa violencia nacía en el corazón de un sitio exclusivo, donde pareciera que no existe ninguna necesidad, y así es como surge Franco Andrade, un muchacho lleno de privilegios, que parece que lo tiene todo, rubio en un país donde ser o pasar por blanco es muy importante, y cómo de alguna forma nada de esto basta para evitar que aparezca en él una obsesión enfermiza  por una mujer que le lleva a la violencia y al crimen.

P. Sus novelas anteriores (Falsa Liebre, Temporada de huracanes) comparten con Páradais una violencia extrema. ¿Por qué esta exploración?

R. Sí, están unidas de alguna manera misteriosa al abordar historias donde la violencia desencadena o es el resultado sobre todo de la  ejercida por los hombres, pero estilísticamente son novelas que apuestan por un shock violento en confrontación con el lector, y estas tres novelas las escribí a lo largo de diez años y sí, tienen un aire de familia.

Una flecha en el blanco

P. ¿Cómo y cuándo nace su fascinación por este tema?

R. Vengo de un lugar muy rico en leyendas, y me recuerdo desde niña muy interesada en las historias fuertes. Por ejemplo, este personaje fantasmal que sale en la novela, el de la condesa sangrienta, es una mezcla de una leyenda colonial que existe en Veracruz, la de la Condesa de Malibrán, una terrateniente muy rica que raptaba a sus peones y los torturaba y del personaje de Erzsébet Báthory, la condesa de Europa del Este que fue acusada de muchos crímenes, y que uso como metáfora para hablar de cómo la misoginia muchas veces está basada en el miedo a las mujeres. Siempre me han llamado la atención las historias sobrenaturales, oscuras, y he tratado de explorar el porqué. Creo que se debe a que vengo de una familia disfuncional, donde viví maltrato psicológico, también un poco físico, y desde muy joven me di cuenta de que vivía en un país donde a menudo pasaban cosas muy violentas contra las mujeres, en general contra todo el mundo pero en particular contra las mujeres.

P. Cualquiera diría que no le teme a las historias de terror...

R. La verdad es que siempre he buscado libros oscuros, me relajan mucho, porque tu vida puede ser terrible, puedes estar pasando por un mal momento  pero nunca te va a ir peor que a esos personajes de las historias de horror, encuentro en ellas un extraño consuelo. También me gusta Stephen King, la literatura negra, las historias de detectives, y desde que empecé a escribir quería tomar esos símbolos, esas tramas, esos personajes, esas claves, y transformarlas en algo tal vez más literario, un poco inspirada por los autores del boom, que siempre experimentaron en la forma. No sé, Donoso, García Márquez, Vargas Llosa siempre fueron autores que escribían de una forma distinta que para los autores de ahora ya son formas clásicas.

"En Páradais quería devolver lo terrorífico a la violencia cotidiana. Como mujer me aterrorizan más los vivos que los muertos"

P. Mientras hablamos, pero también al leer Páradais, resulta imposible no recordar a Mariana Enríquez...

R. Gracias, la conozco y la admiro un montón, me encanta lo que hace; ella sí aborda directamente el género del terror, habla de temas sobrenaturales, es increíble, me encanta la forma en que no abandona jamás el género pero al mismo tiempo introduce estas pistas culturales, políticas, específicas de Argentina, de Latinoamérica. Me parece brillante, y su novela Nuestra parte de noche me encantó. En Páradais hay elementos sobrenaturales, pero, sin embargo, me gusta apostar por el realismo, donde los elementos terroríficos provienen de la misma realidad, de la misma humanidad de los personajes. Yo en esta novela lo que quería era devolver lo terrorífico a la violencia común, cotidiana; como mujeres estamos rodeadas de mucha violencia en México todos los días. Más que un fantasma o un vampiro, me aterrorizan más dos tipos como los protagonistas de mi relato, queriendo entrar en mi casa. Me asustan más los vivos que los muertos.

P. ¿Qué supone esta novela, con ese estilo casi cinematográfico y su complicadísima sencillez, en el conjunto de tu obra?

R. Mucho trabajo. Desde el inicio supe que esta novela iba a ser corta, que no podía demorarse tanto como Temporada de huracanes, que necesitaba mayor concisión, mayor precisión. En Páradais he puesto todo lo que he aprendido en estos diez años de trabajo, todas mis técnicas, todas mis armas, para que esta novela fuera como una flecha que diera en el blanco.

P. ¿Y por qué decidió meter al lector en la mente de Polo, un adolescente perdido, alcoholizado y sin futuro?

R. Para tratar de entender. En ese sentido este libro viene a cerrar un ciclo narrativo iniciado por Falsa liebre y que trata de la violencia, porque forma parte del ser humano, no es algo externo ni particular de nuestra época, eso es mentira. A veces pensamos que esta época es más violenta que ninguna otra pero realmente creo que en la Edad Media el ser humano era más cruel. ¿Por qué narrar desde la mente de un criminal de 16 años, con su ferocidad, con su violencia, con su indiferencia criminal? Bueno, no sé porque uno escribe algo, de repente siento la necesidad imperiosa de meterme dentro de ese laberinto y reflexionar para entender. Mi método de comprensión es la escritura, y pasa por construir historias.

Literatura y denuncia

P. Quizá lo más sorprendente de la novela sea cómo sus protagonistas retratan a las mujeres, como las cosifican y las temen, su visión tan deshumanizada y cruel. ¿Es la literatura una manera de denunciar esta realidad, o apenas un espejo de una violencia cotidiana no sólo en México?

R. Yo diría que ambas cosas. Quisiera que se notara, al leerme, que no me es indiferente esta violencia porque la intención estética de provocar al lector, de hacerle sentir terror, asco por estos personajes, tan desagradables, tiene que ver con esta postura moral mía. Quisiera que esta violencia no existiera y que nuestros niños y nuestras niñas no tuvieran que pasar por esto; pero creo que la literatura no es un buen espacio para denunciar. La literatura tiene una posibilidad, muy pequeña, marginal, porque nos pone en las cabezas de otras personas y puede provocar un pequeño cambio, pero solo de persona a persona, confrontándonos con nuestra propia violencia.

"La intención estética de provocar al lector, de hacerle sentir terror y asco por estos personajes es una postura moral"

P. Pero eso implica asumir ciertos peligros....

R. Desde luego. Yo corrí el riesgo, al usar un lenguaje tan misógino, de pasar por misógina, pero necesitaba utilizar ese material tan crudo y tan áspero porque quería desafiar al lector con discursos que a lo peor, en el fondo, tiene asumidos, o que lleva toda la vida escuchando. ¿Quién no ha conocido a un Franco Andrade, quién no le ha reído las gracias, o se ha callado cómplice, ante un machista que fanfarronea con lo que le haría a una mujer hermosa? Siempre hay un componente de agresividad, de violencia, en la sexualidad masculina y femenina. Quise ponerlo ahí y hacerlo de manera descarnada, brutal, para sorprender al lector, para impresionarlo, aunque a grandes rasgos no creo que la literatura pueda cambiar nada, va demasiado lento, de persona a persona.

P. Pero, ¿debe la literatura plantarse y estar frente al relato del poder económico, político y social?

R. Lo que me interesa, en lo personal, más que denunciar, es tener la capacidad de ver, escribir y visibilizar estos mecanismos de poder, pero es difícil porque todos estamos inmersos en estas ideologías. El escritor debe de ser capaz de ver más allá de los maniqueísmos, de la polarización política que vive nuestra sociedad, ver lo que hay detrás de lo que se nos presenta como lo normal. Es inevitable que los escritores tengamos ideas políticas y nos manifestemos personalmente a favor o en contra de algo, pero yo leo a escritores a los que admiro profundamente como Borges, a pesar de que era una persona muy conservadora, y eso no impide que disfrute con su literatura.

Hermanos mayores

P. Toda su obra remite a una corriente esencial en la literatura mexicana más actual, con autores tan destacados como Emiliano Monge o Antonio Ortuño. ¿Les conoce, les lee, le influyen?

R. Emiliano Monge y Antonio Ortuño para mí son como hermanos mayores. Les leí antes de conocerlos personalmente. Ellos pertenecen a una generación un poco anterior, así que yo crecí leyendo muchísimo al boom pero viendo cómo ellos empezaban a tener sus primeros éxitos y empezaban a tocar los temas que más me interesaban. Nos fuimos conociendo y nos hicimos muy amigos. Los respeto muchísimo, les pido consejo... Son los que me leen antes que nadie, mis hermanos mayores. A los tres nos interesa hablar del presente, de la desigualdad, de la desesperanza, de la violencia que no precisa de la miseria para mostrar su rostro, de la explotación que sufre gran parte de la sociedad mexicana...

Encendida al denunciar males endémicos de México como "el clientelismo, la corrupción y la impunidad. La violencia puede que siempre exista pero la certeza de no obtener nunca ninguna certeza es desoladora", Melchor interrumpe un instante su discurso para hacer un comentario sobre Lorca ("Me encantan sus cadencias", dice), al ver un tomo de su poesía mientras conversamos por internet, pero de inmediato retoma el hilo y recuerda cómo hay escritores que dicen que el narco no existe "en el sentido de que crimen organizado y Estado muy a menudo son la misma cosa, es espantoso". Y dice más. Que lo peor de la pandemia no ha sido que haya acentuado la desigualdad, que también, sino que ha multiplicado el aislamiento, "y eso para una sociedad como la mexicana, basada en fuertes lazos comunitarios, en la familia, en el barrio, es especialmente grave".

P. Hablando de la pandemia, ¿piensa que escribirá alguna novela o crónica sobre lo vivido y sentido este año tan atroz?

R. Creo que no, es demasiado pronto. Si le soy sincera, supongo que ya se están escribiendo novelas y diarios, pero estoy convencida de que lo mejor lo crearán esos niños que ahora no pueden ir a la escuela y que han tenido que renunciar a sus abuelos, a sus amigos, y siguen las clases en las televisiones de sus casas, porque la inmensa mayoría de la población no tiene acceso a internet. Seguro que hay muchos niños de familias disfuncionales que antes se refugiaban en los colegios huyendo de la violencia de sus padres, y que ahora han de sufrirla todos los días, todas las horas, en circunstancias espantosas y sin poder escapar. Créame, nos lo contarán.

@nmazancot