Se ha dicho miles de veces que la ficción puede ayudar a comprender o calibrar la magnitud de situaciones reales. Es una idea recurrente que, por ejemplo, el Centro Dramático Nacional luce como lema esta temporada: “Lugares de ficción para entender la realidad”. La misma idea toma cuerpo en el nuevo libro del escritor y académico José María Merino (La Coruña, 1941), uno de los grandes autores de relatos de nuestro país. En Noticias del Antropoceno (Alfaguara), vuelve al género con una colección de cuentos sobre los grandes problemas que caracterizan esta nueva era geológica en la que el Homo sapiens es el principal agente de cambio del planeta (a peor, claro).
Hay un tono de advertencia en estas breves ficciones sobre el continente de basura que flota en el Pacífico, sobre la inminente desaparición de las abejas, sobre los efectos del cambio climático y, más allá de los problemas estrictamente medioambientales, sobre asuntos sociales y políticos como la inmigración, la crisis de los refugiados, la robotización, la inteligencia artificial o los cambios que la tecnología está provocando en las relaciones humanas. Todo ello bañado por una capa de ironía que no debe confundirse con cinismo, sino todo lo contrario: el deseo de creer en el lado bueno del ser humano y que no todo está perdido. Porque a veces un buen cuento puede despertar conciencias inmunes a las estadísticas y a las noticias.
Pregunta. El protagonista del cuento que hace de prólogo se queda muy decepcionado al regresar a los lugares que visitó de joven y comprobar su deterioro. Pero cuando oye por primera vez el término Antropoceno se queda más tranquilo, como si el hecho de ponerle nombre al problema fuera suficiente. ¿Recuerda lo que pensó usted cuando escuchó por primera vez la palabra Antropoceno?
Respuesta. Me llamó la atención inmediatamente. Es un tema que me interesa mucho, realmente me preocupa la actividad humana, lo que estamos haciendo con el planeta. La palabra la usó por primera vez el Nobel de Química Paul Crutzen en el año 2000. La palabra aporta mucho, porque ha habido un enorme negacionismo del cambio climático, pero lo cierto es que en primavera en Madrid ya no se ven golondrinas, las abejas están desapareciendo... Tengo un pequeño campo en Valdemorillo y antes en verano se llenaba de insectos, ahora cada vez hay menos. Ya se ha calculado que en 2050 la Tierra tendrá cuatro grados más de temperatura media de la Tierra, y que en 2100 el nivel del mar habrá subido 20 metros. Todo eso se está demostrando viendo día a día lo que pasa.
P. ¿Dio primero con el tema general antes de empezar a escribir estos cuentos o se dio cuenta de que había un tema común entre varios cuentos ya escritos y siguió tirando del hilo?
R. Se trata de un tema que he trabajado en otras ocasiones. En 2008 escribí Las puertas de lo posible, un cuento de ciencia ficción que en cierto modo tenía que ver con estos temas. Después volví al tema al reunir en Cuentos de la naturaleza muchos relatos de otras antologías. El tema lo tenía ya en la cabeza.
P. En estos cuentos, en algunos más que en otros, vemos un tono de denuncia. ¿La literatura tiene el deber de señalar los problemas del mundo real?
R. Cuando empecé a escribir estábamos todavía en el franquismo y existía la idea de la literatura de compromiso social, pero era absurdo porque había una censura que impedía ejercerlo. Pero creo que ante los problemas tan graves que está atravesando el mundo, esa transición telúrica tan importante, debemos hablar de ello, y crear ficciones que inviten al lector a reflexionar.
P. ¿Cree que la ficción puede ser más útil que la no ficción para concienciar a la gente?
R. Creo que las grandes ficciones lo han demostrado. El espíritu del ser humano, esa especie de soñador capaz de lo mejor y de lo peor, está en el Quijote. La literatura ha fijado unos arquetipos que nos hacen comprender mejor la realidad. A mí me preocupa que siendo el tema medioambiental tan grave como es haya tanta despreocupación e incluso negacionismo.
"Uno escribe en primer lugar porque le gusta escribir. Esperar que la literatura tenga efectos drásticos en la situación mundial sería pueril"
P. En esta colección de problemas del mundo actual no podía faltar una referencia al coronavirus. Es el cuento “Virología”, donde se habla de “la extraña neumonía de Wuhan” y se presenta al virus como un arma biológica, una de las teorías de la conspiración más escuchadas. ¿Usted comparte esa sospecha?
R. Es cierto que hemos llegado a un nivel de tecnología de laboratorio que las investigaciones y manipulaciones de virus son una realidad, pero no me atrevería a decir que el actual coronavirus sea hijo de un laboratorio. Eso es algo que no se ha demostrado, aunque podría ser. Lo que no creo es que en su propagación hubiese mala fe, sino un fallo humano.
P. ¿Es optimista o pesimista con respecto al futuro del mundo? ¿No cree que el hecho de pensar que un libro de cuentos pueda cambiar algo es ya una muestra de optimismo?
R. Como decía un amigo mío, soy un optimista desesperado. Revertir el cambio climático es imposible, pero al menos debemos intentar que la situación no empeore.
P. ¿Y qué puede hacer un simple libro de cuentos para cambiar el planeta?
R. Uno escribe en primer lugar porque le gusta escribir. Esperar que la literatura tenga efectos drásticos en la situación mundial sería pueril. Yo lo que espero es ser capaz de transmitir mi conciencia un poco catastrófica de todo lo que observo, y que a los lectores les interese, aunque ya sé que los que leen cuentos son muchos menos que los que leen novelas.
P. No solo aborda problemas medioambientales y de sostenibilidad, también problemas políticos y sociales. ¿Cuál de todos ellos le parece más apremiante o preocupante?
R. Por ejemplo, los enfrentamientos políticos absurdos ante situaciones de emergencia. Trump abandonó los acuerdos medioambientales y el nuevo presidente de Estados Unidos ha tenido que volver a adherirse a ellos. La situación mundial es gravísima por muchos motivos: una gran parte de la humanidad está sufriendo tremendos problemas de falta de comida, especialmente en África. Los grandes problemas deberían estar por encima de la pequeña política.
P. ¿Cuánta documentación hay detrás de estos cuentos y cómo funciona ese proceso en su caso? ¿Lee algo que le interesa y eso le da pie a escribir un cuento o primero decide el tema y después investiga para poder escribirlo?
R. Me ocurren las dos cosas. Por ejemplo, en el caso del cuento “El reloj del Juicio Final”, lo que ocurrió fue que tengo un reloj de 200 años de antigüedad que se me paró y al buscar un técnico que lo reparase descubrí por casualidad la existencia de ese reloj que los científicos adelantan o atrasan para indicar simbólicamente lo cerca que estamos del fin del mundo, representado por la medianoche. En el año 1947 estábamos a 7 minutos, y la pasada Navidad se adelantó a solo 2 minutos del final. Hay otros temas que me interesan desde hace mucho y los investigo, como el de los microplásticos. Tengo una colección gigantesca de ellos a la que aludo en uno de los relatos.
"Stephen Hawking decía que la raza humana sobrevivirá fuera de la Tierra, pero lo que hay que hacer es cuidar este planeta, que es una joya"
P. Como miembro de la RAE, ¿cuál es su visión de cómo está cambiando el lenguaje para hablar del deterioro del planeta?
R. Yo por ejemplo utilizo la palabra basuraleza, que es el término que se emplea en el mundo de la defensa medioambiental para designar a la basura que afecta a la naturaleza. Siempre he dicho que la Academia es un notario que da fe de lo que pasa a su alrededor en términos lingüísticos. A raíz de la pandemia y del confinamiento, se han aceptado bastantes palabras nuevas.
P. La Agencia Espacial Europea acaba de anunciar un proceso de selección para contratar a nuevos astronautas, y entre los planes a corto y largo plazo de la exploración espacial están regresar a la Luna y, quizá algún día, viajar a Marte. ¿Cree que la humanidad está dando por hecho que deberá abandonar la Tierra para sobrevivir? ¿Quizá todo ese presupuesto se podría invertir en la lucha contra todos los problemas que aparecen en su libro?
R. Sin duda. Stephen Hawking decía que la raza humana sobrevivirá fuera de la Tierra, pero me parece que no. Lo que hay que hacer es cuidar este planeta, que es una joya. Además, si la humanidad abandonase el planeta, se iría como mucho el 5 % de la población mundial. ¿Qué pasaría con el 95 % restante? Otra cosa es que tenemos que hacer es controlar nuestra alocada tasa de reproducción. Debemos reflexionar acerca de la superpoblación tan grande que hay en el mundo.
P. En uno de los cuentos se aborda el dilema de si es peligroso o no revelar a una posible civilización extraterrestre inteligente nuestras coordenadas.
R. Yo ya pensaba que era peligroso antes de saber que Hawking era enemigo de ello. Es absurdo que el Homo sapiens, que ha sido tan terrible con sus propios hermanos desde que comenzamos nuestra andadura al sur de África, piense que una civilización extraterrestre vendría en son de paz. Probablemente pensarían: “¡Anda! Cuánta agua hay aquí, y qué fuertes son estos seres para trabajar...”. Me sorprende esa ingenuidad tan estúpida.
P. Como en otros libros suyos, aquí también intercala en la narración algunas reflexiones sobre asuntos lingüísticos. Dice que el “Welcome refugees” que colgaba del Ayuntamiento de Madrid probablemente estaba en inglés para evitar el masculino genérico del español “bienvenidos”, y critica también la alegre asimilación de anglicismos como deepfake, o la moda de anunciar convocatorias con la muletilla “Save the date”.
R. Es que es absurdo que usemos tantos anglicismos teniendo una lengua que hablan más de 400 millones de nativos. Eso es papanatismo. Y encima muchas de esas palabras han llegado al inglés a través de lenguas románicas. En cuanto a la expresión “save the date”, no la puedo soportar. Recibí un correo con ese encabezamiento de una noble institución madrileña. Obviamente no fui al acto, que se olviden de mí.
P. En dos de los relatos se relaciona la basura con el arte: en uno, un voluntario que limpia el monte se deja seducir por una supuesta belleza plástica latente en esa contaminación. En otro, una mafia dedicada al tráfico ilegal de arte roba fragmentos de fatbergs, esos inmensos bloques sólidos formados por acumulación de grasa y basura capaces de atascar las alcantarillas, para venderlas en el mercado negro. ¿Hay en ello una crítica velada al mercado del arte y sus modas?R. Es que cuando ocurrió lo del famoso fatberg, hubo una exposición en Londres en la que se mostraba y se explicaba esa basura, que estaba compuesta al parecer de muchas cosas interesantes. El arte tiene la gracia de que puede fascinarse por muchas cosas, gracias a eso han salido movimiento artísticos increíbles. Yo soy muy aficionado al arte, pero hay instalaciones que me parecen aborrecibles. Te ponen delante de una mesa, una silla, una cama… Tú preguntas: “¿Qué es esto?” Y te contestan: “La mirada del artista”. Pero para mí la mirada del verdadero artista tiene que abrirte una perspectiva que tú no habías imaginado, no reunir objetos ordinarios sin más.