Movistar + estrena los dos primeros episodios de la segunda y definitiva temporada de Hierro, una serie que brilla gracias a la química entre sus dos intérpretes principales -Candela Peña y Darío Grandinetti- y cuyo fulgor se intensifica con la carismática presencia de Matias Varela (Narcos, Blinded). La presencia del actor sueco-español no es la única novedad que registra este relato policiaco situado en la pequeña isla canaria, los cambios estructurales y la peculiar manera de aproximarse al género hacen de la serie ideada por Pepe Coira una apuesta cuyos valores diferenciales van más allá del atractivo marco geográfico en el que se desarrolla.
Pregunta. Esta segunda temporada arranca con la apertura de dos frentes -la aparición del sicario Ventura Seoane (Antonio Durán ‘Morris’) con la intención de asesinar a Antonio Díaz (Darío Grandinetti) y la vista por la custodia de dos niñas que deberá resolver la jueza Candela Montes (Candela Peña)- que se irán multiplicando a medida que la historia avanza. ¿Por qué la construcción es tan diferente a la de la temporada anterior?
Respuesta. Nuestra idea era jugar con algunas de las opciones que nos brinda el género. La primera temporada estaba planteada como una serie de intriga (¿quién ha asesinado a Fran?), que después pasaba a convertirse en una de suspense (Antonio Díaz como falso culpable). En esta segunda entrega se trata de hacer justamente lo contrario, por eso en el ecuador de la temporada nos metemos en una intriga pura y dura, aproximándonos a un formato al que le tengo mucho respeto porque creo que es muy difícil enfocarlo de manera realista. Existe esa voluntad de plantear cambios dentro del género a medida que la historia avanza, aunque sean de índole distinta a los de la primera temporada, siempre manteniendo algo que para nosotros es fundamental: que ese tándem completamente irregular y frágil que forman Candela y Díaz siga siendo el motor de la historia. En la primera parte se jugaba con las figuras del falso culpable y la investigadora, de manera que ambos tenían razones de peso para estar a la caza del asesino; ahora no podíamos repetir ese esquema, hubiera sido algo muy chusco. Había que elaborar una estrategia distinta para que los dos pudiesen estar involucrados en la trama y fueran en la misma dirección, aunque partiendo desde sitios opuestos. El hecho de que Díaz y Candela tengan a la vez tanto en común y tanto que los separe nos atraía mucho, nos apetecía ver cómo éramos capaces de reformularlo sin repetir las pautas anteriores. También hay que asumir que estamos trabajando sobre la base de un género muy codificado. Todos tenemos muchísima experiencia como espectadores y como lectores en relación con el policíaco, que es un género que yo adoro. Lo que más aprecio es cuando un autor formula el género con honradez y respeto sin caer en el manierismo, en el homenaje continuado. Es lo que nosotros intentamos hacer con Hierro y para eso los personajes tienen que ir por delante de la trama.
P. La temporada está construida como una sucesión de enigmas, sin embargo, en muchas ocasiones el espectador tiene más información que los personajes. ¿Se buscaba que fuera así de impredecible?
R. No se me ocurre un juego más bonito que el de manipular la información, y conste que digo esto como espectador. Quizá resulte muy presuntuoso hablar de determinados referentes, pero recuerdo como un ejercicio fascinante analizar cómo estaba dispuesta la información en una película como Con la muerte en los talones (Alfred Hitchcock, 1959). Aquí no siempre el espectador va por delante de los personajes, en algunas ocasiones sí, en otras va muy por detrás. No hay nada más divertido ni más eficaz que ver qué información tenemos cada uno en cada momento. Eso también nos ayudaba a intentar conseguir una cosa a la que siempre aspiramos: que el público no tenga claro qué escena vendrá a continuación de la que está viendo y que, cuando llegue, le parezca lógico que sea esa. No digo que lo hayamos conseguido, pero eso es lo que perseguíamos.
P. ¿Qué hay detrás de esa cadencia tan particular que tiene la serie, con muchos momentos de impasse y un movimiento de aceleración en su último tramo?
R. Nuestro propósito pasa por encontrar un ritmo que no sea monótono -y para mí algo que es muy trepidante todo el tiempo también es monótono- pero que tenga la tensión suficiente como para poder pararnos a observar cosas que no estén continuamente alimentando la trama. Nos interesan esos momentos de pausa y hay que tener en cuenta que en El Hierro el tempo de las cosas no es del centro de una gran ciudad.
P. ¿Por qué se describen con tanta minuciosidad determinados procedimientos judiciales que en otras ficciones apenas se muestran o directamente se eliminan?
R. Nos fiamos más de la documentación que de la imaginación. En general, es más interesante lo que sucede de verdad que lo que puedas imaginar porque, además, lo que tú elucubres seguramente esté relacionado con otras ficciones, así que documentarnos nos parece una inversión muy buena. La mayoría de las veces esas diligencias te dan igual, más aún en un género como el policiaco, porque estás tan acostumbrado a verlo que casi les pides a los guionistas y a los directores que se lo salten. Sin embargo, a veces te encuentras con que el procedimiento forma parte de la cotidianeidad del personaje y proporciona mucha información sobre él. En esta temporada eso se observa en dos momentos: en la reconstrucción del crimen y en el levantamiento del cadáver. Con la secuencia de la reconstrucción quedé muy contento.
P. ¿Tras ver esta tanda final de episodios se puede decir que Hierro es una serie sobre padres e hijos?
R. No fue algo buscado, pero cuando nos paramos a reflexionar nos dimos cuenta de que era así y no solo en referencia a los personajes principales, basta con observar la relación entre Fadi Najjar (Enrique Alcides) y su madre Samir (Antonia San Juan) o incluso, de manera más tangencial, la de Ventura Seoane con su padre. Al final, se trata de ver qué es lo que mueve a los personajes, qué es lo que hace que, en ocasiones, nos compliquemos tanto la vida y haya quien sea capaz de echarla a perder. A veces, incluso, hay excelentes razones para llegar a ese extremo.
P. La isla funciona como un personaje más y en esta segunda temporada los condicionantes propios del contexto inducen a pensar que la historia no podría suceder en otro lugar, ¿hasta qué punto es determinante la isla de El Hierro en la creación de la serie?
R. En los inicios, la trama se desarrollaba en Finisterre, pero digamos que la idea subyacente era la de situarla en un lugar término, un lugar por el que no se pasa, aunque no pensamos en un enclave tan aislado como El Hierro que, a la postre, nos proporcionó nuevos elementos con los que jugar. Hay historias que está muy bien que no transcurran en ningún sitio específico y hay muchas otras que pueden transcurrir en distintas localizaciones, pero creo que el lugar en el que ocurran debería condicionarlas. Y El Hierro es un lugar muy especial, incluso en lo estadístico: un sitio al que llegan muy pocos aviones, muy pocos barcos, que no es infrecuente que quede totalmente incomunicado varias veces al año y del que no puedes entrar ni salir durante días, algo que en el continente puede ocurrir en áreas de montaña a causa de una gran nevada, si bien es algo que sucede muy de tarde en tarde. Todos esos elementos son muy apetecibles y puedes utilizarlos como condicionantes de la historia. Además, culturalmente es una isla muy valiosa. Hablamos de una comunidad de unos pocos miles de habitantes cuya tradición y cuya historia se basan en valerse por sí mismos. Al descubrir la isla nos sorprendió porque teníamos una imagen estereotipada de las Islas Canarias y cuando llegamos a El Hierro percibimos que a lo que más se podía parecer era a algunas zonas de montaña de Galicia, zonas en las que la gente vive muy lejos de cualquier ciudad, de cualquier servicio, en las que las personas están muy acostumbradas a apoyarse unas en otras, lo que no significa que se lleven bien, simplemente asumen que existe un alto grado de dependencia con respecto al otro. Esto también nos acercaba a una vertiente del thriller que a mí me gusta mucho, que es la del thriller rural, que te permite dar con historias que aprovechan al máximo el contexto, no solo como un simple telón de fondo.
P. Hay una conexión entre las series nórdicas que han hecho del policiaco rural un subgénero casi propio y esta segunda temporada de Hierro: el actor sueco Matias Varela. ¿Cómo se gestó el personaje de Gaspar Cabrera?
R. Era un personaje que nos daba un poco de miedo, porque nos interesan más esos villanos que tienen muy buenas razones, llenos de aristas, de virtudes y de defectos, y aquí pasábamos a dibujar a un tipo que es un perfecto cabrón: eso nos daba terror, porque podíamos caer muy fácilmente en el estereotipo. No obstante, al mismo tiempo nos decíamos que existe gente así, que hay personas muy tóxicas. Luego llegó Matias (Varela), construyó el personaje y ya no hubo duda alguna: te lo crees por completo. Recuerdo especialmente la secuencia en la que intenta comprar a Candela, observé cómo clavaba el tono e inmediatamente pensé: “es que es ideal”. Es un gran actor.
P. Esta nueva tanda de episodios cuenta con villanos muy icónicos como Fadi o Clara, ¿había algún referente previo que influyó en su diseño?
R. Siempre que es posible y disponemos de tiempo intentamos definir a los personajes cuando ya tenemos al intérprete. Pensemos en Fadi. El primer Fadi era muy diferente del que terminamos viendo, incluso habíamos barajado la posibilidad de contar con un actor que finalmente no se pudo concretar. A raíz de eso el diseño del personaje cambió bastante y se terminó de construir junto con Enrique Alcides: al final, a los personajes los encarnan actores, los hacen suyos, y siempre que se pueda es positivo contar con ellos para completar ese proceso. De hecho, hay veces que no nos importa ni el género del personaje, se trata de ver quién encaja mejor. Pasó con las niñas (Helena Sempere y Naira Lleó que interpretan a Dácil y Ágata): nos dijimos, veamos a niñas y niños en ese rango de edad y ya decidiremos a quién elegimos. No quiero decir con esto que el género no importe, claro que importa, pero lo fundamental es encontrar a alguien que creamos que puede transmitir lo que nosotros pretendemos.