“Hay otra Grecia. Una Grecia que no sale en las guías turísticas, que no aparece en las postales. Una Grecia que no está bañada ni iluminada por el sol, sino envuelta en la niebla. Una Grecia fronteriza, balcánica…”. Con estas palabras, pronunciadas por su profesora de griego Kleri Skandami una lejana tarde de invierno, la doctora en Antropología, ensayista y traductora María Belmonte (Bilbao, 1953), apasionada del mundo grecolatino, descubrió todo un universo nuevo imbricado sutilmente en la Grecia clásica de filósofos y guerreros que todos tenemos en mente.
Hasta esa Macedonia, paisaje eterno de frontera que sigue siendo el punto de encuentro de Oriente y Occidente nos lleva la autora del aclamado Peregrinos de la belleza en su nuevo ensayo, En tierra de Dioniso (Acantilado), un relato absorbente a caballo entre la historia, los viajes, la antropología y la literatura, que nos va revelando una tierra melancólica y misteriosa, tan exuberante, sin embargo, como la Grecia solar, y en la que se hunden, muchas veces de forma insospechada, las raíces más profundas de nuestra cultura actual.
Pregunta. ¿Cuándo nació su fascinación por el mundo grecolatino? ¿Qué nos puede enseñar hoy todo este saber?
Respuesta. Como tantísima gente en Occidente me recuerdo desde siempre atraída por el mundo de los antiguos griegos y romanos. Al principio fue un enamoramiento de su mitología, cuando era casi una niña. Luego estudié griego antiguo en el colegio y aunque suene un poco repipi, me recuerdo a mí misma recitando frases de la Ilíada como si fueran misteriosos conjuros. El mundo grecolatino fue el sustrato mental en el que se fue creando Occidente y, de hecho, seguimos habitando en él. Demócrito, Epicuro y más tarde el latino Lucrecio ya teorizaron sobre los átomos, el vacío, la composición y descomposición de la materia, y plantearon el principio de que en la naturaleza nada se crea ni se destruye sino solo se transforma. Es decir, nos seguimos guiando por el saber antiguo de los clásicos. Son nuestros maestros.
P. En sus ensayos mezcla la literatura de viajes más pura con el relato biográfico y con todo tipo de referencias históricas, biológicas, literarias y humanas. ¿Cómo es la construcción de estas historias, cómo se imbrican biografía y conocimientos?
“El mundo clásico fue el sustrato mental en el que se fue creando occidente. hoy nos seguimos guiando por su saber antiguo”
R. Surgen de la manera más natural. Cuando uno viaja, cuando nos movemos, llevamos con nosotros todo nuestro bagaje cultural. Cuando viajo por Grecia o por Italia no llevo nada preparado, dejo que todo vaya surgiendo y sorprendiéndome. Más tarde, cuando escribo en mi mesa, todo va encajando poco a poco, como un puzle… Un poema de Leonard Cohen que acudió a mí mientras viajaba por Macedonia bajo una lluvia torrencial, un libro que leí hace años y que ahora vuelve a mi memoria para ilustrarme sobre algún tema, una música, una película, todo lo que llevo dentro puede ser pertinente a la hora de escribir.
Ver más allá de las cosas
P. Describe el viajar como una búsqueda del genius loci, de su esencia. ¿Qué papel juega el conocimiento del pasado, de la historia, de un lugar a la hora de sentir y apreciar toda su belleza y sus matices?
R. El genius loci o el espíritu del lugar es un concepto que desarrolló la escritora inglesa Vernon Lee y que luego fue retomado por múltiples escritores como Lawrence Durrell, Bruce Chatwin, Patrick Leigh Fermor… según el cual algunos lugares están habitados por un “alma”, un aura o una atmósfera especial que envuelve al viajero de manera inesperada. Pero ciertamente es el conocimiento del pasado y de la historia de un lugar el que te permite vivir un tipo de experiencias especiales, como si vieras la realidad aumentada. ¿Eres tú proyectando todo lo que llevas dentro? ¿Es el paisaje? Es una relación dialéctica y en mi caso solo he tenido ese tipo de experiencias en Italia o en Grecia y por eso no me cansaré nunca de visitar esos países.
"Algunos lugares de Grecia y Roma están habitados por un “alma”, un aura especial que envuelve al viajero de manera inesperada"
P. El turismo actual y la sociedad moderna han destruido estos lugares que recrea en sus libros, ¿cómo encontrar esos vestigios de lo que fue?
R. La clave consiste en conciliar ambos mundos. Cuando vas a Atenas no puedes pretender encontrar aquella polis pequeña llena de estatuas y bellos edificios y habitada por gentes vestidas con clámides. Ahora es una ciudad caótica y llena de ruido pero para mí sigue siendo una ciudad maravillosa en la que me gusta perderme. En cuanto a los paisajes, todavía hay lugares en el Mediterráneo llenos de magia. Quizás solo haya que esforzarse un poco para encontrarlos y aprender a “afinar” la mirada para, como decía Victor Hugo, ver en las cosas más allá de las cosas.
Un esfuerzo que Belmonte plasma en esta ruta por la nada turística Macedonia, territorio enclavado entre cinco países que define como “uno de los más complejos de Europa. Es tierra de fronteras y de límites inciertos porque ni los cartógrafos se ponen de acuerdo, dependen del mapa que consultemos. Mientras escribía el libro descubrí que no sólo había dos Macedonias, la del norte de Grecia y el país eslavo conocido desde 2018 como Macedonia del Norte, sino que existen otras tres más, en territorio búlgaro, albanés y serbio…”, relata. Fronteras seculares que no cree que desaparezca, pues “los seres humanos somos tribales y las tribus son expertas en delimitar sus territorios”.
Entre Apolo y Dioniso
Y, sin embargo, en la historia de Macedonia que recorre el libro se halla el germen de aquello que nos hermana hoy a los europeos con los mundos indio, persa o árabe, pues fue de sus escarpadas colinas de donde, a lomos de las conquistas de Alejandro Magno, nació el periodo helenístico. “Mientras expandía su imperio hacia Oriente, Alejandro creó unas dieciséis Alejandrías, auténticas ciudades griegas cuyos restos todavía se encuentran en lugares como Pakistán o Afganistán. En el mundo antiguo existía un flujo e intercambio de ideas y saberes religiosos, científicos y filosóficos mucho mayor del que imaginamos ahora".
“En el mundo antiguo existía un flujo e intercambio de ideas y saberes científicos y filosóficos mucho mayor del que imaginamos ahora”
P. En los capítulos sobre Alejandro reivindica el poder de las historias, que convirtieron al rey de un país atrasado en una figura legendaria presente en mitos de todo el mundo, desde Islandia hasta el Indostán. ¿Qué papel tienen todavía hoy los relatos, la literatura?
R. Los seres humanos necesitamos contar, escuchar y divulgar historias tanto como respirar. Forma parte de nuestra naturaleza y nos es tan necesario porque es la manera de explicarnos el mundo, de poner orden en la caótica realidad que nos envuelve. La literatura surgió en torno a una hoguera cuando alguien dijo aquello de “érase una vez…”.
P. Explora en el libro el elemento dionisiaco, la otra cara de esa Grecia apolínea, equilibrada y simétrica que asociamos por norma a esa cultura. ¿Qué representa Dioniso, lo irreprimible de las pasiones, para la configuración de nuestro ser actual?
R. Frente a Apolo, el dios de la razón y de la luz, Dioniso representa el aspecto irracional, intuitivo, oscuro y salvaje de la naturaleza humana. Fue Winckelmann en el siglo XVIII, quien al presentar al mundo griego como dotado de “una noble simplicidad y serena grandeza” divulgó esa imagen idealizada de un mundo griego antiguo liberado de las pasiones oscuras que atenazan el alma humana y que fue adoptada con entusiasmo en Occidente. Así surgió ese mito de que una vez, en el siglo V a.C. existió en Europa una edad de Oro. Pero fue Nietzsche quien nos recordó el aspecto dionisiaco y el salvajismo de los antiguos griegos en su obra El nacimiento de la tragedia. Una dualidad sin la que no estaríamos completos.
La poesía de las ruinas
P. Además de por las historias, su libro muestra una fascinación por las ruinas. ¿Qué representan, qué podemos encontrar en ellas y por qué son algo consustancial al ser humano, pues como relata, ya en Pompeya había frescos de ruinas?
R. Ante el Coliseo de Roma, nuestra imaginación vuela hacia los gladiadores, los leones y la excitación de los espectadores. En un pueblo abandonado nos preguntamos por el destino de quienes vivieron en esas casas hoy desmoronadas. Las ruinas nos fascinan porque nos cuentan historias, están llenas de una inmensa poesía…
"Bizancio es todo un universo, muy desconocido y en general, muy mal interpretado. Puede que sea el germen de un nuevo libro"
P. Riegan sus libros innumerables citas de escritores, clásicos y modernos, y referencias a cineastas, artistas… ¿Cuáles son ineludibles antes de emprender un viaje por estos paisajes antiguos?
R. Bueno, es una elección muy personal que se ha ido sedimentando a lo largo de toda una vida. Para acercarnos a Grecia se me ocurre que hacerlo de la mano de Lawrence Durrell, Patrick Leigh Fermor o con El coloso de Marusi de Henry Miller, puede resultar muy sugerente. Cada uno de ellos a su manera amó mucho Grecia y lo plasmó en sus libros. Y en el caso de Italia existe una cinematografía muy amplia dedicada a mostrar la magia de ese país. Tenemos por ejemplo las películas de James Ivory, como Una habitación con vistas basada en la bella novela de E. M. Forster… Creo que las referencias son infinitas tanto en el campo de la literatura, como en la poesía o el cine.
P. Deja entrever hacia el final del libro, en la parte dedicada a Tesalónica, la incipiente alma bizantina, que defiende que la otra esencia, junto a lo clásico, de la Grecia actual. ¿Podría ser el germen de un nuevo libro?
R. Hacía tiempo que el mundo bizantino me estaba llamando y escribir este libro fue una manera de comenzar a acercarme a él. Es todo un universo, muy desconocido y en general, muy mal interpretado. Digamos que con En tierra de Dioniso no he hecho más que asomar la cabeza al fascinante territorio bizantino. Y sí, puede que sea el germen de un nuevo libro.