En junio de 2018, en una visita a la Casa de América de Madrid tras haber ganado el Premio FIL de Literatura, Emmanuel Carrère (París, 1957) reconocía sufrir un importante bloqueo creativo en el que ninguna historia aparecía en el horizonte. "Quizá sea el momento de rizar algo el rizo de mi estilo y experimentar un nuevo registro”, comentaba en referencia a su poderoso dominio de ese híbrido que es la no ficción, una fórmula personal e inimitable donde la compleja amalgama de reportaje, crónica y biografía ha dejado títulos ya icónicos como El adversario, Limónov o El Reino.
Lo que no sabía el escritor es que precisamente en eso trabajaba ya su subconsciente por aquel entonces. “Es curioso que me recuerdes eso porque este libro abarca mi vida entre 2015 y 2018, todo lo que cuento ya había pasado, pero yo no pensaba que tuviera un libro en marcha”, reconoce, sereno y sonriente al otro lado de la pantalla. “Pero poco después me di cuenta de que todas las piezas del puzle que tenía en mi mente desde unos años atrás comenzaban a organizarse y a conformar esta historia”.
Yoga (Anagrama) es, en efecto, una vuelta de tuerca más al sólido y fascinante manejo de la no ficción de Carrère. El absorbente relato de cómo lo que en origen iba a ser un libro bienhumorado y amable sobre el yoga, que practica desde hace treinta años, se transformó en una crónica del divorcio, profunda depresión e internamiento en un hospital psiquiátrico de su autor, que salta de un tema a otro con su particular descarnamiento y falta de pudor hasta trazar un autorretrato psíquico donde aparece un Emmanuel Carrère que explora a un tiempo los límites de lo literario y de un ser humano que podría ser cualquiera de nosotros.
Pregunta. Comenzó este libro con la idea de hablar del yoga. ¿Qué quería contar?
Respuesta. En origen, quería narrar de forma simpática esta moda de practicar yoga como una disciplina física que da bienestar, riéndome sin mala intención de esos populares manuales de autoayuda. Me parece bien, se pueden hacer cosas peores en la vida, pero el yoga no es sólo eso, sino una especie de alimento para la vida, un camino que seguir enraizado en una práctica con una sabiduría muy antigua. Pero después la vida me llevó por otros derroteros…
"'Yoga' es una especie de monstruo de Frankenstein, un autorretrato de lo que yo era entonces"
P. ¿Cómo fue el tránsito de ensayo jocoso a esta especie de autobiografía psíquica?
R. Autobiografía psíquica es, efectivamente, un término muy exacto. Este libro está formado por elementos muy diversos que normalmente no deberían estar juntos, pero algo parecido me pasó con Una novela rusa, un libro también autobiográfico, caótico, de crisis. Para mí esta idea es una especie de credo de escritor. Pienso que siempre nos equivocamos cuando decimos que dos cosas no tienen motivos para ir juntas. Mi experiencia vital de estos años ha estado conformada por todos estos elementos un poco disparatados: la práctica del yoga y el interés por contarlo en un libro, pero también por el encuentro con el terrorismo a través de mi amigo muerto en el atentado de Charlie Hebdó, el internamiento en el psiquiátrico o la estancia en la isla de Leros donde intenté ayudar a jóvenes migrantes. Todo ello debe estar en este libro porque forma parte de la misma experiencia humana.
Tener al enemigo dentro
P. Su exploración del yoga tiene ciertos puntos en común con la que aborda del cristianismo en El Reino. ¿Cómo entiende la espiritualidad?
R. En cuanto al cristianismo, no me siento muy alejado de lo que intenté creer hace años. Si me recitas el Credo diré que no creo en nada de eso, pero a pesar de todo, la lectura de los Evangelios sigue siendo para mí algo muy valioso y para lo que creo que no necesitas creer en Dios, que no sé lo que significa. Esta manera de percibir el cristianismo está muy cerca de lo que podríamos llamar una religión laica, sin trascendencia, como el budismo o la práctica del yoga. Filosofías que simplemente intentan despertar algo que está dentro de nosotros mismos, acercarnos a nuestro interior profundo. Por tanto, es algo tan experimental como ser creyente en el sentido tradicional.
“Para mí el cristianismo es, como el yoga, una religión laica, que sirve para acercarnos a nuestro interior”
P. Cuenta cómo tras su divorcio cae en una profunda depresión y termina internado en un hospital psiquiátrico. ¿Cómo recuerda la experiencia y por qué narrarla?
R. Es una experiencia muy violenta y cruel y ha sido difícil, pero me parece justificado contarlo porque las personas que experimentan algo parecido o tienen familiares que lo sufren —y hay muchas más de las que pensamos— muy a menudo sienten una absoluta vergüenza al hablar del tema. Por eso pensé que estaba bien narrar mi experiencia para que la gente pueda decir “mira, él también, no soy el único”. En cuanto a los recuerdos, es una gran pregunta porque todo lo demás que cuento en el libro lo narro a partir de mi memoria. Sin embargo, esta parte del psiquiátrico es algo que he reconstruido a partir de lo que me han dicho mis personas cercanas y del informe hospitalario, un diario muy preciso donde los médicos anotan cosas cada día. Leyéndolo han aflorado en mí muchos recuerdos, pero es una época de la cual tengo una memoria muy vaga y difusa. Por eso diría que es casi una experiencia indirecta.
P. En el libro explora la frontera del diagnóstico: una cosa es tener una depresión puntual y otra saber que se tiene una enfermedad. ¿Cómo le ha afectado ser plenamente consciente de su bipolaridad?
R. Por una parte, es cierto que hay algo muy perturbador en el hecho de tener un diagnóstico, en saber que esos episodios no son algo que pasa en un momento dado, sino que son parte de ti. Repasas tu vida pasada y aclaras o entiendes cosas y descubres que hay una alternancia clara entre estados de depresión y otros eufóricos. En mi caso siempre han estado en límites razonables, por ejemplo, nunca me he encontrado en la situación de personas que se desnudan en plena calle o que compran tres ferraris de golpe. Ahora bien, la ventaja de tener un diagnóstico es que te proponen un tratamiento químico, a base de sales de litio, que mitiga los extremos, y vuelves a una línea emocional más normal que hace la vida más fácil.
“La bipolaridad te ayuda a ser consciente de que los estados de ánimo que vivimos, para bien y para mal, no son absolutos”
P. Más allá del tratamiento, ¿qué experiencia vital le ha dejado esta enfermedad?
R. Hay una enseñanza en el estado patológico para la vida común. Algo positivo de esta patología es que te hace más sensible a ese tipo de variaciones que no son ya sólo de humor, sino también de relación para con el mundo, y que todos tenemos. La gente normal también tiene alternancias, momentos de caída y abatimiento y otros de mucho ánimo. Es una banalidad, pero nuestra vida es así, y la enfermedad te ayuda a tomar conciencia de una manera existencial del hecho de que los estados que vivimos no son absolutos, que por muy bien o muy mal que vaya todo eso va a cambiar. Y eso es especialmente importante para un escritor o para cualquier creador.
Del papel al juzgado
No obstante, la lucha consigo mismo no fue la única que abordó Carrère para publicar Yoga, que ha vendido cerca de 200.000 ejemplares en Francia, pero cuyo contenido original provocó en una pugna judicial con su exmujer, la periodista Hélène Devynck, que desembocó en la supresión de la parte del libro en la que aparecían ella y su tormentoso divorcio. “Originalmente había un relato bastante detallado de mi crisis conyugal en el que puedo certificar que para nada había ni una frase desagradable o mala. Era una historia triste y tierna, nada más”, explica.
“Pero mi exmujer decidió que tenía que suprimir todo eso y yo lo respeté, no precisamente con gusto, no, porque no es lo que quería hacer. Pero con el tiempo tuve la impresión de que esa laguna es, en cierto sentido, una manera más justa de explicar el final de un amor”, reflexiona. “Igual digo lo que me conviene y estoy barriendo para casa, pero el hecho es que esta especie de rareza o extrañeza del libro me gusta. Es como si en el fondo, a pesar de todo, el libro hubiera terminado por organizarse en torno a la elipsis, y por eso creo que también es un libro de ficción”.
P. En este sentido, incluso avisa al lector de ciertos pasajes ficticios. ¿Podría estar abierto a volver a novelar en un próximo libro?
R. Es difícil de cuantificar, pero habrá únicamente un 5 o 10 % de ficción. Y cuando digo ficción me refiero a alterar un poco los acontecimientos o a cambiar nombres de lugares o personas, nada más. Es algo que en origen ni siquiera había previsto, yo había trabajado como siempre, pero esa obligación de eliminar parte del libro abrió una especie de puerta. Y cuando empiezas a hacer ficción tienes la tentación de hacer un poco más, así que me solté un poco. Eso ha convertido Yoga en un híbrido, una especie de monstruo de Frankenstein que se parece a la realidad de lo que yo era. Ese monstruo es un autorretrato. Pero el hecho es que me ha divertido hacer ficción. Si esto supone una apertura hacia otras cosas futuras, honestamente, no lo sé.
“Mi papel no es sacar conclusiones, sino percibir a través de los individuos la complejidad de la realidad”
P. Como comentaba, en el libro también hay otros ejes, como el terrorismo yihadista. ¿Cuál cree que podría ser una clave para detenerlo?
R. Sinceramente estaría encantado de tener una respuesta. Este invierno se celebró en París el juicio de los acusados por los asesinatos de Charlie Hebdó, que he seguido con gran interés. Y el próximo otoño se celebrará el de los atentados de noviembre de 2015, un juicio enorme que durará medio año y tengo ganas de seguir también. Así que en unos meses seguro que tengo muchas más armas para responder a esta pregunta.
P. Otro tema, inexcusablemente ligado a este, es el de las mareas de migrantes que llevan años llegando a Europa. ¿Cómo ve la actuación de Europa en este asunto? ¿Hasta qué punto y de qué formas pude triunfar la emigración?
R. En el libro cuento la historia de dos chavales afganos que conocí en Leros que después se han juntado con familias estructuradas y están en Bélgica y Alemania. En su caso la integración funciona bien, han salido del pozo. Pero son chicos que vienen de familias burguesas y que han reencontrado en Europa el estatus sociocultural que tenían en su propio país, donde también hubieran sido informáticos o ingenieros. Es la versión feliz de esta historia, algo que no ocurre para la mayoría.
Narrar a otros desde el yo
Muy consciente de ello, Carrère, que ha explorado la realidad de la migración en libros como Calais y en multitud de reportajes periodísticos como los reunidos en Conviene tener un sitio adonde ir, se muestra incómodo “a la hora de formular un discurso sobre lo que debería hacer Europa. Yo sé de lo que soy capaz, y qué puedo hacer: explorar, auscultar y percibir a través de los individuos la complejidad de las situaciones, pero no sacar conclusiones generales”, reconoce. “Mi problema es que estoy de acuerdo con casi todo el mundo desde un punto de vista intelectual. Pienso que Europa debe ser más generosa y acoger, pero al mismo tiempo también entiendo a quienes dicen que Europa tampoco puede abarcar al resto del mundo. Estamos ante esa paradoja eterna entre la generosidad y la preocupación por uno mismo. Ahora bien, sí me encuentro delante de dos o tres jóvenes migrantes me encanta escucharles y pienso que mi talento puede dar forma a lo que ellos dicen. Esa es mi contribución”.
“Narrarse a uno mismo es uno de los grandes motivos que llevan a escribir, pero haciéndolo también contamos al mundo y al otro”
P. Además de a los otros, ha dedicado parte de su escritura a explorarse a sí mismo. ¿Es esta la meta de la literatura?
R. No sabría decirlo, pero es indudablemente uno de los grandes motivos que llevan a escribir, decirte a ti mismo y a los demás quién eres, qué piensas y qué has vivido. Pero no es la única. Porque en el fondo, haciendo esto, escribimos también lo que pensamos del mundo en el que estamos y de los demás. He escrito dos libros puramente autobiográficos, Una novela rusa y Yoga, pero en los demás exploro al otro. En el fondo me gusta que haya una tensión creativa entre una exploración del yo y la exploración del mundo exterior, una correspondencia, un verdadero eco entre el exterior y el interior, entre el yo y lo que no soy yo.
P. Estas dos autobiografías surgen después de dos periodos de depresión. ¿Cree que necesitará una tercera?
R. No sé cuántos años voy a vivir, así que quizá sí lo haga, pero algo debería empujarme. Lo que tengo claro es que ahora mismo no tengo ningunas ganas de escribir algo autobiográfico, ya me he ocupado lo suficiente de mí, gracias, pero no. Hay que interesarse por otras cosas, porque en el mundo no sólo existo yo ni siquiera para mí.