Godzilla vs Kong
El título se parece un poco a aquel ya mítico Serpientes en un avión (2006) en el que desde su propio enunciado queda casi todo claro. Resucitados ambos personajes por el mainstream en los últimos años, hace no mucho vimos las comercialmente exitosas Godzilla (Gareth Edwards, 2014) y Kong. La isla calavera (Jordan Vogt-Roberts, 2017), a las que siguió Godzilla 2: rey de los monstruos (Michael Dougherty, 2019), con lo cual quizá era cuestión de tiempo que llegara una película en la que se enfrentaran ambas criaturas en lo que también puede verse como una parábola entre el choque entre el ascendente imperio chino y el americano. Cuando se estrenaban varios blockbusters al mes, es posible que uno viera estas películas con menos ganas y de manera más crítica, pero en estos tiempos en que el gran espectáculo de Hollywood casi ha desaparecido de la gran pantalla, el derroche de medios del filme nos transporta a un mundo de fantasía que añoramos.
En estos tiempos en que el gran espectáculo de Hollywood casi ha desaparecido de la gran pantalla, el derroche de medios del filme nos transporta a un mundo de fantasía que añoramos
No deja de ser curiosa la forma en que el discurso contra las grandes corporaciones está tan enraizado en la cultura popular que las propias multinacionales del entretenimiento se dedican a explotarlo intensamente. El catálogo de Netflix está repleto de documentales contra los desmanes de la industria alimentaria o las grandes tecnológicas, mientras en los blockbusters lo habitual es que el villano sea alguna gran empresa con voluntad de dominar el mundo. En el caso de esta película dirigida por Adam Wingard la tirana es una tal Apex, que barrunta el dominio del mundo mediante, por supuesto, la tecnología.
En Godzilla vs Kong también aparecen humanos con el aspecto de Alexander Skarsgard, Rebecca Hall o Millie Bobby Brown, pero como es fácil adivinar, esto no es una película a escala humana ya que de lo que se trata es ver cómo los bichos se matan entre ellos y de paso se cargan una ciudad (en este caso Hong Kong, sin manifestantes aunque suficiente tienen con salir corriendo para no ser aplastados). Fue Peter Jackson en su remake de 2005 del King Kong original quien renovó la leyenda y fijó las bases de la nueva era: paisajes exóticos y primitivos que recuerdan a Jurassic Park, la icónica imagen de los helicópteros sobrevolando una puesta de sol en tonos rojizos como en Apocalypse Now (Coppola, 1979) y por supuesto el leitmotiv de que el monstruo es bueno y solo se vuelve malo por culpa de la codicia de los humanos. En este caso, Godzilla solo ataca cuando se siente atacado y el chimpancé gigante intercambia miradas tiernas con una niña huérfana.
Nadie espera que Godzilla vs Kong sea una obra maestra o ni siquiera una “buena película” en el sentido habitual de la palabra. Toda la labor se concentra en que ese esperado choque tenga algún tipo de consistencia dramática y todo fluya para que el espectador pueda deleitarse viendo unas imágenes espectaculares. El filme va ganando a medida que transcurre hasta llegar a una batalla final apoteósica a la altura de las expectativas. Tiene la virtud, además, de no alargarse innecesariamente y la realidad es que las casi dos horas pasan volando en un espectáculo tan sobrecogedor como impresionante. La vida sin ver cómo se cargan una megaurbe de vez en cuando ha resultado ser más aburrida, para que luego nos quejáramos.
Tom y Jerry
Confieso de entrada que siempre he sido muy fan de la eterna pelea entre el gato y el ratón creados por los inolvidables William Hanna y Joseph Barbera, con lo cual voy a ver la película más que predispuesto a divertirme y reencontrarme con dos personajes queridos. La crítica americana ha sido poco piadosa con el filme aunque ha obtenido un notable éxito de público y la realidad es que se echa de menos un poco más de Tom y Jerry en este filme dirigida por Tim Story que mezcla acción real con personajes animados (la propia pareja y todos los animales) en el que Chloë Grace Moretz está muy graciosa como atribulada jovencita en paro y Michael Peña como villano en forma de gerente de hotel envidioso de su meteórica ascensión.
La trama gira en torno a la boda de dos influencers (ella es una millonaria india) en un exclusivo hotel de Nueva York en el que Moretz comienza a trabajar por casualidad fingiendo un currículum que no tiene y en el que se instalan el gato y el ratón para hacer de las suyas. Es cine infantil puro y duro, con un mensaje a favor del amor y en contra del derroche muy primario; una película ligerísima pero simpática a la que le habría venido bien un poco más del espíritu subversivo de los personajes pero que cumple con su función con dignidad.