Autodefinido como "un yonqui de la edición", Jorge Herralde (Barcelona, 1936) sigue yendo a Anagrama unas tres veces a la semana, come con autores y críticos, y mantiene "una gran relación con Silvia Sesé", su sustituta al frente de Anagrama. A lo único que ha renunciado, por la pandemia, y lo que más añora son precisamente esos viajes que hace años le permitían bromear con Sergio Pitol, beber vino del Rin con Bukowski o charlar pausadamente con un siempre impoluto Tom Wolfe.
Entre la nostalgia y el reivindicación, el periodista Jordi Gracia decidió aprovechar este tiempo extraño para revisar el generoso archivo de Anagrama, de casi 50.000 documentos, y trazar el mejor retrato de "un editor anárquicamente metódico en la imaginación de potenciales manuscritos, insensible al desencanto, blindado contra el sentimentalismo e impermeable a la tormenta". Imposible no preguntarlo: ¿hubiera sido posible este libro sin el entusiasmo, sin la complicidad de Jordi Gracia?
Respuesta: Creo que no. Jordi Gracia ha sido fundamental por su entusiasmo por Anagrama. ¿Sabe que casi me lo contagia (risas)? Me propuso contar la historia de la editorial a través de las cartas, una historia que me conozco super de memoria y que me podía aburrir a tope, pero que él cuenta con tal entusiasmo que incluso yo me he divertido mucho.
P. Desde el principio Gracia muestra sus coordenadas, explicando, por ejemplo, lo importante que fue para usted la lectura de Qué es la literatura, de Sartre. ¿Realmente le marcó hasta el punto de decidirle a ser editor?
R. Sí, me transformó, me permitió identificar mi malestar familiar y político y también me decidió a ser editor... Verá, en aquella época Sartre era nuestro ídolo, era básicamente el Marlon Brando de nuestra generación. Representaba el rechazo a la sociedad burguesa a la que yo pertenecía, significaba una vida diferente. Recuerdo que yo me estaba recuperando de una tuberculosis que me tuvo en cama casi un año, y me pasaba el día leyendo. Y cuando empecé a leer Qué es la literatura, descubrí que bajo ese título engañoso más que hablar de literatura trataba de política y de toma de conciencia, y me dejó enganchado para siempre.
Nostalgia y entusiasmo
P. Lo que estos Papeles confirman también es como ha ido evolucionando y reinventándose, de forma que un afrancesado acaba siendo el mejor paladín que pueden encontrar los entonces jóvenes escritores ingleses.
R. Cuando empecé a publicar a los ingleses yo tenía mucha relación internacional sobre todo con Francia, Italia e Inglaterra, e iba con mucha frecuencia a Londres, estaba suscrito a no sé cuántas revistas. Entonces empezaron a aparecer libros de gentes de 18, 19, 20 años como Ian McEwan, Martin Amis, Ishiguro, y todos ellos me parecieron unos autores inteligentísimos que no tenían nada que ver con la típica novela tradicional inglesa, excelente pero mucho más convencional. La primera de McEwan me pareció espléndida, muy revulsiva, así que en un año publiqué ocho o nueve, y los bauticé como el British Dream Team, una etiqueta un poco humorística que cuajó. Lo mejor es que todos ellos fueron transformándose de prometedores en excelentes escritores en 10 años o en 15. Los primeros títulos tenían pocos lectores, apenas una pequeña secta los compraba, pero al cabo de unos 15 años hubo una especie de explosión y todos se convirtieron en escritores ineludibles.
"Sartre representaba el rechazo a la sociedad burguesa a la que yo pertenecía. Leer 'Qué es la literatura' me hizo editor"
P. Otro caso que demuestra su olfato y falta de prejuicios es el de Patricia Highsmith, desconocida para el gran público cuando Anagrama la publicó. ¿Cuál es su secreto?
R. Un viejo editor solía decir que un editor debía publicar aquellos libros que el lector no sabe que le gustaría leer. Y esto es lo hemos hecho siempre en Anagrama. Lo hicimos con Highsmith, montamos una Operación Highsmith con todos los Ripleys y la invitamos a venir a España. Y ella, a quien no le gustaba nada la promoción, vino a San Sebastián, al festival de cine y literatura que organizaba Ricardo Muñoz Suay un año de vacas flacas de actrices y actores y se convirtió en la reina de San Sebastián. La gente le pedía autógrafos por la calle y ella, que en apariencia era tan dura, en el fondo también tenía su corazoncito, y las cartas que nos enviaba a Lali y a mí son como para llorar de emoción, porque muestran una sensibilidad y una delicadeza inauditas.
P. Uno de los capítulos más divertidos del libro es el protagonizado por la censura, ya que Anagrama fue la editorial más perseguida durante la transición, la más castigada. ¿Cómo lograban esquivarla?
R. No era nada fácil, porque sufrimos procesos, multas, secuestros de libros absolutamente impensables. Pero también resultaba muy estimulante porque era como luchar contra el mar y contra el mal del franquismo. Estuve procesado por el Tribunal de Orden Público, pero aunque a veces nos agitaba la lucha, pensábamos que no podíamos rendirnos, que no era posible en un país europeo, a pesar del franquismo, la censura.
"Un editor debe publicar aquellos libros que el lector no sabe que le gustaría leer. Esto es lo que hemos hecho siempre en Anagrama"
P. El libro incluye incluso una humorada de Perich sobre esa persecución: "Siguiendo las normas establecidas, el secuestro del libro de Anagrama correspondiente a este mes ha tenido lugar sin novedad". ¿Qué hacían mientras sus colegas españoles y europeos, no les apoyaron?
R. Claro que sí, los mejores (Carlos Barral, Castellet) estaban con nosotros, sobre todo en los peores momentos. Y los hubo, muy chuscos, como cuando cuando nos secuestraron cuatro libros seguidos de Anagrama, a veces libros de izquierdas prehistóricos. Era como si hubiera alguien decidido a cargarse la editorial, algo tan descarado que los cuatro mejores editores italianos escribieron al ministro preguntando cómo era posible en España que pasara todavía esto...
Las anécdotas se suceden, mientras Herralde recuerda otros momentos difíciles para la editorial y el sector, como la estafa de la distribuidora Enlace y sus consecuencias, o el sentimiento de desengaño que se generalizó tras el nombramiento de Suárez, y el desinterés por el libro político. "Sí, nuestros sueños de cambio de sistema radical se desvanecieron en tres semanas. Dejó de leerse drásticamente el libro político, porque la gente más audaz, la que más había luchado, no quiso saber nada, pero esto no solo pasó en España, fue un fenómeno europeo que viví a través de mis amigos. Pasó en Italia, en Francia tras mayo del 68, en Alemania. Y los editores que querían cambiar el mundo tuvieron que reciclarse en editores de literatura".
La resurrección de Martín Gaite
P. Al parecer, Gracia no ha podido consultar el llamado "expediente Marías", pero en el libro se alude también a la correspondencia con Carmen Martín Gaite... ¿No acabarán viendo la luz?
R. Las cartas de Carmiña, con la que tuvimos una relación de verdadera amistad, son estremecedoras, divertidas... hay algunas muy emocionantes que son casi para llorar. Ella estaba muy hundida tras las muerte de su única hija de sida, se había separado de su marido, y le publicamos sus Usos amorosos de la posguerra española. Yo, para ser sincero, no creí que el tema fuese arrebatador, pero no se lo dije, porque pensaba que los que habíamos vivido la posguerra ya nos la sabíamos, y a los jóvenes les quedaba muy lejos, ya no les interesaba. Pero lo leí, era un manuscrito espléndido y supuso su primera resurrección, porque tuvo unas ventas espectaculares, lo menos previsible del mundo, al menos para mí.
P. Y sigue vendiéndose hoy, porque si algo caracteriza Anagrama es que siempre han sido editores de long sellers. ¿Incluso en tiempos de pandemia?
R. Desde luego. Por ejemplo, de Bukowski vendemos cada año varios miles de ejemplares, quizá porque lo que nos define es la persistencia del fondo: las reediciones son constantes y obligadas porque son autores que no pasan de moda, como Highsmith, o Wolfe, o Carver, o Houellebecq.
P. Veo que sigue mencionando a Tom Wolfe a pesar de que le causó uno de los mayores disgustos de su carrera de editor. ¿Qué es lo que pasó?
R. Pasó que fui su primer editor español, porque soy un enamorado del ingenio de Wolfe, un verdadero fuera de serie. Y con él tuve un gran disgusto porque en la época del gran pelotazo de los anticipos millonarios se marchó con otra editorial que le pagaron 500.000 dólares por un libro que no estaba ni escrito y que cuando se publicó 9 años después fue un fracaso morrocotudo. Ahora, con él tuve una relación muy buena y sus cartas en el libro aparte de muy ingeniosas son cariñosísimas.
"De repente Carmen Balcells descubrió el boom, la pasta gansa y su humor se transformó. Decía que un agente no tiene amigos"
P. En ese desengaño tuvo mucho que ver otra de las protagonistas de estos Papeles de Herralde, su enemiga íntima Carmen Balcells, a la que dirigió cartas deliciosas llenas de sarcasmo.
R. Si, teníamos una relación intensa de amor-odio. La conocí cuando yo empezaba a ser editor y ella empezaba a ser agente y bueno, coincidimos en el sentido del humor, nos reíamos mucho, pero de repente descubrió el boom, descubrió la pasta gansa y entonces su baremo, su humor, se transformó. Se comportaba de una manera atípica y yo siempre reaccionaba metiéndome con ella a mansalva. Carmen decía que un agente no tenía amigos, y tenía razón, bueno, en realidad no la tenía porque la gente importante a la que representaba tenía en ella una gran amiga, y sentían adoración por ella porque ganaban todos mucho dinero. El problema fue que para ella todo se definió en el dinero. Trataba de maravilla a los autores que le proporcionaban ese dinero, a los consagrados. De los desconocidos, de los no consagrados no consiguió consagrar a nadie.
Una de las víctimas de esta obsesión por el dinero tuvo como protagonista a uno de los mejores amigos de Herralde, a Luis Goytisolo, "amigo mío desde los 12 años, desde el bachillerato. Sí, le publiqué los primeros libros hasta que intervino Carmen Balcells con sus anticipos desmesurados, pero al final y lo he terminado publicando, y sobre todo su impresionante Antagonía, de lo más importante que se ha publicado en España en el siglo pasado. No es un libro fácil pero es de una ambición literaria realmente atípica, muy reconocida fuera de España", comenta el editor.
P. En el libro Jordi Gracia menciona alguno de sus fracasos como editor. ¿Realmente lo fue no publicar Memorias de Adriano, de Yourcenar, a Borges, o a Naipaul?
R. Son fracasos relativos, claro, porque los grandes autores no están escondidos esperando que nazca un sello como Anagrama. H extraordinarios autores que jamás pude publicarl, como los que menciona, o que acabé perdiendo por culpa de los anticipos, pero puedo presumir de 50 extraordinarios autores como Paul Auster, Tabucchi, Julian Barnes, Richard Ford, Lipovetsky, Norman Mailer, que han publicado al menos 10 novelas en nuestro sello. Cuando me interesaba por escritores como Naipaul, llevaban años de trayectoria y tenían buenos editores que los querían publicar.
P. ¿Y Modiano?
R. Modiano, que era un escritor que me entusiasma, siempre ha sido muy minoritario incluso en Francia, y los editores lo publicaban y al final lo iban abandonando por falta de lectores. Pocos años antes del Nobel, que jamás hubiese sospechado, leí Pedigri y decidí publicarlo, aunque vendiéramos cinco ejemplares, porque me pareció que era una maravilla. Lo lanzamos cuando en España nadie lo quería, cuando no encontraba editor, y se produjo como una especie de revival; vendimos casi 1000 ejemplares, que para Modiano era casi una locura, y seguimos publicándolo hasta que, años después, de manera completamente inesperada, ganó el premio Nobel.
Impertinente Houellebecq
P. El caso contrario sería el de Houellebecq. ¿Por qué apostó por él cuando era un completo desconocido incluso en su país?
R. A Houellebecq le publicaba un famoso editor francés, Maurice Nadeau, siempre arruinado, que tenía una pequeña editorial en la que aparecían libros de Gombrowicz, Beckett, Perec... Para mí que a un autor le publicara Nadeau significaba que era bueno por narices, así que cuando apostó por la primera novela de un desconocidísimo autor joven, hablé con Nadeau y la publiqué, y ahí empezó el caso de este escritor que es el más vendido de Francia, el más impertinente, el más reconsagrado, aunque también hay un grupito de excelentes escritores franceses que han aparecido en Anagrama en las últimas décadas.
"A un futuro editor le recomendaría que sea kamikaze pero no suicida. Que busque un perfil propio y que haga política de autor"
P. ¿Tiene claro el destino de su archivo? ¿Está negociando quizá con la Generalitat, o la Biblioteca Nacional su venta, o piensa seguir buceando en él como base de futuros libros y proyectos?
R. La verdad es que no, está en stand by, ahora tengo cosas más interesantes en las que pensar, varias ideas de posibles libros a partir de estos archivos.
P. ¿La correspondencia con Bolaños, quizá?
R. Prefiero no hablar de las cosas hasta que estén decididas.
P. Tras este año de encierro pandémico, ¿qué consejo le daría a un joven que qu¡siera precisamente ahora convertirse ser editor?
R. Le diría que el editor tiene que publicar los libros en los que literariamente crea, pero no porque confíe en que se vayan a vender. Que no pierda de vista la cuenta de resultados y que sea kamikaze pero no suicida. Que editar es complicado, que yo mismo estuve en la cuerda floja diez o quince años pero que apueste por los autores y libros que le gustan, los que no ven los demás. Que busque un perfil propio, y haga política de autor, y que no olvide que lo más importante de un editor es construir un catálogo: este es un leitmotiv de Anagrama y de cualquier editor.