El compromiso político de los grandes artistas siempre ha estado vinculado, se podría decir que ha sido inseparable, a sus procesos de creación. En muy pocos casos se han mostrado ajenos a los acontecimientos que los envolvieron. Es el caso de Luis Buñuel, cuya relación con las corrientes ideológicas de la época en la que le tocó vivir es el principal motivo de este volumen (publicado dentro de la colección dedicada al director de Calanda, "Luis Buñuel. Cine y vanguardias") que aporta información inédita tanto sobre su vida como sobre su obra. Sus autores, Román Gubern y Paul Hammond, dos auténticos especialistas en el director de Los olvidados, Viridiana o El discreto encanto de la burguesía, se conocieron precisamente gracias al descubrimiento de Hammond (fallecido el año pasado) de una carta de Buñuel a André Breton en la que le decía que había ingresado en el Partido Comunista de España.
Nacido en 1900, Buñuel atravesó uno de los períodos históricos más convulsos del siglo XX, convirtiéndose en un actor imprescindible tanto por sus corrientes estéticas, el surrealismo principalmente, como por sus movimientos ideológicos. En Los años rojos de Luis Buñuel Gubern y Hammond diseccionan las décadas en las que se posicionó de forma incondicional por una ideología. “El terremoto político de la Primera Guerra Mundial -señalan los autores-, de cuyas entrañas brotó además la Revolución soviética en octubre de 1917, activó tras la paz de Versalles nuevas corrientes de pensamiento que contribuirían a cambiar hondamente la cartografía intelectual de las sociedades desarrolladas”.
Los años rojos de Luis Buñuel (ahora en segunda edición revisada) se centra en la investigación de la compleja evolución de la biografía del autor de El ángel exterminador en los años menos productivos y más oscuros de su carrera y aporta jugosa documentación inédita sobre una época muy conflictiva procedente de archivos de otros países, aspirando, precisan Gubern y Hammond, “a reflexionar sobre aquellos años decisivos en el mapa político-cultural español y sobre la trayectoria y el destino de quien sería, de modo definitivo, su más famoso cineasta”.
“Muy pronto, la alegría increíble, el entusiasmo revolucionario de los primeros días, cedieron paso a a un sentimiento desagradable de división". Luis Buñuel sobre la Guerra Civil
Abre el minucioso trabajo el capítulo “La militancia surrealista”, en el que se aborda la irrupción de Un chien andalou (Un perro andaluz) (1929) en el escenario intelectual parisino. “Tuvo el efecto de una bomba para el grupo surrealista capitaneado por André Breton”. Según los autores, su exhibición “supuso a la vez la epifanía del cine surrealista, hasta entonces soñado pero nunca realizado, y la catapulta estelar de sus responsables, dos desconocidos españoles provincianos, el aragonés Luis Buñuel y el catalán Salvador Dalí”. En “La producción de L’âge d’or” nos asomamos a otro de los hitos tempranos de Buñuel. “La independencia con la que pudo trabajar, la fertilidad de su imaginación y de la de Dalí, la de sus amigos (del grupo surrealista, por ejemplo) y de los colegas profesionales con quien debió hablar supone que su gestación fue dinámica y que este dinamismo se manifestó en la creciente longitud del film”.
Otro de los aspectos que registra Los años rojos de Luis Buñuel es su estancia en Hollywood. Los autores profundizan en aquella experiencia y sus problemas de adaptación a un sistema en el que, gracias a Edgar Neville, conoció a grandes como Chaplin o Mary Pickford. Para Max Aub, allí “aprende a hacer cine. A montarlo y a desmontarlo. Hablo, naturalmente, del oficio”. Aunque, como escribiría Ernesto Giménez Caballero, “Buñuel admira el cine americano. Y admira la vida americana. Pero el confort le asfixió, le aplastó y expulsó”.
Con “El advenimiento de la Segunda República” Gubern y Hammond, como Buñuel, van entrando en el entramado ideológico de una época que moverá los cimientos de todo un continente. “De la lectura de sus diversas declaraciones se desprenden netamente sus simpatías juveniles anarquistas, lo que no es raro dada la gran implantación de la FAI en Zaragoza”. Ya en la década de los treinta los movimientos intestinos del Partido Comunista (creado en 1921) atraparán a Buñuel en una vertiginosa sacudida política que estará marcada por la influyente mano de la Unión Soviética y de su onda expansiva.
Los autores se adentran también en el proceso creativo del documental Las Hurdes, tierra sin pan, un trabajo que se inscribió, según argumentan, en la tradición del cine documental etnográfico, que en 1933 ya estaba consolidada, y en particular del documental etnográfico “sensacionalista”. “A mediados de 1934, el estatuto cinematográfico de Buñuel en España era de un clásico vivo, de un perfil un poco extravagante, pero solo recordado por las minorías y ubicado en una vitrina que empezaba a llenarse de polvo debido a la inactividad pública del cineasta”. También se recoge en Los años rojos de Luis Buñuel su relación con Ricardo Urgoiti y la compañía Filmófono. “Si dejé Warner Bros fue solamente porque empecé a producir películas para mi país y Sudamérica. A este fin formé sociedad con un joven financiero español, el señor Urgoiti, que poseía la mejor cadena de cines de Madrid. Yo era el anónimo productor ejecutivo de varios films”, detalla Buñuel en su autobiografía.
“Soy revolucionario pero la revolución me espanta. Soy anarquista, pero estoy totalmente en contra de los anarquistas”, escribió Buñuel a Max Aub
Pero quizá sea el capítulo dedicado a la Guerra Civil el que más se aproxima a estos. Buñuel recuerda: “Muy pronto, la alegría increíble, el entusiasmo revolucionario de los primeros días, cedieron paso a un sentimiento desagradable de división, de desorganización y de total inseguridad, sentimiento que duró hasta alrededor del mes de noviembre de 1936”. Comentario que Gubern y Hammond complementan con unas palabras que dirigió a Max Aub: “Soy revolucionario pero la revolución me espanta. Soy anarquista, pero estoy totalmente en contra de los anarquistas”.
Sus dos años de misión en París durante 1936 y 1938 “como improvisado responsable de la incipiente Sección de Propaganda del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes” donde realizó trabajos como Espagne 1936 y en los que se vio metido de lleno en la defensa y agonía de la Segunda República (Exposición Universal de 1937, incluida) y su “Última fuga a Estados Unidos” en septiembre de 1938, donde Gubern y Hammond dan más luz sobre su papel en las tareas de resistencia en la fase crepuscular de la guerra (“tareas que se solaparon con el esfuerzo general de la propaganda”) completan la profunda investigación de Gubern y Hammond: “Los años rojos de Luis Buñuel quedaban aparentemente atrás. Mejor dicho: los años rojos “manifiestos”, pues adoptar una posición inequívoca no se contaba entre sus preferencias”.
“Para cuando Buñuel se decidió a relatar su vida —concluyen—, empezando con el proyecto post-Mayo del 68 de Aub y concluyendo con sus memorias escritas en 1982 por su leal amigo y colaborador Jean-Claude Carrière, el haber sido estalinista ya no suponía prestigio alguno, lo contrario de haber sido surrealista. Y es como el surrealista más inquebrantable del cine que Luis Buñuel ha pasado a la historia”.