Mientras el mundo estallaba en pedazos, de París a Memphis, de Praga a Ciudad de México, Reino Unido vivía prósperamente ajena al mundo, centrada en su propia revolución contracultural que incluía drogas, fiestas y música. Hasta ese convulso 1968 nos traslada Trío (Alfaguara), la nueva novela del británico William Boyd (Ghana, 1952), una sabrosa farsa burlesca, más tierna que cruel, sobre la duplicidad del ser humano ambientada en el caótico rodaje de una película. “Me interesa mucho 1968, tenía unos 16 años y recuerdo perfectamente bien cómo eran las cosas. Fue uno de esos años en los que, un poco como en 2020, el mundo se convirtió en un lugar un poco tenebroso y cambió para siempre”, reconoce el escritor que, sin embargo, destaca que en su país ajeno a todo “había una desconexión increíble entre lo que pasaba dentro y en el resto del mundo”.
Experto en revelar en sus novelas el funcionamiento interno de los seres humanos, Boyd pone el foco en un peculiar trío de personajes, un productor, una novelista y una actriz, que ocultan sendos secretos y vidas privadas tras su intachable máscara social. Talbot, que lucha por sacar adelante una película, oculta algo en su apartamento; Elfrida intenta ahogar su bloqueo como escritora en litros de vodka; y la glamurosa Anny se pregunta por qué la CIA está de repente tan interesada en su vida. Su búsqueda de respuestas compone un profundo, pero también hilarante, mosaico sobre el sentido de la vida.
Pregunta. En la novela late de fondo esa cara oculta de quiénes somos realmente. Hace unos meses, John Banville decía que “el secreto es la esencia del ser humano”, que siempre “estamos interpretando papeles”. ¿Está de acuerdo, es así cómo funcionamos?
Respuesta. Es totalmente cierto, y en este libro quería explorar la vida personal oculta que todos poseemos, esa vida impenetrable que solo nosotros conocemos. Hay una cita de Chéjov que hace relación a esto. “La vida más interesante es secreta”, dice, y es una idea provocadora, pero la vida real es la interior, la persona que presentamos a los demás es una máscara. En la vida pública estamos actuando y nos comportamos de una manera o de otra dependiendo de con quien estamos, pero la esencia de nuestra naturaleza, quienes somos realmente, es secreta. Los tres protagonistas de Trío ven cómo sus dos vidas, pública y privada, empiezan a confluir, por lo que mi relato es una investigación de la psicología humana.
"Incluso en este mundo de sobreexposición digital, la esencia de la naturaleza humana, quienes somos realmente, es algo siempre secreto"
P. Sin embargo hoy en día, con el mundo de las redes, pareciera que ha desaparecido la vida privada. ¿Hasta qué punto es así?
R. Aunque en la sociedad actual la gente tiende a presentar su vida, de manera a veces impúdica, a los demás, el control es mucho mayor que eso. En un país como Reino Unido, la vigilancia es masiva: miles de cámaras nos graban en las calles, nos escrutan, nos observan. Esta tendencia a narrar lo íntimo ha colonizado también la literatura a través de la autoficción, aunque aquí existe la salvedad de que no sabes dónde están los límites de la verdad de una historia. Pese a todo esto, creo que continúa habiendo algo dentro de nosotros que es exclusivamente nuestro, que está rodeado de una muralla a la que nadie tiene acceso. Los secretos más íntimos sólo los sabe uno mismo. Hay una privacidad consustancial al ser humano, que va más allá de la personalidad y los deseos, un intimismo inherente.
¿Más tolerancia, menos libertad?
P. Muchos de los estigmas que sufren sus personajes y provocan sus “dobles vidas”, como la homosexualidad de Talbot o el alcoholismo de Elfrida, no están hoy en día tan mal vistos como hace 50 años. ¿Podría ambientarse «Trío» en 2021 o habría que buscar otros elementos?
R. Hace medio siglo la sociedad era mucho más intolerante hacia lo que e consideraban fallos o errores humanos. Sin embargo, ahí empezaron muchos cambios. Por ejemplo, Reino Unido legalizó la homosexualidad en 1967 y eso supuso una liberación para muchos jóvenes. Pero para Talbot, homosexual en secreto, esta liberación también resultó problemática. Hubo muchos como él que se habían ocultado toda su vida y que, aunque ya no tenían que hacerlo más, ya estaban casados y con hijos, y nunca salieron del armario. Me interesaba indagar en cómo debió ser para ellos. Hoy la sociedad sería muy comprensiva hacia esto o hacia el alcoholismo de Elfrida, pero lo que deseaba explorar es que la conquista de las libertades nunca supone soluciones instantáneas para la gente. Debe pasar el tiempo. Seguro que hoy hay estigmas que en otros 50 años serán cosas normales.
P. En este sentido, el libro mezcla dos artes, literatura y cine, que hoy en día parecen mucho menos libres que en aquella época. ¿Cree que los artistas han perdido libertad creadora?
"La conquista de las libertades y los derechos nunca supone soluciones instantáneas para la gente. Debe pasar el tiempo"
R. Creo que eso es verdad en el ámbito del cine, pero no tanto en una novela. Estas artes son hoy industrias, pero la forma artística de la novela no está dominada por procesos industriales como el cine. Muchas películas de los años 60 y 70, que parecen una edad de oro, no las podríamos hacer hoy, no solo por el tema, por ser políticas o incorrectas, sino porque se considerarían poco comerciales y no darían rentabilidad. Esta comercialización ha entrado en todas partes, pero en cuanto a la novela, quizá por no ser tan masiva, porque usa mecanismos más sutiles, o porque su producción es igual —una persona sola escribiendo ante un papel— y no se ha encarecido, creo que la libertad es similar a entonces.
P. ¿Pero no nota, quizá, el peso de lo políticamente correcto, no se autocensura al escribir?
R. Ciertamente, uno es consciente de lo que uno puede decir o no y eso se cuela en el inconsciente y sí es, quizá, una forma de autocensura. Por ejemplo, muchas novelas de los 80 no serían aceptables hoy. Por eso considero más interesante escribir sobre el pasado, para evitar encontrarse con las presiones actuales. Mi siguiente libro está ambientado en siglo XIX, una sociedad que era mucho más represiva, pero con un marco tan definido que uno no tiene por qué preocuparse si hay algo que hoy en día es políticamente correcto o no, pues puedo jugar con la mentalidad de entonces. Cuando me preguntan si escribiría sobre la pandemia respondo que en absoluto, porque la vida moderna cambia a demasiada velocidad para plasmarla de manera artística. La narrativa contemporánea, y seguramente muchas expresiones modernas, caerán pronto en la obsolescencia.
La felicidad, un sueño de masas
P. El personaje de Elfrida, que es escritora, dice que “si quieres saber qué pasa detrás de esas máscaras que todos usamos, lee una novela ". ¿Es la literatura el medio más eficaz para adentrarnos verdaderamente en el Otro?
R. Es algo paradójico, pero realmente pienso que, si uno quiere saber lo que es verdad de un individuo, acceder a la vida oculta de una persona, sólo puede hacerlo a través una novela. Porque un novelista confirma qué es cierto sobre un personaje. Si nuestro hermano, nuestra pareja, o un amigo, escribieran un libro y lo leyéramos, los comprenderíamos mejor. El acceso a la vida secreta en la ficción es lo que explica todavía la potencia de la novela, por qué se siguen escribiendo y leyendo.
P. Ha defendido en muchas ocasiones la importancia de la suerte o el azar para determinar la existencia humana. ¿Por muchas máscaras que usemos, siempre hay cosas que escapan a nuestro control?
R. Totalmente. Basta coger una vida cualquiera para advertir que los hechos, de una manera aleatoria, provocan cosas que nunca habríamos predicho. Mi libro refleja cómo un momento de mala suerte puede destruir toda una vida meticulosamente planeada. Pero esto forma parte de la condición humana. La felicidad presente es muy frágil y puede romperse enseguida. Todos caminamos sobre una capa de hielo y esto debería hacernos valorar más el presente, ser más conscientes. Quizá si hiciéramos esto, seríamos mejores, y entenderíamos que todo en la vida es aleatorio, absurdo y cruel. En esta sociedad digital tendemos a esa presentación de nosotros mismos ante los demás como seres felices y perfectos, pero es no es más que una máscara, un sueño de las masas. La condición humana no se presta a la felicidad, no estamos hechos para ser felices.
"Es hermoso el hecho de que decidir si vivir nuestra vida merece o no la pena es una elección que todos podemos tomar"
P. Antes hablaba de Chéjov, a quien dice admirar por su visión de la vida como una comedia absurda. Esta novela está plagada de humor, ¿cómo lo entiende y cómo lo utiliza?
R. Todo arte serio ha usado el humor, porque todo arte serio nos recuerda la fragilidad humana. El arte, el cine y la literatura recuerdan al ser humano en qué consiste ser humano. En las novelas subyacen las cuestiones serias sobre la vida, y la comedia es el mejor vehículo para explorar nuestra naturaleza. La tragedia solo es tragedia, pero la comedia es más generosa, y me gusta ser escritor de comedias porque creo que desde el humor es desde donde alcanzamos las mayores verdades de la vida.
P. En este sentido, su novela busca responder a “la única pregunta filosófica fundamental”, como decía Camus: decidir si merece la pena vivir la vida. ¿Es posible hallar una respuesta?
R. Todo ser humano debe plantearse esta cuestión y creo que la respuesta depende siempre de cómo de bien o mal vayan las cosas. Las religiones nacieron para compensar la aleatoriedad del mundo, y si uno tiene fe en un plan superior la duda está resuelta. Pero si no existe esa creencia y la vida es dura, como les ocurre a algunos personajes del libro, la alternativa que queda es pensar en el suicidio. Algo hermoso de este dilema es que decidir si la vida merece la pena o no es una elección, un poder, que todos nosotros tenemos.
Errores y esperanzas
P. La década de los 60 fue la de las utopías, ¿dónde han quedado hoy todas esas ideologías y esas ganas de cambiar el mundo?
R. El espíritu de entonces fue cristalizando en los 70, cuando yo fui a la universidad en una visión más política, de más de compromiso y seriedad, e inevitablemente más realista. Las protestas y manifestaciones se organizaban para mejorar las maneras políticas y avanzar en lo social. Se lograron muchas cosas, pero supongo que en algún momento nos perdimos en la cómoda marea del bienestar y el consumismo. Y ahí seguimos a la deriva hoy en día.
P. Siempre se ha manifestado pragmáticamente contrario al Brexit. Ahora que es un hecho consumado, y con el contexto que nos acecha, ¿qué futuro augura al Reino Unido?
"Con el Brexit los británicos hemos demostrado que no se aprende de la historia. Vamos a pagar caro el precio de querer vivir en una fantasía"
R. Estaba y estoy en contra del Brexit, es un desastre mayúsculo para el Reino Unido salir de Europa, y nosotros somos los tontos. Cuando pase la pandemia, la Unión Europea saldrá fortalecida y mi país se debilitará paulatinamente. Es evidente que los sistemas políticos tienen errores, pero si echamos la vista atrás, vemos que el populismo siempre termina en debacles. Lo que ha hecho Johnson, igual que Trump, es actuar como Hitler, diciéndole a sus ciudadanos que son el mejor pueblo del mundo. Es un juego de seducción basado en una ilusión, algo muy viejo, pero una vez más ha quedado claro que no se aprende de los errores de la historia. Nosotros los británicos lo hemos demostrado al irnos, y lo vamos a pagar caro. En este mundo moderno, la fantasía de que Gran Bretaña pueda recrear la posición imperial que tuvo el siglo XIX es absurda, pero la gente la ha votado. Y vamos a sufrir querer vivir en un sueño imposible.
P. Volviendo a los 60, aquellos años fueron un punto de inflexión a nivel global. ¿Cree que vivimos momentos similares, que en la sociedad anida la semilla de un cambio que germinará en los próximos años?
R. Pienso que sí, pero aún no sé cómo ocurrirá. La pandemia ha afectado a todo el planeta en su conjunto, y ha puesto de manifiesto una serie de valores importantes y correctos que van a cambiar la forma de conducirse y las prioridades. Las lecciones pueden ser profundas y eso hará cambiar la sensibilidad humana. Los déficits de muchos sistemas sanitarios y las limitaciones impensables que hemos vivido, por ejemplo, de movilidad, transformarán, de forma positiva, espero en las prioridades de la gente. Todo esto ha sacado a relucir nuestra fragilidad de una manera extraordinaria y redundará en nuestras actitudes y nuestra psicología. El mundo ya nunca será igual que en 2019.