En su piano habitan todos los pianistas, aunque frente a su teclado esté solo él. Y su música, que se libera como una sombra vaporosa, indescifrable, callada, que diría Mompou. Desde hace una década larga, Marco Mezquida (Mahón, Menorca, 1987) viene haciendo una revolución silenciosa que hoy es un grito dentro de la escena jazzística española e internacional. Sin lugar a dudas se ha convertido en uno de nuestros estandartes jazzísticos más sublimados, firmando cerca de 200 actuaciones al año, bien liderando sus propios proyectos, bien ensanchándole los márgenes a las músicas de colaboradores de altura. Cuenta con 50 discos en catálogo, de cosecha propia y amiga, y actúa en los más insignes templos musicales de nuestro país, bien reinventando los repertorios de Ravel o Beethoven, bien tomando la primera palabra de un jazz que se contamina de todos los sonidos que le rozan.
Este verano, entre julio y agosto, su agenda incluye una veintena de conciertos de los que cabe destacar los tres que realizará en el Jazzaldia de San Sebastián, festival al que nuevamente acude casi con la etiqueta de artista residente. Allí firmará un piano solo, una actuación con su trío y se multiplicará junto a Sílvia Pérez Cruz en el proyecto Farsa de la cantante, con la que también tiene un disco hermoso, MA. Live In Tokyo, y que le ha enfrentado a otros públicos y otras emociones. Y después colaboraciones. Es un pianista silencioso, porque su música nace y vive en el silencio, hoy roto quizás por la bulliciosa llegada de su primer hijo, Milos.
Explorador del teclado
“Se me viene un verano ¡muy, muy intenso!”, comenta a El Cultural. “Estaré presentando mi último disco, Talismán, con mi trío formado por el baterista Aleix Tobias y el violonchelista Martín Meléndez. También actuaré con Chicuelo, en varias ciudades estaré tocando un proyecto que creé el año pasado, Beethoven Collage, con David Xirgu a la batería, Masa Kamaguchi al contrabajo y Pablo Selnik a la flauta. Y colaboraré con el cuarteto del baterista Gonzalo del Val, con el que voy, entre otros festivales, al de Vitoria-Gasteiz. Seguiré con mis solos de piano, un formato en el que me siento muy libre y siempre explorando caminos nuevos en la música”.
"Me interesa la música sin etiquetas. Hoy puedes mezclar música renacentista con trap, jazz con hip hop"
Desde la música clásica a la libre improvisación, pasando por cancioneros mediterráneos y latinos, flamencos y poderosamente jazzísticos... todos los sonidos conducen al teclado de Mezquida, también los derivados de asociaciones con cantantes eminentemente musicales, léase la mencionada Sílvia Pérez Cruz o la israelí Noa. “Ante su concierto este verano en el palacio Real de Madrid, el 22 de julio, me dijeron que andaba buscando un pianista español. En febrero pasado, tras presentar sus Cartas a Bach en el Palau de la Música de Barcelona, nos sentamos, conversamos, me pasaron el repertorio y... esperemos que todo salga bien. Si es así quizás surjan más conciertos”.
Lo de Pérez Cruz es otra cosa: “Sílvia y yo hemos encontrado el uno en el otro una conexión musical fuera de lo común. Es una de las artistas que más me emocionan e inspiran. He vivido algunas de las experiencias más satisfactorias y plenas de mi vida musical encima de los escenarios del mundo junto a ella, por España, por Europa y hasta Japón, donde grabamos en directo nuestro disco MA. Live in Tokyo durante cuatro noches actuando en el prestigioso Blue Note de la capital nipona. Sílvia y yo nos retroalimentamos y nos inspiramos a cada instante, la conexión es sincera y profunda. Y ella es una artista con un poder y un carisma únicos, capaz de emocionar desde el minuto uno, sea cual sea la canción que defienda, propia o ajena. Ese don lo tienen pocos artistas, y ella lo tiene. Su presencia escénica, su profunda escucha, su generosidad musical y su capacidad de conexión con el público hacen que cada concierto sea verdaderamente especial”.
A todo ello se sumarán las colaboraciones ya realizadas junto al gran organista y pianista Juan de la Rubia, a partir de la música de Bach que la pareja estrenó en el Palau de la Música y las fechas que surjan de su participación escénica en la obra El combate del siglo, de la directora y dramaturga Denise Duncan. Además, su asociación con la bailarina y coreógrafa Sol Picó, “una cita a ciegas en la que nos vamos seduciendo a través de la danza y la música improvisada... Es un diálogo tan picante como virtuoso”.
"En el jazz hay gente que toca muy bien pero pocos artistas que con dos notas ya trasciendan etiquetas"
Mezquida es introspectivo, inquietante, misterioso... mientras que Marco es puramente extrovertido, jovial y optimista, por lo que no extraña que conecte con la espiritualidad de Sílvia. Ante el calendario de compromisos, el pianista recuerda la oscuridad pandémica de meses atrás, y logra ponerles luz: “Aunque he tenido altibajos, lo he llevado de la mejor manera que he podido, intentando respirar, ser paciente y aprovechar el tiempo libre para seguir creando, preparando nuevos proyectos, nuevos discos, estudiando y motivándome para estar en forma para poder volver a realizar conciertos mejores que antes. He hecho algunos online, he cogido trenes, aviones, autobuses y taxis con mascarilla, he sido paciente ante restricciones absolutamente surrealistas y sinsentido, pero confío y deseo que ya pronto podamos pasar página de este capítulo sin que nos roben más libertades”.
ADN ecléctico
Entre tantas músicas que le mueven y emocionan, resulta complicado describir su personalidad: “Me defino como músico del siglo XXI, para bien y para mal. Para bien en el sentido de que amo muchas músicas diferentes y creo que forman parte de mi ADN; y para mal porque no puedo vivir la vida romántica y bohemia que hubiese querido vivir cuando era más joven, ya fuese queriendo ser una estrella del rock como Lennon, Elvis, Freddie o Paul Simon, ni tampoco podré vivir la vida de un jazzista como hace 100 años, porque todo eso forma parte de un mundo que ya no existe ni existirá. El mundo ha cambiado y nosotros también. Tengo que ser un músico del siglo XXI. Aun así, me siento ligado a músicos como Mozart, Beethoven, o Chopin, o como Jarrett, o Evans, músicos que en una sola persona fueron intérpretes, compositores e improvisadores”.
En el ámbito jazzístico también diluye todas las fronteras: “Hay un denominado jazz europeo que se instauró, como el euro, para crear un contraste respecto del jazz americano. Pero la realidad es que hoy en día las escenas son cada vez más microescenas, y ya no sirve de mucho hablar de la escena americana porque es una generalización banal. Si acaso, vale la pena hacer un zoom in y conocer la escena de San Francisco, la de Chicago, la de Nueva York, y comprobar que nada tienen que ver entre ellas. Lo mismo pasa en Europa y el resto del mundo, pues el jazz es una música globalizada y cada vez más se habla de escenas de ciudades concretas”. Él lo tiene claro: “Me interesa la música sin etiquetas, más libre, y más en este tiempo donde nada es purista y la idea romántica de un estilo se desvanece. Puedes mezclar música renacentista con trap, jazz con hip hop, bossa nova con electrónica, flamenco con músicas urbanas, y todo casa, si se hace con gusto y conocimiento de la tradición.
"Más que un jazzista, lo que intento es ser un músico lo más abierto, versátil y formado posible"
Mezquida no para y en la conversación se cuela ya su deseo de publicar dos nuevos discos más la próxima temporada, “las segundas partes” de su colaboración con Chicuelo y la continuación del Talismán junto a su trío. Con respecto a MAP, el poderoso trío que comparte junto al saxofonista Ernesto Aurignac y el baterista Ramón Prats, habrá que esperar: “No hay conciertos de MAP a la vista, quizá para 2023 podamos reencontrarnos y volver a los escenarios juntos”. También, y casi tangencialmente, ya cerca de la despedida de la conversación, nos confiesa una llamada del Sónar, el festival de referencia en música electrónica y experimental, para actuar el próximo mes de octubre, y otras dos aventuras más, orilladas a la emoción camerística, para la próxima temporada: por un lado, participará en el estreno absoluto de la nueva obra de Enric Palomar, Tres amores oscuros per a dos cantaores, dos pianos i orquestra, junto a artistas como María José Llergo y la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) y dirección de Josep Caballé, en L’Auditori (19 y 20 de noviembre), y de otro interpretará Raphsody in Blue con la Orquestra Simfònica del Vallès, con la batuta de Xavier Puig, en el Palau de la Música (9 de octubre).
Personalidad multiplicada
Un pianista silencioso. Como el hombre que habita detrás de él. Cuesta no ya que luzca su feliz realidad, sino sencillamente contarla, hacerla visible, ponerle voz. Entre todas las personalidades que duermen en su almohada, quizás la de músico de jazz sea la que más vértigos y placeres le confiere: “El jazz es un lenguaje que permite vivir y sentir la música de una forma muy especial, comunitaria, instantánea, en la que la improvisación, el juego y el gusto por variar melodías, armonías y ritmos de una forma muy particular hace que quienes lo tocan, sean de donde sean y de la edad que sean, siempre encuentren un camino fértil en el que se pueden expresar y comunicar”.
Dicho lo cual, Mezquida inmediatamente vuelve a su sitio: “Pero más que un jazzista, lo que intento es ser un músico lo más abierto y formado posible, solvente y versátil, para intentar tener una voz propia en esta selva hipercompetitiva y especializada que impone este siglo XXI. Hay demasiado, de todo y en todas las partes, pero lo importante es ser distinto, bueno, muy personal. En jazz hay mucha gente que toca muy bien y que estudia mucho, pero creo que hay pocos artistas, muy pocos, que con dos notas ya digan algo, emocionen y transciendan las etiquetas”.
Pues eso, dos notas; el silencio.