El conflicto catalán es uno de los principales problemas políticos de la España actual, que no deja de ocupar titulares en la prensa y ha polarizado a la población de Cataluña. Una espiral que durante la última década fue creciendo, avivada por líderes políticos de uno y otro bando, que preferían mantener el conflicto, en lugar de buscar soluciones, “por intereses electoralistas”, sostiene Jaime Ferri Durá, profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid, director y coautor del libro El (des)encaje de Catalunya en España. Lo acompañan en esta empresa once profesores, en su mayoría miembros del grupo de investigación Política, Administración y Territorio de la UCM. También se recogen en la obra, resultado de unos coloquios celebrados en el Centro Cultural Blanquerna, las reflexiones de otros expertos, procedentes de universidades de Madrid y Barcelona y de varias ramas de las ciencias sociales distintas a la politología, como la sociología, la economía y el derecho constitucional.
Título: El (des)encaje de Catalunya en España
Autor: Jaime Ferri Durá (director)
Editorial: Ediciones Complutense
Año de publicación: 2021
Disponible en Ediciones Complutense
Disponible en Unebook
Publicado por el sello Tirant lo Blanch y Ediciones Complutense, el libro es un necesario acercamiento a la compleja situación catalana, tomando un poco de distancia para huir del ruido mediático, del barro de la arena política y de falacias como “España se rompe” y “Espanya ens roba”, aportando análisis y argumentos sólidos y así tratar de ver el bosque en su conjunto. Ahora bien, más allá del análisis académico, los expertos tienen su propia postura política, y el profesor Ferri Durá advierte de que las opiniones vertidas a continuación son personales y no tienen por qué coincidir con las de sus compañeros.
Pregunta. ¿Cree que una mirada académica sobre el asunto como la que proponen ustedes podría ayudar a resolver el conflicto catalán, si acaso los políticos estuvieran dispuestos a escuchar a los expertos y dejar las pasiones y los intereses electorales a un lado?
Respuesta. La politología puede ayudar, pero la dificultad estriba en que en ocasiones los conflictos hacen fuertes a los políticos, que se aferran a ellos para ganar en sus posiciones y prefieren el conflicto antes que deshacerlo. En este caso está clarísimo, además. Las elecciones son muy importantes en todo esto. El PP apostó por que ganaba en el resto de España si se mantenía beligerante con Cataluña, y los independentistas apostaron también por esa situación de espiral, con consecuencias catastróficas.
P. ¿Hasta qué punto la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, en 2010, avivó la llama del independentismo? ¿Fue esa la principal causa de que lo que antes era un problema se convirtiera en un conflicto?
R. Sí, fue la gota que colmó el vaso. Había todo un mar de fondo, pero la sentencia hizo que se desbordase el asunto. Hubo intentos de contención por parte del president Mas, pero no lo consiguió, se vio desbordado. Además, el Estatut había estado funcionando durante cuatro años sin ningún problema. ¿Acaso se había roto España porque en el preámbulo se dijese que Cataluña era una nación? Evidentemente no. La sentencia, entre otras cosas, anuló parte de ese preámbulo y muchos catalanes se sintieron indignados porque habían hecho las cosas como les habían pedido, de acuerdo con el procedimiento que se tenía que hacer. Como no sirvió, emprendieron otro procedimiento: el procés. No lo justifico, pero lo intento entender. El Estatut fue aprobado por el parlament, después en referéndum, después por el Congreso y el Senado. Todo eso tuvo unas dificultades tremendas. Y después llega el Tribunal Constitucional y dice que no. De esta manera se convierte en el intérprete último de la Constitución, en contra de los deseos de sus legítimos representantes, y el texto de la Constitución se convierte, digámoslo así, en una cárcel. Lo importante debería ser lo que los españoles y las españolas quieran. Lo importante es que la voz de la población pueda ser oída.
P. Entonces, ¿estamos como estamos por culpa de una cuestión meramente simbólica, si Cataluña podía ser considerada o no como una nación en un texto legal?
R. Es muy importante el valor simbólico de ese reconocimiento como nación, que a mi modo de ver no habría significado la ruptura de España. Poco confían en la fortaleza del Estado español quienes creen que no puede acoger a otras naciones. Aparte de eso había otros aspectos que han sido reconocidos en otras reformas de estatutos de autonomía que no fueron recurridos. En las de Valencia y Andalucía han entrado en vigor algunas cosas copiadas de la reforma del Estatut, mientras que en Cataluña no.
P. Resumidamente, ¿cuáles son las principales causas históricas del conflicto?
R. No soy historiador, pero creo que es evidente que, desde la formación de España en los siglos XIV y XV e incluso antes, existe una identidad puesta en cuestión por el resto de España. Esto ha hecho que se produzcan agravios a lo largo de la historia. Hoy se quiere reconocer la identidad de colectivos como el LGTBI, lo cual está muy bien, pero ¿por qué no reconocer las señas de identidad de otros colectivos? En el caso de Cataluña no solo no se han reconocido, sino que se han despreciado.
P. ¿Qué importancia ha tenido el papel polarizador de los medios de comunicación dentro y fuera de Cataluña, en uno y otro bando?
R. Ha sido terrible. Los medios han marcado la agenda en Madrid al PP, que se vio forzado por las diatribas de determinados periodistas. Cuando daba clases de esa materia, Jiménez Losantos no paraba de decir en la radio que España se rompía. Yo decía a mis alumnos: “Me he asomado al balcón y no he visto ninguna ruptura”. También se habló de presión mediática con la sentencia del TC. Recuerdo unos días antes un editorial conjunto de todos los periódicos catalanes pidiendo que se tuviese cuidado con la sentencia. En Madrid se consideró una injerencia, pero en realidad se trataba de una petición.
P. En su libro, escrito en castellano, escriben siempre Catalunya en vez de Cataluña. ¿Cree que usar topónimos en catalán cuando se habla en castellano es una muestra de buenas intenciones, de acercamiento? Mucha gente esgrime el consabido argumento de que “en castellano se dice Londres, no London; y por tanto Lérida y no Lleida”.
R. Está hecho a propósito para significar que es la Cataluña con aspiraciones independentistas, pero en todo caso creo que estaría bien que nos acostumbrásemos a decir los topónimos sin traducir. Son los propios quienes tienen que decidir cómo ser denominados. Es su pueblo, su comunidad, su nacionalidad, lo que sea. Respetémoslos.
P. ¿Cree que los indultos a los condenados por el procés —ocurridos después de que el libro ya estuviera acabado— son un paso necesario hacia la resolución del conflicto? ¿Es una manera de traer de vuelta el conflicto a la arena política y alejarlo de los tribunales?
R. Necesario no sé, pero sí un camino para iniciar un proceso de diálogo que acabe con el procés. Cuando el PP negociaba con ETA, Aznar hablaba de “movimiento de liberación vasco” y hacía acercamiento de presos. Pero a los demás que no se les ocurra nada parecido con Cataluña. No tengo una especial negatividad con el PP, pero en este caso son los causantes del problema. Los Indultos son un paso para encauzar el diálogo y buscar salidas a esta situación. Y fíjate que digo salida, no solución, porque estos problemas no la tienen. El Estatut que tumbó el TC habría servido para 10, 15 o 20 años. Con eso para mí habría sido bastante, nos hubiésemos ahorrado todos estos años de estar mareados continuamente y poder estar dedicados, como decía Ortega, “a las cosas”: al emprendimiento, a hacer cosas nobles, a crear riqueza, a crear cultura.
P. ¿España se rompe y España nos roba son los argumentos más falaces de uno y otro bando?
R. Son falaces ambos, sí. Tópicos, eslóganes usados para acusar al contrario de lo que no es. España no se rompía cuando gobernaba González y ya se decía, tampoco ahora y tampoco se habría roto con el Estatut[MSL1] . Al revés, se habría unido más porque los que están desencajados encajarían y los que están incómodos encontrarían acomodo.
P. Hay quien piensa que el gran triunfo del independentismo es haber logrado que la izquierda catalana haya antepuesto el nacionalismo a la defensa de la clase obrera, alineándose con las élites burguesas de derechas. ¿Qué opina usted?
R. Hay quien quiere verlo como una contradicción, pero desde otros puntos de vista de la izquierda se entiende perfectamente la reivindicación de lo local. En todo caso, entiendo que a la izquierda le corresponde la lucha por los débiles. En este caso es un asunto difícil porque en Cataluña los independentistas no son débiles. Es más, en Madrid, aun siendo minoritarios, tienen actualmente una posición de poder porque sus votos decantan las mayorías parlamentarias. Pero en el conjunto de España, los independentistas catalanes son muy minoritarios, y a mi modo de ver la democracia consiste fundamentalmente en el respeto a las minorías y a las identidades debilitadas.
P. Según explica en el libro, el llamado “café para todos” hizo que todas las comunidades autónomas recibieran las mismas competencias, por lo que Cataluña habría dejado de recibir un trato especial acorde a su singularidad histórica. Por tanto, ¿un hipotético estado federal tampoco satisfaría al independentismo catalán?
R. Es que el federalismo no significa un trato igual para todo el mundo, sino satisfacer a cada uno de los territorios en sus demandas. Por ejemplo, durante mucho tiempo solo tuvieron competencias en educación y sanidad siete comunidades autónomas: las históricas (Cataluña, País Vasco y Galicia) y luego se sumaron Valencia, Canarias, Navarra y Andalucía. Luego en la era de Aznar se decidió dar esas competencias a todas las comunidades, cuando me consta que hubo algunas que no las querían. De hecho, todas las dificultades para hacer frente a la actual pandemia se deben en parte a ese reparto de las competencias en materia de sanidad. La Constitución establece una categoría diferencial para Cataluña, País Vasco y Galicia que luego no se ha respetado. Ahora es lo mismo Murcia que Cataluña, con todo el respeto para Murcia, pero creo que no son iguales y eso lo ve cualquiera. Habría que entender que diferente no significa desigual, no es ni más ni menos.
P. En definitiva, ¿cuál cree que sería la mejor vía para llegar a una resolución del conflicto catalán?
R. A mi modo de entender está clarísimo: dialogar entre todos con mesas concertadas y no concertadas, establecer la posibilidad de que se hable de todo, de todo lo que haya que hablar, y se vaya buscando un entendimiento paulatinamente. Cuando se han producido heridas ese diálogo es más difícil, hay que ir restañando las heridas, sin prisas. Después —esto es más complicado—, lo que se decida en esas mesas tendrán que evaluarlo los que no están en esas mesas. Es la población la que tiene que refrendar o no los acuerdos que se alcancen en ellas.
P. ¿Ve factible que Cataluña se convierta en los próximos años en un Estado independiente?
R. No creo que eso vaya a suceder próximamente, porque creo que la mayoría de los catalanes no quieren eso. Lo que quieren es decidir. Pero esto me parece más importante incluso: cuando se hizo el referéndum en Quebec para decidir si se separaba de Canadá, los canadienses enviaban mensajes a los de Quebec pidiéndoles por favor que se quedaran. Aquí la respuesta de algunos españoles ante el referéndum del 1 de octubre, en vez de “que se queden”, fue “a por ellos”.