¿Qué inspira la creatividad? ¿De dónde nace la inspiración, la fuerza, que impulsa y da forma a una gran obra? Anhelando dar respuesta a estas preguntas, el violinista y crítico musical Arthur M. Abell (Norwich, Estados Unidos, 1868-1958) aprovechó sus casi tres décadas en Europa como corresponsal en Berlín de la revista Musical Courier, de 1893 a 1918, para preguntar sobre esta cuestión a algunos de los más grandes compositores de la época.
Llenas de sinceridad, humor y genialidad, las charlas descubren algunos de los aspectos más desconocidos de titanes de la partitura como Brahms, Strauss, Puccini, Grieg o Wagner, a quien el autor retrata en conversaciones con su asistente en Bayreuth, Engelbert Humperdinck, que pone en boca de su maestro la frase: “Ningún ateo ha creado nada de valor perdurable”.
Precisamente, el autor de las Danzas húngaras y el Réquiem alemán, que se reunió con Abell un año antes de fallecer, concedía la gracia de su obra a Dios, siguiendo una vía inaugurada por sus grandes maestros: Bach, Mozart, y, por encima de todos, Beethoven. “No es algo que se pueda hacer con fuerza de voluntad, con un deseo que se busca a través de la conciencia, que es un producto de la evolución del reinado de lo físico y que desaparece con la muerte”, sostiene Brahms.
De la inspiración al infierno
“Darse cuenta de que se es uno con el Creador, como hizo Beethoven, es una experiencia maravillosa e impresionante. Pocas personas pueden sentir esto, y es por ello que hay tan pocos grandes compositores o genios”, afirmaba con una inusual sinceridad, salpicando la charla con versículos bíblicos y expresando su gran admiración por la poesía de Tennyson, Shakespeare o Milton.
Lejos de ser extravagante, esta visión de Brahms es compartida por el resto de colegas que Abell visitará a lo largo de los años, encuentros que recrea con vigor y riqueza de detalles y que condensan varias décadas de evolución musical. Por ejemplo, en Weimar conoce a un jovencísimo Strauss, que acaba de revolucionar la música mundial con su Don Juan. Este le confía que “la inspiración es algo tan sutil, tan tenue, que casi desafía el tener una definición”.
Más anécdotas jugosas surgen cuando Puccini le narra su laboriosa composición de La Bohème. “Las ideas llegaron muy fácilmente, pero plasmarlas de la forma adecuada fue un trabajo titánico. Luigi Illica (el libretista) me decía: ‘Trabajar contigo, Giacomo, es como vivir en el infierno’”. De jugosas perlas como esta, está lleno este ensayo que sirve de homenaje a la inspiración creativa, y da a conocer la genialidad de algunos los compositores más apreciados de todos los tiempos.