Conocida como “la Elena Ferrante española”, su identidad era uno de los secretos mejor guardados de la industria editorial hasta que el Premio Planeta del millón de euros le arrancó la capa. Los guionistas Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz eran quienes se ocultaban detrás de este fenómeno que desde 2018, con su trilogía de La novia gitana, había logrado congregar a más de 500.000 lectores. “Llevábamos cuatro años mintiendo a todo el mundo —confesaron durante la rueda de prensa del premio los autores—. En algún momento teníamos que decirlo. Estoy seguro de que hemos perdido amigos en este tiempo. Pensamos que la posibilidad de estar en un premio como el Planeta era salir por todo lo alto”.
La novela ganadora, La Bestia, sale hoy a la venta. En ella se alejan de la serie protagonizada por Elena Blanco para adentrarse en un Madrid de época, ambientado en 1834 y la epidemia de cólera que asoló la ciudad
A pesar del revuelo montado en las redes porque detrás de este nombre de mujeres se ocultaran tres escritores, los tres defienden que el nombre surgió un poco al azar, casi como una broma. ¿Y ahora qué? ¿Han matado sus creadores a Carmen Mola? Ni Mercero, ni Martínez ni Díaz se plantean que nada pueda cambiar demasiado. “No creo que la clave del éxito de las novelas de Carmen Mola esté en el misterioso personaje que las escribe —señala Mercero—. Las novelas han gustado porque sí, especialmente la primera. La novia gitana cayó de pie, empezó a funcionar desde muy pronto. No creo que estuviera operando ahí el misterio del anonimato, se han defendido solas, se han abierto paso y han funcionado entre la gente. Yo quiero creer que han sido las novelas las que han abierto la brecha, no el seudónimo”.
Pregunta. Y ahora que al fin ha salido a la luz, ¿quién es Carmen Mola?
Jorge Díaz. Una profesora de universidad... (bromea)
Agustín Martínez: Carmen Mola son tres amigos. Tres amigos que disfrutan muy bien escribiendo, que se lo pasan muy bien haciendo historias y mezclándose los unos con el otro. No va mucho más allá.
Antonio Mercero: Yo sí añadiría que ahora mismo Carmen Mola es también una señora asustada con la dimensión y la repercusión de este premio.
Guionistas de profesión, todos habían escrito novela mucho antes de llegar a su ya icónico seudónimo. Autor de novelas como La justicia de los errantes o Tengo en mí todos los sueños del mundo, Díaz recuerda el momento en que publicaron La novia gitana como un experimento más. “Lo que nosotros pensábamos es que era una simple diversión. Al principio nos conformábamos con que la publicaran y de repente no solo nos las publicaron sino que además fue en una editorial importante –Alfaguara-. Y no solo eso sino que antes de que saliera ya estaba traducida a varios idiomas. Para nosotros era como que la habíamos liado. Todo fue una locura”.
P. Asociados más profesionalmente con el mundo del guion, ¿cuál es su relación con la literatura? ¿Qué semejanzas encuentran entre escribir guion y narrativa?
Martínez: Los tres vivimos algo muy parecido cuando entramos en el mundo de la literatura. Veníamos de un momento en la televisión, hace unos años, que era más constreñido, había muchas limitaciones, había que dar un determinado tipo de historias y de una manera determinada. Y de repente la literatura nos daba la libertad de contar lo que nos diera la gana, contar tu historia sin las cortapisas del dinero, de la condición de la cadena... todo este tipo de cosas. Podíamos contar lo que quisiéramos. Y luego la literatura evidentemente te ofrece una serie de recursos que no tienes en el audiovisual. Nuevas herramientas distintas para contar una historia.
Mercero. Es el viaje típico del guionista que se pasa a novelista harto de la cantidad de filtros que tiene que pasar un guion, que al final no reconoces lo que has escrito. O la necesidad de trabajar en grupo. De pronto yo quiero escribir solo, quiero hacerme novelista. Resulta curioso que todos hemos hecho eso pero ahora que hemos vuelto a la novela lo hacemos como con las reuniones de guion como si echáramos de menos el apoyo que en realidad existe en un equipo de guionistas porque salen un huevo de historias y se mejora mucho la idea inicial.
Díaz: Y después hay muchos guionistas que hemos escrito novelas en los últimos años. Somos escritores, aunque escribamos en un formato distinto, y en algún momento tenemos la necesidad de publicar. Me acuerdo de que hubo un tiempo en el que cuando ponías algo muy florido en un guion el productor ejectutivo te escribía de manera despectiva: “Esto guárdatelo para tu novela”. Y ahora sin embargo hay un momento en la vida de todo guionista en el que tiene que ir a la literatura.
La Bestia de Carmen Mola, lejos del corsé policiaco
La idea de La Bestia arranca con una matanza, el asesinato de 80 frailes en 1834, cuentan sus autores que reconocen no saber quién escribe cada parte. “Carmen Mola fagocita todo lo que encuentra y lo hace suyo”, señalan. Aunque la novela empezó a gestarse durante la pandemia vía zoom, en un principio no buscaron la epidemia del cólera. “Surgió después. Empezamos a documentarnos y vimos que la matanza de frailes era por el cólera, que el cólera había llegado a Madrid, que estaban las guerras carlistas, y con eso ya teníamos el entorno”, comparte Díaz. A medio camino entre el thriller y la novela histórica, la historia central que ocupa este título, el asesinato en serie de varias niñas, es completamente ficticia. “Esa es la parte más Carmen Mola, solo que esta vez en un contexto histórico. Cómo al final una niña, que es nuestra protagonista, una huérfana de 16 años, se las ingenia para encontrar a su hermana desaparecida en esa ciudad en la que todo es un desastre y en las que ellas no le importaban a nadie”.
P. ¿Cómo es La Bestia de la que escriben? ¿Qué diferencias encontrará el lector de la trilogía anterior?
Díaz. La primera es que no está Elena Blanco. Nos vamos a una novela histórica, ambientada en 1834. La esencia de Carmen Mola esta en el thriller, en el retrato de la violencia, pero esta vez nos hemos basado en la violencia histórica del siglo XIX. Creo que esta novela es mucho más compleja, ambiciosa y amplia de personajes. Es el retrato también de una época lejana. Nos salimos un poco del corsé policíaco y es más libre en la construcción, eso también es disparar en todas las direcciones, hay que acotar, pero yo creo que tiene un aliento especial distinto al de las anteriores.
P. ¿Y cómo es el Madrid del que escriben?
Martínez: Es un Madrid que está en un momento histórico muy concreto, funciona de bisagra entre el pasado y el futuro y no es ninguna de las dos cosas y es las dos cosas. Es un Madrid rodeado por una cerca, una ciudad que nos cuesta imaginar porque no se reconoce el Madrid que hay ahora ni cómo era la ciudad antes de ser la ciudad que es hoy. Y en ese Madrid la vida vale muy poco porque es insalubre, hay muchísima pobreza, está el cólera, hay además un enfrentamiento entre carlistas y realistas. Al principio, nosotros teníamos a veces la sensación de que Madrid era casi como estas ciudades del Oeste en el que no valía nada, el Nueva York de Gangs of New York...
Díaz: O Deadwood, como una ciudad en construcción.
Martínez: La ciudad en construcción, sí, y existe esa lucha por la supervivencia, como si encontrarte un muerto en la calle o matar a alguien fuera casi lo común.
Díaz: Bueno, tampoco tan habitual, no pasaba a diario...
Martínez: Quiero decir que uno de los momentos que contamos en la novela es cuando el pueblo se levanta y decide cargar toda su rabia contra el clero, entran en los conventos y matan a 80 curas. Eso sucedió al mismo tiempo en que se estaba viviendo una epidemia de cólera y sacaban a los muertos a carretadas de la ciudad. Entonces era una ciudad que convivía con los muertos de una manera bastante atroz, por eso daba esa sensación a veces de que Madrid podía terminar consumiéndose a sí misma.
P. La comparación es inevitable, ¿qué parecidos encontraron con la actual pandemia?
Mercero: Algunas medidas restrictivas son muy similares como la prohibición de reunirse más de diez personas. Se dieron también muchos palos de ciegos, se construían hospitales específicos para los enfermos como se hizo ahora. O sea que sí que había algún parecido pero obviamente estamos hablando de un año, 1834, donde en muchos barrios no había desagües y no habían ni letrinas y bajaban como torrentes las aguas fecales. Estamos hablando de un Madrid muy miserable en muchas de sus partes.
Martínez. También existía esta cosa sobre el origen del cólera que nadie sabía muy bien de donde venía y en las explicaciones que se daban se pueden encontrar muchos paralelismos con las de ahora. Había gente que decía que eran unos polvos que habían envenenado el agua, los curas decían que era porque la gente había dejado de ir a la Iglesia, un castigo divino...
A pesar del movimiento de Planeta, que repite estrategia desde que en 2019 premiara a otros dos autores de Random House, a los creadores de La novia gitana, La Red Púrpura y La Nena aún les queda una última entrega, al menos, protagonizada Elena Blanco, Las madres, prevista para la primavera de 2022 y que aún están rematando. “Mientras nos dejen, nosotros seguiremos trabajando en las dos editoriales –afirma Díaz-. No creo que vayamos a tener problemas. Son novelas muy distintas”.
Mientras tanto, su ya emblemática inspectora dará el salto inverso al de sus autores. Del libro a la televisión, Mercero y Díaz ya están trabajando en la adaptación de las aventuras de su saga policíaca junto con Susana Martín Gijón y José Rodríguez. Bajo la dirección de Paco Cabezas, aunque aún no hay fecha prevista, la ficción está ya en fase de preproducción y comenzará su rodaje en enero.