Ken Follett se considera, por lo general, una persona optimista. “En los juegos de azar siempre pienso que voy a sacar la mejor tirada de dados o la carta más alta”, reconoce. Pero en este momento, con respecto al porvenir de nuestra especie, no puede serlo en absoluto. Demasiados signos le obligan a cambiar de actitud: la epidemia de coronavirus, el Brexit, el cambio climático y, por encima de todo lo anterior, la posibilidad de una guerra nuclear. En esto coincide con el ensayista Jared Diamond, que también coloca la amenaza nuclear en la cúspide de los peligros que podrían barrer a la humanidad de la faz de la Tierra. “Lo que más me preocupa —dice Follett— es la actitud relajada de la gente ante todos estos peligros”.
El autor superventas de Los pilares de la Tierra, que ha vendido 178 millones de ejemplares de sus 36 libros en más de 80 países y 33 idiomas, acaba de publicar Nunca (Plaza & Janés), una novela que precisamente imagina una sucesión de hechos y agresiones geopolíticas que conducen inexorablemente a una Tercera Guerra Mundial. Si esta finalmente estalla o no es algo que el lector no descubrirá hasta la última página. “Y una vez que lo descubra, le ruego que no se lo diga a nadie”, solicitaba el escritor al otro lado de la pantalla durante una conferencia de prensa vía Zoom en la que este jueves presentó la novela ante casi un centenar de periodistas españoles y latinoamericanos.
La idea para esta novela surgió de un pensamiento aterrador mientras se documentaba sobre los motivos que llevaron al estallido de la Primera Guerra Mundial, cuyo detonante fue el asesinato en Sarajevo del heredero al trono austrohúngaro, el duque Francisco Fernando. “Ningún dirigente internacional quería la guerra, pero cada uno de los primeros ministros tomaron una serie de decisiones lógicas y razonables que llevaron a la peor guerra que había conocido la humanidad. Esto me hizo preguntarme si podría volver a ocurrir hoy”. Y especialmente, en un momento en el que había “un presidente que no estaba bien de la cabeza”, en clara referencia a Donald Trump. Aunque, bien mirado, parece un milagro que hasta ahora nadie haya apretado el botón rojo nuclear desde 1945. “Nunca les damos las gracias a los políticos. Siempre los criticamos y los ridiculizamos, pero quizás habría que darles las gracias por no haber desencadenado una guerra nuclear”, ironiza el autor.
Follett pone ejemplos reales de pequeños conflictos internacionales recientes para demostrar lo fácil que es que se produzca una escalada hacia una guerra: “Los canadienses arrestan a la directora financiera de Huawei, y China responde arrestando a dos canadienses y acusándolos de espionaje; los americanos elevan las sanciones a Irán, así que los iraníes capturan un petrolero en el estrecho de Ormuz; la sexta flota de los Estados Unidos bombardea un pueblo en Líbano y Hezbolá bombardea los barracones de los marines en Beirut… A veces los líderes políticos se contienen de infligir represalias pero no reciben las gracias de los votantes, la gente quiere que sus países parezcan fuertes”. Para el autor, “el corazón de la novela y lo más fascinante” es la manera en que se produce la escalada de decisiones que “poco a poco llevan a una guerra catastrófica”.
El temor a una guerra nuclear es algo con lo que Follett ha convivido desde que vino al mundo en 1949, en los primeros compases de la Guerra Fría entre el bloque occidental y la Unión Soviética. “En los 80 y los 90 empezó el desarme nuclear, fue un gran momento, mucha gente pensó que el proceso continuaría, pero ese momento pasó y se está incrementando de nuevo la cantidad de armas nucleares en todo el mundo, el peligro ha vuelto”, lamenta el escritor.
¿Qué parte de responsabilidad corresponde a los ciudadanos de países democráticos que eligen a líderes nefastos? “Estoy consternado por el modo en que alguna gente vota para perder su libertad. Eso pasó en Turquía, por ejemplo. Erdogan no tomó el poder con un golpe de Estado, sino que ganó unas elecciones, y el pueblo turco ya no es libre. Algo parecido está pasando en Polonia, el gobierno está intentando arrebatarle a la gente su derecho a apelar en los tribunales, y por supuesto, el presidente Trump es un hombre que no ha creído en la democracia ni un solo minuto. Pero toda esta gente fue elegida, y lo encuentro alarmante. Esto es algo nuevo. No recuerdo otro momento, durante mi vida, en que la gente votara para perder su libertad. No lo entiendo, he estudiado el ascenso del fascismo en Europa en los 20 y 30 y aún no entiendo por qué hay gente hoy en el mundo que vota a líderes cada vez más cercanos al fascismo”.
Personajes y escenarios
"Tenemos suficientes ejemplos de estupendas líderes mundiales para demostrar que no es necesario que haya hombres en el poder"
En Nunca, la presidenta de los Estados Unidos es una mujer, algo que todavía no ha ocurrido en la realidad. “Quería retratar a este personaje como alguien razonable y moderado, y pensé que sería más convincente si era una mujer. Todo el mundo estará de acuerdo en que los hombres son más propensos a meterse en peleas que las mujeres. Tenemos suficientes ejemplos de estupendas líderes mundiales para demostrar que no es necesario que haya hombres en el poder. Hemos tenido algunas que no me gustan, como Margaret Thatcher, pero muchas han sido magníficas y la idea de que hace falta que un hombre esté al mando está más que obsoleta.
Nunca es una historia coral. Algunos personajes ocupan las más altas esferas políticas y diplomáticas, como la presidenta de Estados Unidos o un alto cargo del gobierno chino cuyos planes para el país chocan con el ala dura del Partido Comunista. También hay dos agentes de inteligencia que siguen la pista en el desierto del Sáhara a un grupo terrorista que se financia mediante el tráfico de drogas y de personas, y una mujer que emprende el peligroso camino desde el Norte de África hasta Europa en busca de una vida mejor.
En cuanto a los escenarios, además de Estados Unidos y China, tienen importancia en la trama países como Japón y Corea del Norte en Asia y Chad, Libia, Sudán, Camerún y Guinea-Bisáu. “En cambio he dejado fuera a Europa porque en una crisis como esta no creo que pudiera hacer nada para bien o para mal”, opina Follett. “Creo que Europa llegará a ser la principal potencia económica del mundo, por encima de los Estados Unidos y China, pero no va a ser la mayor potencia militar, no tenemos un ejército europeo ni un capitán general europeo. Por tanto no creo que Europa tenga un papel en este tipo de crisis, lo cual creo que puede ser muy inteligente, quizá eso nos deje fuera de peligro”.
La otra gran amenaza
Además de la posibilidad de una guerra nuclear, el cambio climático es la otra gran amenaza que se cierne sobre la humanidad. Un problema acuciante sobre el que los líderes mundiales han debatido en los últimos días en la COP26 de Glasgow, una conferencia de las Naciones Unidas considerada por muchos científicos y colectivos ecologistas como la última oportunidad de evitar el desastre climático. En ella se han alcanzado algunos acuerdos importantes, entre ellos el compromiso de Estados Unidos y China, dos de las superpotencias más contaminantes, para reducir sus emisiones durante esta década. A pesar de ello, Follett se confiesa escéptico ante estos supuestos compromisos. “Estoy muy decepcionado con lo que está pasando. Todo el mundo se centra en sus intereses a corto plazo y eso significa que las propuestas que deberíamos adoptar son rechazadas. Pasa todo el tiempo. La pregunta que me hago es cuándo vamos a despertarnos”, lamenta el escritor.
Obviamente, el cambio climático no podía estar ausente en una novela como Nunca. En las primeras páginas aparece el caso del lago Chad, una de las muestras más evidentes del fenómeno. En los años 60, sus aguas ocupaban un área de 26.000 kilómetros cuadrados y proporcionaban sustento a millones de personas. Ahora ocupa menos de la décima parte, y la gente se ha visto obligada a elegir entre morirse de hambre o emigrar. Es el caso de Kiah, uno de los personajes favoritos del autor, que emprende el viaje de Chad a Europa. “Su viaje simboliza la conexión entre lo que está pasando en el lago Chad y la manera en la que vivimos nosotros, que somos los causantes del cambio climático al quemar tanto carbón y tanto petróleo”.
Cambio de rumbo
Esta es la segunda ocasión en la que Ken Follett da un golpe de timón respecto a sus libros anteriores. La primera ocurrió en 1986. Después de una década escribiendo thrillers, sorprendió con Los pilares de la Tierra, una novela histórica sobre la construcción de una catedral medieval y uno de los mayores bestsellers internacionales de las últimas décadas. “Mis editores españoles no querían publicar el libro, decían que era demasiado largo”, ha recordado divertido después de 35 años, 27 millones de ejemplares vendidos y quién sabe cuántos millones de libras ganados. Esta vez, el cambio ha sido a la inversa: tras Una columna de fuego y Las tinieblas y el alba (que son, respectivamente, la tercera parte y la precuela de la serie Los pilares de la Tierra), Follett regresa con Nunca al terreno del thriller. Es una historia autónoma pero podría emparentarse, aunque solo sea por una correlación temporal y temática, con su Trilogía del Siglo, ambientadas en las dos guerras mundiales y la Guerra Fría.
Dice Follett que Nunca no tendrá segunda parte —“creo que es una novela única, no podría escribir otra historia parecida”—, pero en cambio está convencido de que tendría una buena adaptación como película o serie de televisión. “Sería una gran serie. Hay papeles estupendos, muchos actores querrían participar en ella”, sostiene.
A Ken Follett le gusta visitar los lugares sobre los que escribe, pero durante la pandemia no ha podido hacerlo. “Por suerte ua había estado en China y he estado en la Casa Blanca muchas veces, también conozco el norte de África, aunque nunca había estado en Chad ni en el desierto del Sáhara. He tenido que depender de fotos, películas y ese maravilloso invento llamado Google Earth”, afirma. Por otro lado, la pandemia le brindó la posibilidad de centrarse en escribir porque no podía hacer otra cosa. “No he ido al teatro ni al cine en casi dos años, tampoco he visto a mi familia en California. Todo ello hizo que terminara Nunca en la mitad de tiempo que normalmente me lleva completar una novela. En otros aspectos no creo que me haya afectado la pandemia, más allá de agudizar mi sensación de que el mundo está en peligro”.