Ernesto Caballero (Madrid, 1958) reconoce a El Cultural su adhesión a Luigi Pirandello sin medias tintas: “Su influjo en mí ha sido determinante”. Y aclara el motivo: “El tópico barroco del mundo como representación lo reformuló de manera magistral. Somos criaturas escritas o soñadas por alguien, y al mismo tiempo presentimos una identidad emancipada, genuina, autónoma”. Es un presentimiento que el dramaturgo italiano refleja en Questa sera si recita a soggetto, que Caballero, para su versión en el Teatro Español (que estrena el próximo viernes 17), ha traducido como Esta noche se improvisa la comedia.
La trama la desencadena el empeño de un director teatral, el Dr Hinkfuss (Joaquín Notario), de anular la distancia entre la vida y su representación en el montaje de un cuento del propio Pirandello, repleto este de tensiones por celos y de guiños a la ópera, el primero ya patente en el título del relato: Leonora, addio, que toma de Il trovatore verdiano. El método que aplica para intentar conseguir esa fusión alquímica es la improvisación. La premisa, sin embargo, da pie a una sucesión de divertidos equívocos. Por momentos, la troupe entra en territorios confusos: no se sabe dónde acaba la ‘realidad’ y dónde empieza ‘la fábula’.
Para enturbiar todo un poco más, Hinkfuss se pone estupendo. “No renuncia –precisa Caballero– a desplegar una serie de efectos (algunos de una desconcertante arbitrariedad) que motivan desorientación en el elenco. Este ‘teatro de director’ termina provocando la rebelión de los actores, que exigen la expulsión de Hinkfuss”. Pirandello se hacía eco así de la relevancia que iba adquiriendo la figura del regista, fenómeno que desembocaría en una insana omnipotencia.
El influjo germano
Con Questa será si recita a soggetto, terminada en1929, daba una vuelta de tuerca más a su querencia metateatral, de la que ya había ofrecido una sugestiva muestra en su celebérrima Seis personajes en busca de autor (1921) y Cada uno a su modo (1924). Aparte de al director, como dijimos, la pieza pone en entredicho al autor. “Es su obra más audaz porque cuestiona su hegemonía”, apunta Caballero. “Acababa de conocer el teatro de vanguardia alemán y manifestó un paradójico sentimiento de rechazo y atracción ante las posibilidades de la creación escénica no supeditada al texto”.
Hinkfuss quiere elevarse sobre la palabra escrita, explorar nuevos territorios en los que la verdad del escenario se solape con la del público. Un derribo en toda regla de la cuarta pared, la frontera invisible entre ambos dominios. Pero su iniciativa se encamina al fiasco. El elenco le termina dando la patada. “Confían en su espontaneidad creadora. Ahora bien, las palabras que pronuncian no dejan de ser también una vestimenta que los caracteriza. Pirandello sabe que no existe una revelación última, pero que ese afán permanente por despojarse de las interminables máscaras constituye la matriz heroica de nuestra condición humana”.
Una condición empantanada hoy, al igual que los actores-personajes pirandellianos encarnados por Paco Ochoa, Natalia Hernández, Jorge Basanta, Felipe Ansola, Ana Ruiz y Ainhoa Santamaría, en la trampa de ‘lo verosímil’. “Un territorio en principio exclusivo de la ficción”, establece Caballero. “Pero la vieja dicotomía verdad-mentira se ha extinguido, ahora la conversación pública se articula en torno a medias verdades, más eficaces y deshonestas que las burdas mentiras”.
Un simulacro que recuerda mucho al del rito teatral, que es, para el exdirector del CDN, el que nos muestra el mecanismo de esta trampa. “Como sostiene Aristóteles en contra del criterio platónico, el teatro nos procura una distancia muy útil para comprender nuestra conducta, para pensar sobre lo que pensamos”. Por eso, alguien asiduo a las plateas está pues mejor dotado para identificar el truco de los trampantojos creados por los distintos poderes que hoy día dirigen nuestra función existencial.
La gente que vaya a ver Esta noche se improvisa la comedia, siguiendo la costumbre inveterada, suspenderá la credulidad durante el tiempo que dure la función. Lo hará de manera voluntaria, no ingenua. Y a partir de ahí Caballero y sus cómplices propondrán el juego de la ambigüedad, inspirados en una vieja anécdota de Plinio el Viejo: “En un certamen artístico compitieron dos pintores; uno de ellos pinceló unas uvas tan veraces que los pájaros se precipitaron sobre la tabla a picotearlas; el otro, en cambio, reprodujo en la tabla una cortina y animó al jurado a descorrerla para contemplar la imagen que ocultaba. Este último obtuvo el premio, pues si bien el primero logró engañar a los animales, el segundo lo hizo con las personas. Nuestra propuesta oscila, en fin, entre las uvas y la cortina”.