Impulsivo, envidioso y genial, Jerry Lee Lewis tuvo la mala suerte de nacer el mismo año que Elvis Presley y tres años después que Johnny Cash y Carl Perkins. El llamado “Cuarteto del millón de dólares” cambiaría la historia de la música gracias, entre otros azares del destino, al productor Sam Phillips y su discográfica Sun Records. Con su muerte, a los 87 años, se pierde una de las figuras más carismáticas y polémicas del rock and roll (así, con todas las letras y, si se pudiera, con todas las mayúsculas).
Intérprete de Great Balls of Fire, su tema más famoso, destacó por directos incendiarios (dicho sea con la mayor literalidad) y de meterse sin que se lo pidieran en todos los charcos y conflictos que se cruzaban en su camino. Nacido de una familia muy humilde de Ferriday (Luisiana), Lewis, antes de mostrar instinto de “asesino” para la música, cultivó todos los estilos que pasaban por su puerta, blancos o negros, como el country, el rhythm and blues, el boogie-woogie y el gospel hasta poner a rodar el rock con toda su fuerza y magnetismo.
El efecto Elvis
Lewis empieza su carrera sobre los escenarios en 1949 y tres años después también inaugura la larga lista de mujeres que pasarán por su vida casándose con Dorothy Barton. Pronto llegarán temas como New Orleans boogie y Don’t Stay Away y actuaciones en clubs de su localidad natal, Misisipi y Nashville. Su olfato de sabueso artístico no tardaría en detectar el efecto Elvis, que pululaba por Memphis en 1956 atrincherado en los estudios de la mencionada Sun Records, donde grabaría temas como Crazy Arms o End of the Road.
En 1957 alcanza el éxito con Whole Lotta Snakin’ Goin’ On, tema que fue censurado repetidas veces por su alta temperatura sexual. Termostato que mantuvo Jerry Lee Lewis durante toda su vida. Su proyección mundial llegaría con Great Balls of Fire, tema que se resistió a grabar, paradójicamente, por su alto contenido “blasfemo”. El apodo de “Killer” le llegó, cuenta la leyenda, en Nueva York, en un concierto en el que debía telonear a Chuck Berry. No lo soportó, y tras su actuación quemó el piano al tiempo que le decía: “Supera esto, negro”. En fin, si non é vero, é ben trovato.
Su vida, al cine
A finales de los cincuenta, esta esponja de lo mejor de la música americana entraría en decadencia debido a sus escándalos domésticos. En 1964 publica Live at Star-Club, un directo en Hamburgo considerado como uno de los más salvajes de la historia del rock. Llegaría su época country a finales de los sesenta. En los ochenta empiezan sus problemas de salud, achaques de los que no se recuperará completamente pero sí "disfrutará" de la película que Jim McBridge realizó en 1989 protagonizada por Dennis Quaid.
Contrajo matrimonio en siete ocasiones, pero la muerte de dos de sus esposas -Jaren Gunn Lewis, ahogada en una piscina en 1982, y Shawn Michelle Stephens Lewis, por una sobredosis en 1984- afectaron a su reputación. Recibió un premio honorífico en los Grammy de 2005 y forma parte del Salón de la Fama del Rock and Roll. Fue uno de los primeros malditos del rock. También el último.