Francisco Ibáñez es, seguramente, el dibujante más influyente del panorama del cómic español. Padre de Mortadelo y Filemón y de otros personajes célebres como El botones Sacarino, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio o 13 Rue del Percebe, el barcelonés ha fallecido este sábado a los 87 años después de más de cinco décadas elaborando historias de humor, surrealismo y ternura.
Hijo de la posguerra (nació en 1936, justo al inicio de la contienda), se sumó en 1957 a la plantilla de Bruguera, la editorial que aglutinaba la mayor parte de tebeos del país. El día de su despedida, sin embargo, ha sido Penguin Random House Mondadori, su casa desde hace 20 años, la que ha dado el anuncio: "Nos deja el enorme legado de su lucidez, sentido del humor y más de 50.000 páginas con personajes memorables que han hecho felices a un gran número de lectores", escribían en un tuit.
Ibáñez ha sido el autor español de cómic más reconocido nacional e internacionalmente. Logró publicar su primera historia con apenas 11 años, profesionalizándose a inicios de los 50. Pero su gran salto vino dado cuando ya trabajaba en exclusiva para Bruguera, especialmente cuando el 20 de enero de 1958 vieron la luz sus personajes más famosos, Mortadelo y Filemón. Desde entonces sacó miles de viñetas con estos agentes de la T.I.A., además de otras figuras icónicas. Nunca se olvidó de dedicar especiales a los actos deportivos como los Mundiales de fútbol o los Juegos Olímpicos. El autor ha vendido 100 millones de álbumes y recibió en 2002 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
Entre sus tebeos más míticos están las primeras historias de sus personajes universales, pero también las aventuras de aquel señor con poca vista o de un encargado de hotel poco ducho a la hora de ejecutar sus tareas laborales. En todos los casos, sus argumentos contaban con una gran carga social.
No sólo eran el reflejo caricaturesco e hilarante de algunos episodios de la historia de España, sino que servían de denuncia o de espejo de una sociedad que atravesó la dictadura, la Transición y el despegar de los ochenta. Algunas de estas tramas dieron el salto a la gran pantalla de la mano de Javier Fesser, director de la multipremiada Campeones, y a la pequeña pantalla, con una serie de dibujos animados en los años 90. Enumeramos algunas de las mejores obras de Ibáñez para acercarse a este autor inolvidable:
- El sulfato atómico. Publicada en 1969, es la primera historia larga de la serie de Mortadelo y Filemón, emulando el formato de comic-book que triunfaba en Estados Unidos desde hacía décadas. El argumento gira en torno a una loción que, según el profesor Bacterio, elimina las plagas del campo. Las consecuencias, sin embargo, son las contrarias: agranda considerablemente a los animales y, por tanto, representa un grave peligro para la humanidad. Hay también un robo de por medio de este mejunje y un viaje con los habituales sobresaltos.
- Valor y... ¡al toro! Salió en 1970. Fue la cuarta historia larga de Mortadelo y Filemón aunque, según los expertos, probablemente la dibujara inmediatamente después de El sulfato atómico. Aquí, los agentes deberán recuperar los planos del proyecto Bartolo, robados por una banda que pretende llevárselos por mar. A bordo del trasatlántico Ile du Soria, los dos desastrosos detectives intentarán recuperarlos, aunque eso suponga enfrentarse a un toro.
- Contra el gang del Chicharrón. El mismo año que apareció El sulfato atómico nos llegó el segundo tomo, titulado Contra el gang del Chicharrón. Compuesto por 11 episodios autoconclusivos en los que estos héroes castizos deberán enfrentarse a otros tantos villanos. Es en este tomo es donde se descubre cómo Vicente llegó a convertirse en el Superintendente.
- ¡Silencio, se rueda! Este álbum extra de 1995 conmemora el centenario del nacimiento del cine por los hermanos Lumière. El Doctor Bacterio inventa un sistema para viajar en el tiempo. Así que el Súper aprovecha para mejorar la forma física de Mortadelo y Filemón. Tendrán que viajar a los platós de películas del pasado para aprender las técnicas de los dobles de actores. Un argumento surrealista que sirve de excusa para homenajear al séptimo arte. Desde el cine mudo y los Hermanos Marx hasta el género del western o las películas de acción.
- Mortadelo de la Mancha. Ibáñez también homenajeó a nuestro eterno hidalgo. Dedicado a Cervantes y al inmortal caballero de la triste figura, el doctor Bacterio transforma por error a los agentes en Mortadelo de la Mancha y su inseparable Filemoncho Panza. Ofelia, además, es Dulcinea del Toboso. Y hay cameos de personajes como José María Aznar o el entonces papa, Juan Pablo II.
- El quinto centenario. Con motivo del descubrimiento de América, el profesor Bacterio ha reajustado la máquina del cambiazo para poder viajar al pasado. Para una primera prueba, el Súper llama a Mortadelo y Filemón con el objetivo en mente de mandarlos 500 años atrás en el tiempo, a la época en la que Colón descubrió América. Así empieza esta aventura que les lleva a dialogar con Colón o Fray Bartolomé de las Casas y a preparar una expedición donde les acompañan los armeros Pepe y Otilio Pinzón o el vigía Rompetechos de Triana. Imaginen el desenlace.
- Barcelona 92. Las olimpiadas en la Ciudad Condal, que coincidieron en año con la Expo de Sevilla e impulsaron a España a la modernidad también tuvieron la mirada afilada del autor. En este caso, se sospecha que los terroristas de la T.E.T.A. (Terroristas Euro Trans Atlánticos) van a actuar en los juegos y Mortadelo y Filemón tendrán que evitar cualquier acción. Una de las curiosidades es que aparecen personajes de la política nacional como Pasqual Maragall, Jordi Pujol o Felipe González e internacionales como George Bush padre o François Mitterrand.
Otros personajes antológicos
- Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio. Sus primeras andadas empezaron en 1966. Tenían una empresa de reparaciones y cada uno asumía un rol: el de capataz y el de trabajador. En realidad, ninguno se parte el lomo y lo que consiguen es causar líos y hacer chapuzas. Su influjo se pudo ver en la serie televisiva Manos a la obra, aunque entonces se llamaran Manolo y Benito.
- Rompetechos y El botones Sacarino. El hombre bajito y miope que va confundiendo a todo el mundo y el trabajador de hotel que destaca por su torpeza son otros clásicos de la creación de Ibáñez. El segundo ejemplo está basado en los cómics belgas y se considera una mezcla de Tomás el Gafe y Spirou.
- 13, Rue del Percebe. Con un diseño identificable al momento, mostraba la fachada de un edificio, con una viñeta por vivienda. Eran una sucesión de gags, a veces interrelacionados, y dejaron personajes inolvidables como la portera, el veterinario, el sastre o el moroso del trastero que parodiaba a otro historietista español, Vázquez. La influencia visual se homenajeó en televisión con series como Aquí no hay quien viva.
- Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo. Las historias de este trío de buscavidas reflejan las penurias del paro en la España de los ochenta, unido al despertar de la democracia y a esos elementos característicos de la época: los bares de extrarradio, la rumba catalana o incluso la sátira a un PSOE liderado por Felipe González. Además, cada uno de estos tres personajes tenía algo en común con otros personajes, como la capacidad de disfrazarse a lo Mortadelo o la falta de visión de Rompetechos.