Arte

Alvargonzález, en la construcción del yo

¡Qué bola!

2 noviembre, 2006 01:00

Aberlín 004, 2006. Caja de luz

Oliva Arauna. Barquillo, 29. Madrid. Hasta el 25 de noviembre. De 3.000 a 8.500 euros

El de Chema Alvargonzález es un camino que está resultando de recorrido arduo, en especial por las relaciones extraordinariamente complejas que el artista plantea entre los elementos de su representación visual, al barajar la fotografía con los objetos y con la escultura; la solidez de la imagen arquitectónica urbana con el cinetismo de ritmos movidos del viaje y con la secuencia -prácticamente cinematográfica- de lo que se produce y se representa en "estado de cambio"; la valoración de los espacios como elemento plástico penetrable, poroso, practicable inclusive, y la acotación rigurosa, geométrica (efectuada sobre todo mediante recortes circulares), de esos mismos espacios; la combinatoria entre imagen paisajística, retrato y letrismo; las mezclas de luz, sombra, reflejo y espejo; el diálogo entre reflexión política y lectura personal, autobiográfica, de temas urbanos… Pues bien, el conjunto de esas dificultades sigue haciéndose patente en la obra actual de Alvargonzález, en la que es notorio el intento de hacer que encajen esos elementos tan diversos en un todo único, cuya estructura y fluencia resulten lo suficientemente espontáneas, "naturales". Ya se sabe: en la práctica del arte, al igual que en el ejercicio de la vida, el exceso suele producir dificultades añadidas, y las "soluciones" pasan -como dicen los escultores- por el arte de quitar o de simplificar. Sean cuales fueren los procedimientos, la carrera esforzada de Chema Alvargonzález bien merece cruzar ya la meta áurea de la sencillez y de la espontaneidad, testigos fieles de la plenitud.

Frente a esta complejidad de elementos no lo bastante encastrados que señalamos en su obra actual (no así, en la de sus comienzos; por ejemplo, en su conocida serie Maletas, de entre 1990-2003, en la que las valijas de viaje se convertían en cajas de luz donde se proyectaban y "viajaban" imágenes del mismo paisaje que se recorría), Alvargonzález dice que, pese a todo, la parte más importante de su trabajo la constituye su punto de partida, que no es otro que el de la intuición, entendiendo ésta "como una luz que ilumina caminos que permanecían oscuros. A través de ella aparece la idea que me hace reaccionar sobre una situación específica. Y es la parte más importante en tanto en cuanto está ligada a lo desconocido que hay en mí, permitiendo que fluyan de forma espontánea todas las imágenes que llego a imaginar". Se trata de una concepción instaurada sobre el idealismo alemán postkantiano, postulando que -en palabras de Kant- "los objetos nos son dados por medio de la sensibilidad, y sólo ésta produce intuición", a cuyo través el hombre puede unificar las sensaciones y constituir percepciones. El problema radica en que, sin embargo, la intuición empírica, o sensible, no basta para formular el juicio, que requiere conceptos, los cuales son producidos por el entendimiento. En suma, "los pensamientos sin contenido son vacíos, y las intuiciones sin conceptos son ciegas", haciéndose necesaria la intervención de una intuición no empírica, que sea capaz de "construir" conceptos, incluido el concepto del yo". De esta manera la intuición resulta ser sólo un momento de la producción, o una de sus caras.

Esta concepción idealista de la práctica del arte coloca a Alvargonzález en una situación muy particular, al tiempo que su trabajo se singulariza por ese diálogo tan peculiar y tan empeñado que en estas obras se establece entre luz artificial (color-luz), lenguaje (inclusión de palabras y elementos de la actual señalética -como los códigos de barras, tan determinantes en esta exposición-, utilizándolos no sólo por su significado, sino también por su forma física, la cual busca generar lazos de unión entre diferentes partes de la obra), formas figurativas (orgánicas y constructivas) y elementos urbanos (de arquitectura, ingeniería y pasiajismo). Se trata, pues, de crear un tejido plástico muy rico y en permanente estado de crecimiento y transformación, dominado por ideas de cambio y de ruptura de "un mundo misterioso y aún por descubrir" (que no es otro que el universo del arte, de naturaleza siempre enigmática), en el cual -como entiende Alvargonzález- "la arquitectura es un fenómeno estrechamente relacionado con el hombre, y una construcción que da la escala -ya sea hacia lo grande o hacia lo pequeño- de las aspiraciones humanas. Es como un espejo o un reflejo del estado colectivo del ser humano, en el que las construcciones representan las distintas individualidades dentro del gran colectivo que es la ciudad".

Chema Alvargonzález (Jerez de la Frontera, 1960) se formó en la Escuela Massana de Barcelona y en la Escuela de Bellas Artes de Berlín. Artista multimedia (objetos, fotografía, vídeo y, en ocasiones, luz y sonido), es muy conocido por las cajas de luz con fotos de paisaje de su serie Maletas, y por sus instalaciones en exteriores, que concibe como escenarios alegóricos de crítica social. Su obra se caracteriza por los juegos entre espacios (profundo y de superficie) y tiempo (color-luz matinal y nocturna), y por sus panorámicas. de arquitecturas y ciudades.