Antonio Bonet Correa: "La Academia de San Fernando es una institución viva"
Desde sus años de ayudante en la Sorbona este profesor, catedrático de Historia del Arte y crítico eligió una vida dedicada al arte. Antonio Bonet Correa (La Coruña, 1925) lleva más de 20 años en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y está a punto de cumplir dos años como director de la institución. Habla de ello con la humildad de los grandes: “Conozco la Academia al dedillo, he sido desde censor a bibliotecario”, cuenta. Ha sido director del Museo y a él le tocó asumir sus dos remodelaciones. Y es suya la idea de incluir en las reuniones de los lunes un tema del que debatir. Ayer hablaron de la película de Gutiérrez Aragón sobre la amistad entre Lorca y Dalí en sus años de la Residencia: poesía, pintura, arte, surrealismo... También hubo lugar para el recuerdo de un compañero muy querido: “José Luis García Berlanga es el gran cineasta español, su cine dio paso a una nueva etapa”.
Pregunta.- Para muchos las academias de Bellas Artes son algo del pasado, ¿cuál es su función en el siglo XIX?
Respuesta.- Las academias tienen su origen en el siglo XVIII, en la España docente, sobre todo la de San Fernando, en la que se impartía clase, pero, desde el siglo XIX, esa función pasó a la escuela y luego a la facultad. A lo largo de sus tres siglos de historia, las academias han ido evolucionando y han acabado convirtiéndose en instituciones en las que la tradición (legado artístico, patrimonio...) y las artes más vivas han estado unidas. No son sólo testimonio de las excelencias de los propios académicos, su defensa del patrimonio y de la continuidad de las artes las hace imprescindibles. La academia es una institución viva que mantiene el criterio de lo excelente, de la estética y de la vida artística a nivel nacional. Para los gobiernos de una democracia, pueden y deben ser un punto de referencia y de consulta, ofreciendo un criterio superior, no partidista, con sentido crítico sereno y sopesado. Además, gracias a sus miembros, es un conjunto en el que están representadas las tendencias de las realidades artísticas del momento.
P.- ¿Cuál es la tarea más urgente de la Academia de San Fernando?
R.- La salvaguardia del patrimonio arquitectónico, el urbanístico, de las obras de arte. La academia tiene una comisión de monumentos que es una oficina de trabajo, en la que participan urbanistas, arquitectos y conocedores del patrimonio urbano, arquitectónico y artístico español. La academia es una cantera para garantizar calidad e independencia de criterio necesario en un país democrático. Las decisiones de un académico está avalada por una vida dedicada al arte. Aunque es cierto que las academias desempeñan un papel no siempre conocido y valorado por la gente, una función de vigilancia y estudio del patrimonio. Por otro lado, la academia ha sabido ponerse al día y evolucionar.
P.- Ha ejercido durante años la crítica de arte, ¿cómo ha evolucionado el papel de los críticos?
R.- Yo siempre he llevado esta doble actividad dentro del arte, de historiador y crítico, y sigo ejerciendo: todavía hay gente joven que me pide que le escriba textos... La crítica de arte es muy importante. Como decía Lafuente Ferrrari, la historia tiene que tener un sentido vivo y crítico del arte. Hoy en España hay críticos excelentes, pero también hay un exceso de aquellos críticos que quieren ser tan modernos que se olvidan de que el arte es un legado, una tradición, y que incluso en los movimientos más rupturistas hay que tener unos criterios de los que, a veces, carecen muchos de estos críticos.
P.- ¿Cómo se ve la Universidad desde la Academia?
R.- Hace años que dejé las aulas y una de las cosas que peor me pareció entonces es que los catedráticos antiguos no participamos para nada en la continuidad de la vida universitaria. Perdemos de algún modo la tradición, no tenemos ningún papel.