Andro Wekua: Untitled, 2009.

Bajo el título Never Sleep with a Strawberry in your Mouth, se presenta en Viena una interesante exposición del artista georgiano Andro Wekua, uno de los indispensables de su generación.

Andro Wekua nació en la ciudad georgiana de Sokhumi en 1977. Era, por tanto, un adolescente cuando se disolvió la Unión Soviética y su país obtuvo por fin la independencia. Pocos años después, decidió marchar a Occidente pero nunca dejó de lado sus raíces georgianas, que han sido y serán el caldo de cultivo fundamental de su trabajo. Buena parte de su obra gravita alrededor de la memoria de su infancia, un lugar ambiguo en una tierra igualmente incierta. En muchos trabajos se mezclan la frescura jovial del niño que, lleno de curiosidad, se embarca en el aprendizaje de la vida, y la oscuridad sociopolítica en una ciudad opaca y gris y un país en el que pocos -y del que pocos- sabían nada.



A pesar de su juventud, Wekua ha realizado importantes exposiciones institucionales. Ha mostrado su obra en el Museion de Bolzano, en el Camden Arts Center o el Magasin de Grenoble, y trabaja con galerías de la talla de Gladstone Gallery en Nueva York, Peter Kilchmann en Zurich, ciudad en la que vive parte del año, y Sprüth Maegers en Berlín, donde reside la otra parte.



Es difícil clasificar a Wekua y una rápida mirada a sus trabajos nos disuade de intentarlo. Desde el collage hasta la instalación y desde la pintura hasta el vídeo o la escultura antropomorfa, su trabajo es versátil en lo formal y rico en los conceptos que lo sostienen. Porque son muchos los asuntos que toca, pero muchos también los modos de aproximarse a ellos, desde la melancolía hasta el cinismo, desde el escepticismo a lo sublime. En una cita que el artista ha utilizado en esta exposición que ahora puede verse en la Kunsthalle de Viena, dice con rotundidad:"la intensidad y variedad de las sensaciones es tan fuerte que tengo que hacer algo para que no me partan en dos".



Para la exposición ha realizado un nueva película, que es la que da título a la exposición, a lo largo de cuyo metraje se impone este conjunto de aparentes disonancias. Hay atmósferas pictoricistas que conviven con escenas hiperrealistas. Los personajes alternan entre la apariencia de habitar de un modo preciso nuestro mundo y la de vivir por completo fuera de él. Tal es la ambivalencia del trabajo de Wekua, que también se visibiliza en el modo en que monta sus exposiciones: aquí un fragmento minúsculo que se entiende como un guiño, ahí una parafernalia escenográfica barroca y desmedida...



La cualidad simbólica del trabajo es apabullante. En la exposición podemos ver algunos ejemplos de su estatuaria, dispositivo ya clásico en su trabajo, figuras enigmáticas realizados a partir de vaciados de cera que no sabemos si nos atraen o nos rechazan, si nos miran o nos evitan. En uno de sus trabajos más conocidos, mezclaba imágenes abstractas, ¡con otras del funeral de su propio padre! Así pues, todo un reto para el espectador, que ha de jugar una parte activa para canalizar los excesos y también las posibles lagunas que, a buen seguro, genera Wekua en su percepción.