Ecléctico y locuaz, este científico atípico se ha convertido, sin proponérselo, en un experto en museología total al que recurren los museos de todo el mundo para diseñar su continente y su contenido.

La cabeza de Wagensberg está repleta de ideas, a cuál más ocurrente e ingeniosa. Lleva muchos años dando clase en la universidad de Física de Barcelona, concretamente de algo que suena tan raro como Teoría de los procesos irreversibles y, según reconoce, "estar a diario discutiendo y contrastando ideas con gente mucho más joven me impregna de su frescura. Me encanta interaccionar con ellos". Ese es el tipo de enseñanza que él defiende, desechando de una vez la tradicional y aburridísima fórmula de la clase magistral. "En el actual sistema de enseñanza los alumnos están siempre encerrados en el aula y se limitan a escuchar lo que dice el profesor y a memorizar lo que está en los libros. Luego, a la hora del examen, confiesan que todo eso se ha aprendido. Hay que salir a la realidad, buscar estímulos y trabajar sobre ellos. En la Antigua Grecia se seguía la enseñanza peripatética, grupos pequeños de alumnos paseaban junto al profesor en continuo diálogo. Esa sería la fórmula válida, lo que implicaría una renovación profunda del actual sistema. El profesor ha de ser un buen proveedor de estímulos y participar del hecho de compartir el gozo intelectual".



Wagensberg (Barcelona, 1948) se doctoró en Ciencias Físicas y señala que empezó a disfrutar de la ciencia cuando acabó la carrera. "Fue entonces cuando de verdad comprendí lo que es la Ciencia, la manera de comprender la realidad con la mínima ideología y sin ninguna idea preconcebida. Ser un buen científico pasa inevitablemente por ser un gran observador, porque eso significa ser un gran preguntón, y además tener una curiosidad universal por todas las cosas y sus detalles", afirma. Pero este singular físico decidió un buen día no quedarse encerrado en el laboratorio sino ejercer una actividad profesional de lo más amplia, que va desde el ejercicio de la museología hasta la escritura de libros científicos. "No sé si existe la vocación -continúa-. Podríamos decir que se trata de un cruce entre lo que verdaderamente se disfruta y las oportunidades para dedicarse a ello. Yo, sin darme cuenta, me he convertido en un experto en museología".



De manera que desde que empezó a ejercer como director del Museo de la Ciencia de Barcelona, que reconvirtió posteriormente en Cosmocaixa en el 2004, Wagensberg desterró para siempre la idea de museo como mera vitrina en el que el visitante se limita a pasear su vista sobre lo expuesto para plantear un nuevo concepto, el de la museología total "presidida por el lema prohibido no tocar y que consiste en poner en conversación objetos, fenómenos, metáforas, fantasías, emociones y sensaciones".



Desde entonces le llueven las ofertas para implicarse de lleno en la concepción de nuevos museos desperdigados por el mundo. Concretamente ahora está diseñando continente y contenido, programa arquitectónico y museográfico, del Museo de Arquímedes que se inaugurará en Siracusa. "Estoy totalmente fascinado por el personaje -confiesa-. Es el matemático más grande de la historia porque intuyó el paso al infinito y el cálculo infinitesimal; calculó el numero pi con noventa y pico dígitos y muchas más cosas. Lo verdaderamente difícil va a ser transcribir su alma científica, saber expresar su mérito y mostrar todo lo que todavía hoy está basado en sus obras. Habrá una planta dedicada a las matemáticas, otra a la física y la tercera a la ingeniería". Paralelamente está creando también el Museo del Tiempo de Montevideo en el que hablará de la evolución biológica y la hominización de América. Y, como guinda de este apetitoso pastel, la que le acaban de ofrecer hace menos de un mes: diseñar un museo de la Gastronomía en Londres para el que contará con la colaboración de Ferran Adrià. Desde que aceptó esta nueva oferta Wagensberg está como niño con zapatos nuevos ya que es un experto gastrónomo y un reconocido gourmet. "Defiendo la cocina de mercado desde que, en un almuerzo en Tolosa, redescubrí el sabor de las verduras. Pregunté de dónde eran y me dijeron que del huerto de al lado. Es evidente que cuanto menor sea la distancia entre el producto y el plato mejor será su sabor y más completas sus propiedades". ¿Su especialidad en los fogones? El platillo de guisantes y habitas de temporada con butifarra negra.