Jack Strange: G, 2008
Jack Strange es uno de los artistas jóvenes que mejor interpretan el nuevo sentido que hoy cobra la herencia del conceptual. En Texas puede verse una individual con muchos de sus mejores trabajos.
Strange nació en Brighton en 1984, y ya expone en galerías importantes como Tanya Bonadkar en Nueva York, donde en 2008, esto es, con 24 años, realizó su primera individual. También nos presentó su trabajo Maribel López en su galería berlinesa en un estupendo solo show y es un habitual en la programación de la joven galería londinense Limoncello, una de las más relevantes en lo que a la promoción del arte joven se refiere. Strange revisa lo que hemos heredado del arte de los años sesenta y setenta y lo asocia a la dinámica neodadaísta y neosurrealista tan común en los jóvenes de su generación. Su trabajo pertenece a una tradición que comparte con artistas como Wilfredo Prieto o Bestué y Vives, por citar ejemplos familiares al contexto español, en la que lo cotidiano y lo encontrado sufren levísimas transformaciones formales que, sin embargo, tienen un enorme alcance semántico. Jack Strange participó en una de las colectivas que integraron el programa Inéditos de La Casa Encendida en 2009, la comisariada por Direlia Lazo. Bajo el título A la vuelta de la esquina, la exposición hundía sus raíces, como dijo Rocío de la Villa en su reseña publicada en El Cultural, en aquel "I will make no more boring art", el célebre alegato de John Baldessari contra las prácticas conceptuales del foco de Nueva York, el promovido por Joseph Kosuth, atento sólamente a las densas y herméticas especulaciones sobre la naturaleza misma del arte.
Es el de Strange un arte prosaico y directo. Bestué y Vives decían que sus Acciones en casa era un trabajo de baja intensidad. Strange se mueve en esos mismos parámetros. En un trabajo anterior, una bola de plomo sobre la tecla de un portátil producía un párrafo eterno e invariable (hasta llenar la capacidad del disco duro). En otro, Fat Laptop, un volumen de cera impedía el cierre de otro ordenador portátil, abierto en un ángulo de 90 grados. Es una interferencia en lo cotidiano que subvierte el sentido, sin dejar de citar referencias diversas, así Beuys y Broodthaers o Matthew Barney en este caso. Es frecuente la alusión a la tecnología, pero a una tecnología tullida, maniatada e inservible. Hay, por tanto, una inclinación hacia lo analógico y lo manual, hacia un contacto directo con el trabajo que se resume en las huellas que el artista deja en la cera de Fat Laptop. Es Strange, en definitiva, uno de los más nítidos ejemplos del poder de lo micro, lo contingente y lo azaroso en el arte de hoy en oposición a la estética grandilocuente y vocera tan frecuente en los noventa y de la que aún hoy (como hemos visto en Venecia) sobreviven no pocos ejemplos.