Una de las fotografías tomadas por Jessica Lange

En realidad las aspiraciones de Jessica Lange se situaban detrás de la cámara, no delante. La actriz ha mantenido su pasión por la fotografía en un segundo plano, pero desde hace tres años la ha dejado aflorar en forma de exposiciones y libros que recogen sus mejores imágenes. El próximo 10 de septiembre, el Centro Niemeyer de Avilés, en colaboración con diCHromA Photography, presenta por primera vez la exposición Unseen, compuesta por 78 imágenes en las que despunta la predilección de Lange por México.



Lange recibió en 1967 recibió una beca de la Universidad de Minnesota para estudiar fotografía, pero los avatares de la vida estudiantil la llevaron a España, donde, eso sí, se casó con el fotógrafo Paco Grande. Posteriormente viajó a París, donde decidió anteponer el arte dramático a su pasión por la cámara. Y le salió bien. Al volver a Nueva York trabajó como camarera y modelo para pagarse clases de interpretación y finalmente se dio a conocer en el remake de King Kong que hizo Dino De Laurentiis en 1976. Aunque la película triunfó en taquilla, la crítica fue muy dura con el trabajo de Lange, lo que casi pone fin a su recién empezada carrera cinematográfica.



Tres años después apareció en All that jazz, de Bob Fosse, que supuso para ella un nuevo varapalo por parte de la crítica. Pero a la tercera fue la vencida, en este caso con el remake de Bob Rafelson de El cartero siempre llama dos veces (1981), y las críticas recibidas dieron un giro de 180 grados. Desde entonces su carrera fue en constante ascenso hasta ganar el Oscar a la Mejor Actriz en dos ocasiones por Tootsie en 1983 y por Blue Sky en 1995.



A comienzos de los años noventa, Lange retomó su actividad fotográfica, cuando su actual marido, el actor y guionista Sam Shepard (Paris, Texas, Elegidos para la gloria, Black Hawk derribado), le regaló una Leica M6, que llevaba a todos sus viajes. Estados Unidos, Francia, Finlandia e Italia son algunos de los países que ha recorrido desde entonces, aunque demuestra una especial predilección por México, "por sus luces y sus grandes noches", como ella misma señala.



Bajo el predominio del blanco y negro y la textura granulada, el trabajo fotográfico de Lange pone el acento en lo humano y lo cotidiano, capturando la espontaneidad en parques, cafeterías o ferias. Precisamente en la capital mexicana se expone su trabajo estos días, tras haber pasado por cinco galerías de Estados Unidos y antes de poner rumbo a Avilés.