Andreas Fogarasi, entre la historia y la memoria
El Museo Reina Sofía presenta a una de las jóvenes promesas del arte contemporáneo austriaco
13 septiembre, 2011 02:00Inauguración de la retrospectiva de Víctor Vasarely en Mücksarnok Budapest en 1969. Fotografía: Demeter Balla. Abalo captura del vídeo 'Vaseraly go home', 2011
La vidriosa encrucijada que comprende la relación entre memoria e historia no sólo ha venido dando forma al trabajo de Andreas Fogarasi (Viena, 1977) desde sus inicios como artista sino que ha estado presente desde su nacimiento mismo. Y es que sus padres son húngaros si bien él nació en Viena, donde hoy vive y trabaja. Hungría y Austria, antiguas hermanas, vivían en los setenta bajo muy diferentes estructuras sociopolíticas. Es algo que aparece con frecuencia, de forma más o menos velada, en el trabajo del artista pues constituye una de las bases de su quehacer.El lugar que ocupa Fogarasi en el concierto internacional se consolidó en 2007 cuando su trabajo en el pabellón de Hungría se alzó con el León de Oro en la Bienal de Venecia. Se trataba de una pieza titulada Kultur und Freizeit, una instalación con cuatro vídeos que también pudo verse en la primavera de 2009 en la exposición El pasado en el presente y lo propio en lo ajeno, comisariada por Juan Antonio Álvarez Reyes para la Laboral de Gijón (El CAAC de Sevilla prepara una muestra sobre el artista que inaugura el próximo día 22). En ella se revelaban muchas de las claves de su trabajo posterior.
La dimensión escultórico-arquitectónica que cobran sus videoinstalaciones y el vínculo que quiere el artista fortalecer entre el trabajo mismo y quien lo contempla son algunas de las estrategias que utiliza para organizar el espacio. Y en lo conceptual, el trabajo suele articularse en torno a la arquitectura y las transformaciones que sufre a medida que se consolida el furor capitalista. Sobrevuela asimismo conceptos a los que nos tienen acostumbrados muchos de los artistas jóvenes centroeuropeos que han pasado últimamente por el Reina Sofía como las relaciones entre cultura e ideología y las que afloran en ese territorio deslizante que pueblan la realidad, el testimonio, el documento y la ficción.
El trabajo que presenta Andreas Fogarasi en el Reina Sofía se enmarca en el ciclo Fisuras, del que ya ha participado un buen puñado de artistas que hablan el mismo lenguaje que el austriaco. David Maljkovic y Dorit Magreiter comparten un interés por la recuperación de los hitos que jalonan lo moderno. Muchos recordarán aquella ficción de Majlkovic sobre la factoría de coches francesa, bajo una gélida atmósfera sci-fi reminiscente de la estética de Tarkovski, o cómo abundaba Margreiter, también vienesa, en la tipografía típicamente moderna de un centro comercial. Las inquietudes de Margreiter y Fogarasi, lo veremos más adelante, se encuentran razonablemente próximas.
La exposición tiene como punto de arranque un vídeo titulado Vasarely Go Home, un metraje de carácter documental en el que el artista presenta el testimonio de 9 personajes del mundo de la cultura húngara que estuvieron presentes en la exposición dedicada a Victor Vasarely, uno de los artistas más importantes del siglo XX húngaro, en el centro de arte Mücsarnok de Budapest en 1969. Fogarasi recupera un episodio ocurrido durante la inauguración ligado a la presencia de un artista local, János Major, quien se paseaba por las salas con una pequeña tarjeta que rezaba "Vasarely go home" que iba mostrando discretamente a sus amigos y conocidos. Es un hecho que no está registrado y del que no existen imágenes, tan sólo los testimonios de algunos presentes. Fogarasi recurre a esta anécdota para poner el acento sobre las reticencias de parte de la comunidad artística húngara ante el "regreso" de Vasarely, quien vivía entonces cómodamente en París como lo hacían las grandes figuras de la pintura internacional. Regresaba entonces el pintor para ser objeto de una gran exposición retrospectiva, pero la acogida provocó entusiasmo y estupor a partes iguales. Los favorables al regreso del pintor reclamaban su legitimación definitiva por parte de la Academia. Los detractores, sin embargo, lamentaban su retorno amparándose en el tipo de pintura que le había encumbrado, el Op Art, tan lejano del estilo oficial del momento en Hungría, el Realismo Socialista, opción exclusiva y unánime en los pueblos soviéticos. Además, algunos aducían que un buen comunista no podía serlo desde París y denostaban que hubiera abandonado su país por mucho que una vez en Francia se hubiera afiliado al Partido Comunista galo.
El regreso de Vasarely a Hungría, el crisol de reacciones que suscitó, el hecho de que Hungría hubiese exportado a uno de los artistas rutilantes del firmamento artístico y la situación política del momento en los países al otro lado del telón de acero son asuntos que Andreas Fogarasi estudia en el marco de su interés por los desplazamientos y los intercambios culturales. Es algo que vemos claramente en la sala grande del Espacio Uno, donde Vasarely Go Home se emite en dos pantallas finas pegadas y fijadas por sus reversos que cuelgan a una cierta altura. Son dos versiones del mismo video, las dos en húngaro pero una con subtítulos en castellano y otra con subtítulos en inglés. Alguien que entre en la sala verá a los espectadores hispanohablantes en uno de los lados y a los angloparlantes en el contrario mientras unos y otros, enfrentados, comprenden que hay factores, en este caso el lenguaje, que les separan drásticamente.
Este interés por el intercambio cultural se concreta en unas piezas escultóricas realizadas en mármol. Concebidas como si de biombos se trataran, evocan paneles expositivos o fragmentos de arquitecturas de fuerte raíz geométrica, y contienen, perforados, los logotipos de instituciones culturales como el British Council, el Goethe Institute o el Instituto Cervantes español. Sobre otras formas de mármol similares, evocando, ahora sí, con certeza, antiguos dispositivos de exposición, Fogarasi dispone fotografías que documentan la exposición de Vasarely y otras imágenes que demuestran cómo las políticas arquitectónicas y urbanísticas contemporáneas recuperan formas y diseños de la modernidad, en este caso los archiconocidos motivos del pintor húngaro.