Antoni Muntadas. Fotografía: Sergio Enríquez-Nistal
Entre el clásico edificio Sabatini y el nuevo edificio Nouvel. Antoni Muntadas (Barcelona, 1942) recorre de un lado a otro el Reina Sofía mientras ultima los detalles de la exposición que inaugura el próximo martes. En ese tránsito, el museo se convierte para él en un lugar de reflexión. En un espacio público abierto a un continuo análisis. En la cuarta planta del museo encontramos una amplia selección de trabajos realizados desde 1971 que huyen de cualquier visión retrospectiva y cronológica. Al contrario, el recorrido invita a una mirada aleatoria con tres entradas diferentes y nueve ejes temáticos, presentados como “constelaciones” donde se mezclan proyectos de ayer y de hoy. Se presentan en forma de constelaciones: “Cada una de ellas reúne trabajos de diferentes épocas y medios, desde un texto, a una serie de fotos, una instalación o una proyección. Cada una es autónoma del resto y es el resultado del trabajo de la comisaria, Daina Augaitis, quien ha hecho la selección y los ha puesto en relación. Junto a Enric Franch y un equipo de colaboradores le han dado forma. La voluntad es hablar de las áreas sobre las que he trabajado desde los 70 -la memoria, los medios de comunicación, la arquitectura, lo público y lo privado, el archivo, la traducción, el sistema del arte...-para ver los temas que surgen 'entre' unos asuntos y otros. De ahí el título de la muestra Entre/Between”.
Para Muntadas, el espacio intermedio es un espacio de conexión, una zona activa y productiva. Ésa también es la idea base del proyecto que ha realizado ex profeso para la ocasión, “el que se articula -matiza- todos los demás”. Se llama Situación 2011 y reanuda la investigación que llevó a cabo en 1988 sobre el museo, sus usos y sus espacios. Lo encontramos en las plantas del edificio Nouvel, en cuatro espacios vacíos en los que no existe conexión directa con el edificio Sabatini. “Es un espacio idóneo pues es un lugar de juntura, unión, fricción y posible diálogo. Son espacios terrain vague que tienes que buscar y encontrar. Esa búsqueda también da opción a descubrir otros rincones del museo”, dice.
-¿Asume, pues, que la gente vaya a perderse?
-En cierto modo, es parte del proyecto. En todo mi trabajo existe esa idea de circulación y tránsito. Cada vez que tengo que trabajar en el Reina Sofía, históricamente el peso del edificio es tan grande, que me veo obligado a hablar del lugar. En este caso me interesaba intervenir en estos espacios de paso de Nouvel, desde donde se ve el antiguo edificio y, a la vez, la calle. La idea se gesta a partir del trabajo Situación 1988 que realicé para la anterior exposición en el Reina Sofía, Híbridos, donde hablaba de la relación del museo y su anterior función como hospital. Ahora la reflexión es sobre su ampliación como metáfora de transformación, de la evolución de un proyecto.
-Y, ¿a qué conclusión ha llegado? ¿Está bien resuelta la ampliación?
-No se trata de evaluar la ampliación y sus interpretaciones. La idea de ampliación es compleja y no sólo en el Reina. A partir de los 90 cambia la idea de la formalización de la ampliación en arquitectura. Antes se recurría a un arquitecto de la casa o a uno municipal. Ahora se establece un concurso y se vuelve un proyecto en sí, donde muchos factores entran en juego.
»Cuando conoces el proyecto de Nouvel te das cuenta de que hay cosas que han dejado de realizarse. José Guirao habla de que el cliente fue difuso. No olvidemos que en el proceso de ampliación hubo tres directores de museo, ahora cuatro con Borja-Villel; tres directores de Bellas Artes y dos gobiernos diferentes. Hay cosas del proyecto que no se han realizado y también cosas fallidas, pero no creo que la culpa sea exclusivamente de Nouvel. También juegan un papel importante el plan urbanístico de Madrid, la discontinuidad de directores por cambios políticos, las interpretaciones y usos de los espacio... La puerta de Ronda de Atocha estaba pensada para que fuera una zona peatonal y está aprobado por el Ayuntamiento de Madrid para que así fuera pero nunca fue realizado y es imposible considerarlo un lugar de uso público por el flujo de coches. La segunda puerta de entrada tendría otra visibilidad y uso o la plaza, donde está la escultura de Liechtenstein, está utilizada únicamente como elemento de distribución cuando podría conectar con el exterior si ese exterior fuese lo aprobado. La ampliación está inacabada, pero no lo digo en el mal sentido, sino en el sentido de que tiene un potencial que no está activado y como visión de futuro.
-Este análisis se presenta, en parte, a modo de entrevistas con algunas de las personas implicadas en la ampliación...
-Sí, son diez testimonios a los que agradezco su tiempo y generosidad por contribuir a pensar en la ampliación como fenómeno complejo que atañe a la arquitectura, al arte, al museo y su programa. Las entrevistas están entrelazadas. Tratan de crear una conversación ficticia. Plantea paradojas, pero no trata de crear polémica, sino de plantear una reflexión de un espacio cultural emblemático. Es evidente que cada director tiene su proyecto y la arquitectura es solo una.
Acupuntura con palabras
El propio Muntadas reconoce estar digiriendo este proyecto al que le es difícil calificar: “No es una intervención ni una instalación. Yo hablaría más bien de dispositivo”. Pese a la dificultad del término y el complejo acceso a esta zona del museo, el artista añade palabras que actúan “como una acupuntura”, señala, junto a citas que conectan con muchas de las ideas planteadas en el resto de la exposición: tránsito, recorrido, público, flãneur...
La reflexión sobre cómo se percibe, se construye y se expresa el espacio con el que convivimos aglutina muchos de los aspectos relevantes en la obra de Antoni Muntadas. Su trabajo tiene que ver con descifrar qué es lo que miramos y lo que eso representa. Cada vez confiesa estar más interesado en la ciudad como espacio público y lugar de discusión: “Es increíble cómo el movimiento del 15-M, además de ser un acto político evidente, ha conseguido recuperar el espacio público de la plaza. El espacio público está cada vez más privatizado o dominado por el control de cámaras de seguridad. El hecho de que la gente lo haga suyo volviendo a reivindicar el espacio público, el ágora, y que se hablen cosas que se hacían en privado, me parece un hecho mucho más importante de lo que a veces pensamos”, explica.
Museo como ciudad
-Muchos de sus proyectos parten de una acción en el espacio público. ¿Qué sentido tienen expuestos en un museo?
-Del mismo modo que la arquitectura es orgánica, la manera de pensar y organizar un museo también debería serlo. Manuel Borja-Villel percibe el museo como ciudad y estoy de acuerdo con esa idea. Los proyectos se complementan y los edificios se relacionan. Por otra parte, el museo limita, filtra y traduce y da otra dimensión a ciertos proyectos. Hay que ser conscientes de que el museo es así, aceptar las paradojas que plantea y trabajar a partir de ellas.
Pese a que en sus clases como profesor en la Escuela de Arquitectura de Venecia y Boston empieza hablando siempre de vocabulario -arte, proyecto, público...-, Muntadas rehúye de las definiciones. “Un proyecto debe explicarse solo. O funciona o no funciona”, sentencia. Pese a esquivarlas, da algunas pautas de su trabajo repasando varios de los tópicos que le acompañan de hace años: “Desde hace mucho tiempo decidí trabajar con la idea de proyecto, de algo que comienza a partir de una idea, que crea un proceso de trabajo, tiene diversas fases y necesita un tiempo. Cuando empiezo un proyecto no sé ni el tiempo que me va a llevar ni en lo que va a acabar. A menudo implica consultas, entrevistas, una investigación individual o colectiva. Una vez definido, piensas qué medios utilizar. Mis trabajos son sistemas, dispositivos, artefactos. Es como una especie de assamblage para ser activado. Trabajo con estructuras narrativas que la mayoría de las veces me invento por necesidad, porque me resulta imposible explicarlo con una sola palabra o imagen”, dice.
-Una de las cosas que más le molestan es que le califiquen de padre del net art...
-Las calificaciones de padre del net art o pionero del vídeo son malas interpretaciones fruto de no entender que se han utilizado esos medios porque eran los necesarios para cada proyecto y que, a veces, fue al comienzo del uso de un medio. Pero eso es totalmente anecdótico. A la gente le gustan las categorías y las cronologías, por eso me parece interesante que en esta exposición se deconstruya o desmitifique eso.
-Otra idea recurrente: “Muntadas es denso, complejo”.
-Eso tiene que ver con la audiencia. Para unos seré denso y para otros no, ya que tiene las claves para decodificar. Si entiendo el arte como información y percepción, puede intuirse que haya una complejidad en el trabajo. Todo lo que hago tiene que ver con la vida cotidiana 'en directo' y a través de los media. Mis proyectos reflejan elementos que la mayoría de las veces no provienen del arte sino de la cotidianidad. No hago más que hablar de lo que pasa en nuestra realidad diaria.
-Traducir todo lo que nos rodea no siempre es fácil...
-Sí, de hecho la idea de traducción es una particular manera de interpretar las cosas. Esta exposición podría formar parte del proyecto On Translation. Mis trabajos tienen un nivel de exigencia al no considerar a la audiencia pasiva.
Subjetividad crítica
-Lleva toda una vida reflexionando sobre el papel del artista en la sociedad contemporánea. ¿Cuál es el suyo?
-Mi papel es el de situarme bajo una 'subjetividad crítica'. Ése es el lugar donde se posiciona mi trabajo. Parto del arte como conocimiento, pero ampliando su contexto. Hay un interés más inclusivo que exclusivo. Siempre digo que me sitúo en la interacción entre arte, sistemas de comunicación y ciencias sociales. La antropología y la sociología implican método y análisis, y ambas me interesan.
-Desde esa óptica, ¿cómo ve el arte español?
-Habría que retroceder hasta los 70 para darnos cuenta de dónde estábamos entonces y dónde estamos ahora. Los contextos no son homologables y no puede pretenderse que Madrid sea Nueva York o São Paulo, por ejemplo. Ha habido un contexto artístico que ha evolucionado de forma increíble. Empezando por los artistas y con una red de estructuras: llámales centros de arte, museos… que eran inimaginables. Tal vez hemos pasado de la escasez al exceso y eso se percibe ahora. Es una cuestión de medida justa a las necesidades y a la escala del proyecto cultural. Pero pese a la inseguridad política que hay, la actitud debe ser optimista. Es el momento de creer en el arte, de que la gente se lo apropie y que haga de él un arma de transmisión de percepciones y conocimiento.