David Shrigley

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No muy lejos de aquí hay un país donde los conejos viven en armonía con todas las demás criaturas, le dice un conejo a otro. A lo que el segundo responde: Eso es una gilipollez y lo sabes. Es el primer dibujo de David Shrigley (Macclesfield, Reino Unido, 1968) que encontramos en el libro Pero ¿qué coño estás haciendo?, editado recientemente en español por la editorial Blackie Books. Conejo uno y conejo dos dialogan sin mirarse de frente, sobre un fondo azul abierto a la nada. Ambos resumen bien los dos mundos entre los que gravita este artista, uno de los más singulares del arte actual. Fantasía y obviedad. Utopía y evidencia. Humor y absurdo.



El próximo 1 de febrero ocupará las salas de la Hayward Gallery de Londres con una retrospectiva de media carrera que reunirá su trabajo realizado en los últimos cuatro años. ¿Será este británico uno de los nominados para los próximos premios Turner? Dos importantes galerías le avalan, Yvon Lambert de París y Nueva York y Nicolai Wallner, de Copenhague y ha pasado por numerosos centros y museos, varios de ellos españoles, como el antiguo Centre d'Art Santa Mònica, en Barcelona o el CAB de Burgos. También en muchos otros, como la Tate o el MoMA. También es conocido por su campaña Save the Arts en la que se denúncia los drásticos recortes presupuestarios del gobierno británico en el ámbito de la artes y por sus dibujos mensuales en la revista Frieze.



Obra incluida en la exposición de la Hayward Gallery

Como Valle Inclán en Luces de Bohemia, David Shrigley ironiza, satiriza y estiliza grotescamente la realidad. También ve el mundo mediante el esperpento. Como los de Max Estrella, sus héroes beben de un sentido trágico a raíz de una estética deformada. Animales, insectos, monstruos o personajes deformes son irreverentes, asociales, crueles, divertidos, entrañables, ¿freakys?: "Sí, tal vez, me interesa su perfil, aunque trato de evitarlos en la vida real", dice risueño. "Los personajes que creo dicen cosas que no pueden decirse seriamente de otro modo. Ése es su sentido. A menudo parecen dar importancia a cosas triviales y parecen ignorar las cosas realmente vitales e importantes. Cosas que pensamos a menudo pero que no siempre nos atrevemos a decir libremente. A veces no estoy seguro de lo que dicen. Es su voz, no la mía", añade.



Amargamente tierno

David Shrigley habla del inconsciente, tierno y sutil a veces; sarcástico y amargo otras. Sus dibujos aluden al lado más oscuro de la existencia humana donde la crueldad infantil es extrapolable a cualquier edad y condición y rige en un mundo donde no existen normas ni convenciones. Lo que proyecta es una parábola trágica y grotesca de lo imposible que es vivir a veces. Sus formatos son múltiples: dibujos, animaciones, esculturas, pósters, instalaciones, páginas web, fotografías, postales, portadas de discos, libros, camisetas... Coleccionarle es caro, aunque no del todo prohibitivo. Sus libros, como Pero ¿qué coño estás haciendo? no pasa los 30 euros y él los elabora con el mismo mimo que hace todo lo demás. Aunque a este proyecto que le lanzó la editorial Blackie Books le ha dedicado algo más de tiempo y emoción. Lo ha traducido con un español básico, del que apenas sabía cuatro palabras. "Hay mucha gente que habla español y me pareció una idea genial traducirlo. Lo escribí yo mismo, copiando la traducción. Me sirvió para aprender bastantes palabras españolas a lo largo del camino", añade entre sonrisas.



Imagen incluida en el libro Pero ¿qué coño estás haciendo?

Y es que lo que a Shrigley le interesan son las emociones básicas, de lo absolutamente banal y lo extremadamente profundo. Lo ordinario y lo extraordinario, que tantas veces se confunden. Explica que lo de ser artista le llegó con el mismo descrédito que proyecta por todo lo que le rodea: "Algunos de mis primeros recuerdos -explica- son de hacer dibujos, aunque nunca pensé que era posible hacer una carrera como artista, ni siquiera cuando estaba en la escuela de arte, pero supongo que me equivoqué". En sus obras, los temas se repiten, admite, "desde incluso los dibujos de la infancia. Siempre me ha interesado la violencia, por ejemplo, aunque no sé porqué, ya que no soy una persona violenta en absoluto. Esa tensión, dureza o atropello vuelve a trabajo mí una y otra vez", explica.



¿Y el humor? ¿Va y vuelve o lo buscas? "Mi trabajo tiene mucho humor, pero no es buscado. De algún modo, creo que mi trabajo es muy serio, ya que trata temas como la muerte, por ejemplo. Aunque, para hablar de esas cosas necesito hacerlo humorísticamente ¡o podrían conmigo!. El humor es el modo que tengo de afrontar ciertas cosas. Este tipo de dibujo lo llevo haciendo toda la vida. Para mí es muy instintivo. Trato de hacer algo que resulte sorprendente y extraño. Me sale así sin pensar y no soy muy consciente del efecto que tiene en otras personas". Habrá quien piense que son simples garabatos...



-Te diré que hubo un momento, cuando estudiaba, en que traté de dibujar bien, es decir, de manera objetiva tal y como te enseñan en una escuela de arte. Pero en cuanto la acabé, paré de hacerlo. Mi modo de expresarme era otro. Cada vez que trabajo intento hacerlo lo más económicamente posible: utilizar tan pocas líneas como sea necesario. Cuantas menos mejor.

-La experiencia psíquica está muy presentes en su trabajo. ¿Qué nos cuenta sobre ella?

-Cuando trabajo nunca hago dibujos preparativos ni nada parecido. Cojo una hoja de papel en blanco y empiezo a dibujar lo que me viene a la cabeza. El trabajo es muy directo en este sentido. Siempre estoy pensando y dibujando al mismo tiempo. Nunca redibujo nada. No me gustaría hacerlo.

-¿Cómo diría que es su narrativa?

-Mi estilo narrativo es, por encima de todo, económico. Lo que me interesa es la línea que hay entre economía e información y sinsentido.



Dibujo de la exposición Brain Activity en la Hayward Gallery

Tatuador por accidente

Dice que hace de 30 a 50 dibujos al día, aunque desecha la mayor parte. Parte de esos otros tesoros los ha reunido esta vez en la faja que acompaña Pero, ¿qué coño estás haciendo?. Un poster desplegable que es otro de los atractivos de este volumen. Del público, dice irónico, que sólo espera que "no rompa ni robe nada". Aunque hay quienes le demandan hasta tatuajes. Muchos los hizo durante la feria Frieze 2010 en el stand de la galería Stephen Friedman, sin duda el mejor de la feria ese año. "Ocurrió por accidente", explica. "Alguien me pidió que dibujase uno y, a raíz de ahí vinieron otros. Supongo que soy alguien a quien le cuesta decir que no... No me gusta defraudar a la gente". Poco defraudó desde que empezó a exponer al tener a dos de las mejores galerías del mundo tras sus pasos. "La primera exposición fue un bar moderno. Me sentí muy cool. Mostré el retrato de mi amigo con un perro meando sobre él", dice. "No fue hasta 1996 cuando conseguí cierto éxito y pude dejar mi trabajo de entonces".



-¿Cómo se lleva con el mercado del arte?

-El mercado del arte está alimentado por los excesos de ciertos ricos, que nada tienen que ver con el arte. Tienen que ver con la economía del mundo en que vivimos.

-¿Pero hay economía para todos?

-Para muchos artistas el mayor problema está en tratar de ganarse la vida con ello. Aunque yo confieso que soy afortunado ya que puedo preocuparme por otras cosas... ¡como el fin del mundo!



Shrigley bromea en cada cosa que dice. Más allá de los clásicos Warhol o Duchamp que tiene como referentes, se confiesa admirador de un artista español, Miguel Noguera, quien acaba de publicar Ultraviolencia, también con Blackie Books. El británico conecta con el humor negro de este canario del 79 licenciado en Bellas Artes que lleva años llevando a cabo el espectáculo Ultrashow en contextos tan diversos como teatros, festivales o museos. Muy recomendable también el libro Hervir un Oso (Belleza Infinita, 2010) que Noguera ha hecho junto a Jonathan Millán.



"También me gusta Picasso; ¿es correcto decir eso?", añade Shrigley con media sonrisa. Parece que juega continuamente al gato y el ratón. Acaba escapándose cuando le pregunto por los dibujos que ha hecho para The Special Edition Artist Series que ha editado Marvel, un Increíble Hulk que me lleva a preguntarle por su vínculo con el mundo del cómic: "Nunca he sido un lector férreo de cómics, a pesar de que soy una suerte de "caricaturista". Mis héroes de adolescente los encontraba en Marcel Duchamp y Andy Warhol, no en Superman o Spiderman. De hecho, mi experiencia con Hulk viene de una serie de televisión de la década de los 70 más que del cómic. No es que no me gusten los cómics, es solo que estoy más interesado en su lenguaje, en los dispositivos gráficos que utilizan, como las palabras con imágenes, los bocadillos, las onomatopeyas", contesta. Con varias se despide: "bla bla bla...".