No es un libro de arte ni un libro sobre arte. El libro de artista es una obra de arte en sí misma, concebida específicamente para el formato libro y, a menudo, publicada por los propios artistas. Un producto de los años 60, fruto del conceptual y el espíritu rebelde contra el elitismo del mundo del arte, que hoy revive un auténtico boom. Lo analizamos.

Vista de la presentación de Ilimit el pasado mes de febrero en Ivorypress

El nuevo proyecto de Isidoro Valcárcel Medina, Ilimit, son nueve tomos de lujo editados por Ivorypress, varios de ellos expuestos en Art+ Books Space, el espacio en el que Elena Ochoa ubica los libros de artista que edita desde 1995. Es una sala con varias estancias, que se puede visitar con cita previa y donde el libro de artista es todo menos convencional. El de Anselm Kiefer, por ejemplo, es de plomo, mide dos metros y tiene sonido, la voz de Cioran. La propia Elena Ochoa nos pone sobre aviso: “No existe una definición única de libro de artista. Cada uno es único e intransferible y sigue la creación impredecible del autor. Él siempre tiene la batuta, Ivorypress le sigue, o lo intenta. Y, al unísono, facilita las técnicas y profesionales necesarios, los mejores a nuestro alcance, para que conciba lo que cree que será su mejor libro de artista”. Así han nacido los de Chillida, Bacon, Anish Kapoor y Athony Caro, entre otros. “Están realizados en muy pocas ediciones y oscilan entre los 30.000 y los 150.000 euros o más”, añade. Ilimit es una edición de nueve ejemplares, cada tomo distinto, de 500 páginas, firmado y numerado por el artista. El contenido de éstas es, únicamente, su numeración ordinalmente, correlativa desde la página 1 a la 6.000, en varios idiomas, escogidos aleatoriamente de entre un total de 57 lenguas. El artista, uno de los máximos representantes del arte conceptual español y Premio Nacional de Artes Plásticas en 2007, ha tardado tres años en hacerlos y son los más lujosos de los muchos realizados hasta ahora: están encuadernados a mano en tela Saxon gris neutro; el papel del interior es el n° 45 de un Gmund 2/200 Creative System n° 780, de 200 g/m2, y proviene de un fabricante tradicional de papel situado en los Alpes Bávaros. Los guantes que tiene al lado, también blancos, advierten de lo exquisita que es la edición.

Faroles y engaños

Parte de la portada e interior de uno de los volúmenes de Ilimit

Valcárcel Medina los mira como si la cosa no fuera con él: “Los libros de artista son una especie de farol. Lo único que justifica que se llame ‘libro de artista' es que el artista trabaje con formato libro. Pero, ¿qué es hacer un libro?”. Lo dice, como todo, con ironía, premisa que define a Ilimit, donde la obviedad se cuestiona a sí misma: “Es un libro incómodo y absurdo que no te enseña nada y ahí reside el interés en que se ha hecho hincapié: que el contenido, aparentemente, esté supeditado al contenedor. El libro de artista se limita a lo que se sabe”. Entre líneas el artista habla de las limitaciones del mundo del arte. “Ilimit es un libro de artista que no está acabado y que no lo estará nunca. Es ilimitado. Ahora hay nueve, pero podría haber 900 más. En un aumento de tirada, el precio bajaría. Es uno de esos chanchullos del mundo del arte. ¡Como cuando alguien es capaz de pagar el doble por un ejemplar! El que tenga alguno de ellos, incluso los nueve, nunca tendrá la edición completa. Es imposible que haya contrincantes para tu libro”, explica. Isidoro habla del mercado del libro de artista donde el precio cambia según las ediciones y el valor se asocia a la exclusividad y el fetichismo. No es la primera publicación con el que pone en jaque al coleccionista. Intonso, pendiente de presentación, se tendrá que romper para leerlo y decidir renunciar a algo: o a la lectura o al objeto. Lo edita Entreascuas, de Madrid, que en 2001 se formó para llevar a cabo otro de sus libros de artista clave, 2.000 D. de J.C., una reflexión en tres volúmenes sobre la medida del tiempo. De él hablarán artista y editor en Sexy Books for All Ages. Jornadas sobre edición y arte contemporáneo que organizan RMS La Asociación y Matadero Madrid y que tiene lugar esta semana. La idea es analizar qué supone ser autor, distribuidor e, incluso, librero de este tipo de proyectos, donde los libros de artista hoy son algo así como parientes cercanos de una familia mucho mayor, las publicaciones de artista, término reivindicado por artistas, editores e instituciones, que incluye múltiples y variables formatos: revistas, vinilos, pósters, cintas de audios, carteles, panfletos... y que se expanden, también, en su presentación, exposición y difusión. Algunos de ellos los vemos en Arts Libris, la única feria dedicada a los libros de artista en España, que empieza hoy en Arts Santa Mònica de Barcelona y que en junio tendrá un equivalente en Madrid: Másquelibros. Poco tiene que ver el libro de artista tal y como lo entendemos hoy con sus antepasados, producto de amistades entre pintores y poetas vanguardias de Europa y, después, Nueva York. Su historia pertenece al campo de la literatura y las éditions de luxe. No fue hasta principios de los 60, con el nacimiento del arte conceptual, cuando dio un giro: los artistas empezaron a hacer sus propios libros, lejos de fuentes literarias y catálogos ilustrados, como obras de arte. Fue producto de entender lo artístico como un instrumento de análisis, de una nueva conciencia del uso del arte y de una crítica a éste como negocio. También del auge de la fotocopiadora, de la contracultura y la generación beat, y la aceleración de los cambios sociales.

Barato vs. de luxe

Portada y algunas de las fotografías del interior del libro Twentysix Gasoline Stations, de Ed Ruscha, 1963

Ed Ruscha se convirtió en el referente, el primero en tomar conciencia del libro como entidad artística propia. Su Twentysix Gasoline Stations, editado en 1963, está considerado el primer libro de artista: 25 fotografías del recorrido que hizo entre su residencia en California y su casa familiar en Oklahoma, marcando las distintas etapas del viaje mediante algunas gasolineras de la mítica Routa 66. No es nada sofisticado ni exclusivo. No va firmado, ni numerado. Tampoco es una edición limitada y, cada vez que puede, el propio Ruscha lo reedita. El artista buscaba en el libro un soporte que le permitiera llegar a un tipo de público diferente al que veía su obra en la galería. También ahora. El propio Valcárcel Medina, uno de los pioneros de los libros de artista en nuestro país con El libro transparente, de 1970, sigue reivindicándolo: “El libro de artista requiere un esfuerzo, aunque el primero que debe esforzarse es el autor para que llegue a un público mayor. Por definición, el arte no es popular, pero el artista debe trabajar para que lo sea”. Recuerda esos momentos como creativos e inquietos, en los que el libro se convirtió en campo de trabajo para muchos artistas, de aquí y de fuera, generación tras generación: Sol LeWitt, On Kawara, Fluxus, ZAJ, Eugènia Balcells, Francesc Torres, Lawrence Weiner, Miralda, Boetti, Kippenberger, Muntadas, Perejaume, Alfredo Jaar, Fischli & Weiss, Ignasi Aballí, Dora García, Tacita Dean, Mariana Castillo Deball, Carlos Pazos, Joan Morey, Francesc Ruiz, Rafel G. Bianchi, Rubén Grilo, Ignasi López & Carlos Albalá, Serafín Álvarez, Daniel Jacoby, Gabriel Pericàs...Y muchos más. Hoy se habla de un boom, aunque estas publicaciones no han dejado de realizarse desde los 60, lo que demuestra que este tipo de arte contemporáneo no está del todo normalizado. Ésa es la tarea prioritaria de los centros de documentación de museos como el del MACBA con cerca de 3.500 publicaciones de artista catalogadas junto al resto de obras de su colección, y el del Reina Sofía, con más de 2.400 reflejadas en la Colección de Libros de Artista. También del Centro de Documentación de La Panera, de Lérida, un referente absoluto en nuestro país en el estudio, la colección y la difusión de las publicaciones artísticas que, en 2011, recogía en Impasse 10. Libros de artista. Proyectos editoriales. Publicaciones especiales. Libro que hay que tener.

Exposición portátil

Francesc Ruiz: Gasworks Yaoi , 2010.

El auge está relacionado directamente con lo digital, la autoedición y la cultura del Do it Yourself que ha permitido la profesionalización de los fanzines, algo que no es exclusivo del arte, también lo vemos en las revistas porno, el cómic y la literatura y la irrupción de las small press y sus tiradas reducidas”, explica Francesc Ruiz. “También tiene que ver con que ya no tiene sentido en algunos casos el catálogo de la exposición colectiva, algo que internet suple perfectamente. Para la difusión de un artista funciona mucho mejor un libro de artista, ya que te permite darte a conocer a través de un circuito especializado y de una forma diferenciada; en cierta forma es como un statement.” El caso de Francesc Ruiz es paradigmático en cuanto al uso del libro de artista y su presentación, tan expandida como la idea de cómic con la que trabaja. Sus publicaciones igual pueden presentarse mediante el formato de un quiosco como recogerse, en el caso de Soy Sauce, allí donde el número anterior te indicaba. En su proyecto, Gasworks Yaoi, fruto de su paso por esta residencia en Londres en 2010, tiene incluso la forma de una librería especializada donde, además, se vendía sus obras. Editó alrededor de 5.000 y durante el tiempo que duró la exposición se vendieron unos 350, a 1 libra cada uno. “Todo un éxito -dice el artista-. Los libros de artista son obras de arte muy asequibles que pueden viajar fácilmente y ser visibles en el circuito de las librerías especializadas, las auténticas difusoras de este género”, explica. Ya prepara nueva publicación: The Yaois, editado por Éditions Captures, e inspirado en el catálogo del Comiket de Tokyo. Las ferias, las editoriales y las galerías son otros posibles canales. Es el caso de Projecte SD, de Barcelona, que la semana próxima presentará una exposición especial de libros de artista, 75 Books, recomendaciones de los 15 artistas de su galería. También trabajan con la idea de edición galerías como Benveniste, Casa sin fin o La Caja Negra, de Madrid, que el pasado lunes inauguró un nuevo espacio en México, Proyecto Paralelo, con una exposición de Ignasi Aballí junto a su nueva publicación de artista, En el aire, editada por la Fundación RAC y Ephemera. En Barcelona, Raiña Lupa se dedica a la edición desde que nació en París, en 1994, y acaba de presentar los libros de Evru (antes Zush, uno de los más prolíficos con este medio) y Alice di Carlo. También Codex, de Jordi Mitjà, artista que es, además, editor: Crani Ediciones nació en 2008 para trabajar la edición como si fuese una exposición. También ese año ferranElOtro e Irene Minovas pusieron en marcha otra de las editoriales de referencia hoy, Save as... Publications, cuyo espíritu recogen en Zeitgeist, Variations & Repetitions, que en 2012 tendrá segunda parte.

Publicaciones de Rafel G. Griera, Dora García y Daniel Jacoby editadas por Cru

Hay muchas más editoriales, y de muchos perfiles, ediciones caras y baratas, financiadas y autoeditadas, que conviven generando similares sentimientos de fetichismo. Desde Phaidon y sus Collector's editions, con tesoros como el libro 99 Fears, de Nedko Solakov por 950 euros, a Ahora Ediciones de Bibliofília, donde vemos Topología hermenéutica, o bien hermenéutica topológica, de Valcárcel Medina, por 5.000. Está La Rara Biz, una librería online especializada en bibliofília contemporánea que acaba de reeditar Novel.la, de Joan Brossa y Antoni Tàpies, un volumen emblemático para la historia del libro de artista en España. O las ediciones independientes, cuyo papel es fundamental: Adicciones porqué, Parpermind, Doropaedia, El dit a l'ull, La Más Bella, Lalata, Belleza Infinita, The Flames... También proyectos interesantes como Texto y Columpio...

Publicar de más

Unas de las veteranas, Cru, dirigida por Àlex Gifreu, abandera muchas de las publicaciones de artista que se hacen en España y fuera. Trabaja con la complicidad de los artistas Javier Peñafiel y Dora García, de quien anuncia nuevo libro este año. También de Asier Mendizábal, Patricia Dauder y Adrià Julià, entre otros. De los 33 títulos publicados, 30 están agotados. “El auge actual es por varios motivos más -explica-. Primero, no existe un objeto sino un proyecto o idea que se desarrolla mejor en formato publicación que en formato expositivo. Y, segundo, funciona como una reacción en cadena. Si hay artistas que hacen 'publicaciones de artista', provoca que más artistas quieran hacerlas. Eso genera un problema, porque muchos de ellos tienen más publicaciones que obra producida. Un fenómeno que crea una distorsión de los roles establecidos. Creo que hay demasiadas publicaciones que no deberían haber visto la luz”. Para que no se queden olvidados en cajas en las casas de editores, artistas y librerías, el reto es la distribución. Lo explica Anna Pahissa, que hace menos de un año abrió una librería especializada en Barcelona, Múltiplos: “Siempre decimos que en España se edita mucho pero, ¿en qué condiciones? Muchas editoriales especializadas están paradas, por la falta de ayudas institucionales y la autoedición es difícil en momentos como los actuales. Esto no puede funcionar si no se considera la distribución como una acción indispensable para poder seguir trabajando”.