Viajamos a Roma para contextualizar la que sin duda será una de las grandes exposiciones de la temporada: 'El último Rafael', patrocinada por la Fundación AXA, que podrá verse en el Museo del Prado a partir del 12 de junio y cuyo objetivo es reivindicar la obra de Rafael Sanzio (1483-1520) en sus últimos siete años de vida.




¿Reivindicar a Rafael, el pintor más influyente y valorado de la historia? Sí, porque ya antes de su muerte prematura Rafael, que será enterrado nada menos que en el Panteón de Agripa, comienza a ser desacreditado por sus rivales, Miguel Ángel y su protegido, Sebastiano del Piombo, cuyo desprecio es el germen de la escisión de la valoración estética de su producción artística antes y después de 1514, tras ser nombrado por León X arquitecto y un año después, prefecto de las antigüedades de Roma.



Poco más que algunos planos han quedado de los edificios construidos y proyectados por Rafael. Su interés y profunda asimilación de la antigüedad clásica son patentes en los grutescos de la decoración de la Loggia de León X, cuyos estucos fueron realizados por Giovanni da Udine, uno de los más destacados ayudantes de Rafael, junto a Giulio Romano, Polidoro de Caravaggio, Perín del Vaga, Gian Francesco Penni... y hasta más de medio centenar de pintores que ejecutan los cartones preparatorios para las Stanze de Rafael en el Vaticano y la Loggia de la Villa Farnesina, donde también se encuentra El triunfo de Galatea, quizás junto a La escuela de Atenas, culmen del Rafael romano antes de que Roma se rindiera ante Rafael y el pintor de la grazia sirviera a la fastuosidad y terribilitá del gusto romano, decantadas poco antes por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.







El triunfo de Galatea







La Escuela de Atenas



Con treinta años, Rafael de Urbino, hijo de un pintor mediocre que, al quedar huérfano y gracias a su talento precoz fue apadrinado por algunos de los mejores pintores de la época, absorbiendo los diferentes estilos y superándoles en poco tiempo, aborda su última transformación, en un despliegue de actividades y encargos sin par en la historia del arte.



Es durante estos siete años cuando Rafael, mientras realiza la Estancia del incendio del Borgo y prepara la monumental Estancia de Constantino, lleva al paroxismo la concepción albertiana del disegno, no como dibujo, sino como concepto: ideación ejecutada a cargo de la pléyade de ayudantes del taller bajo su dirección, lo que revela sus dotes sobresalientes como empresario. Es entonces también cuando las composiciones mitológicas y religiosas de Rafael se difunden e imponen en toda Europa, a través de los cartones coloreados que envía a Bruselas para ser tejidos en el taller de Pieter van Aelst el Viejo y de los grabados, trasladados desde frescos y dibujos de Rafael por Marcantonio Raimondi, que continuará la producción, al igual que se prolongará la actividad de su taller dirigido por Giulio Romano, incluso después de la muerte del maestro.







Estancia del Incendio del Borgo en el Palacio Apostólico del Vaticano



Frente a la mitomanía moderna por la autenticidad del trazo, seguir las huellas de Rafael en Roma es redescubrir su talento para incorporar el estilo monumental y robusto de Miguel Ángel aplaudido por el gusto de la época, mientras conquista para la pintura el espacio de la arquitectura, abriendo terrenos hasta entonces insospechados incluso para quienes destacaban en la moda del claroscuro, como la representación de escenas nocturnas (Liberación de San Pedro). Apenas puede reconocerse la mano de Rafael en los frescos: por las características propias de esta técnica, sus retoques últimos se han perdido en las restauraciones. Todavía, la tabla monumental La transfiguración, última pintura al óleo de Rafael terminada por Giulio Romano, da cuenta de la complejidad superada, al conjugar bajo su característico criterio de estricto orden y amable armonía el amplio repertorio humano que había ido acumulando en esta última etapa y por el que Rafael servirá de modelo durante siglos en las academias de arte.







Liberación de San Pedro



Las setenta obras, pinturas y dibujos de Rafael y sus más destacados discípulos Giulio Romano y Giovanni Francesco Penni, de las que disfrutaremos en el Prado, mostrarán la excelencia en composición y técnica del último Rafael como maestro de pintura religiosa y, sobre todo, su imperio absoluto como pintor de retratos con una concepción moderna, psicologista e instantánea, como podremos comprobar en el de su amigo Baldassare da Castiglione, el influyente autor de El cortesano. Porque Rafael, asediado por cargos y encargos de los más prominentes mecenas europeos, seguía indagando y pintando para sí.