Mark Manders: Voortmanhuis, Gent, 2012.
La ciudad belga de Gante se une estos días a Manifesta 9 (en la vecina Genk) y la Documenta de Kassel, Alemania, en el gran tour del arte contemporáneo europeo que se completará este miércoles con la apertura de Art Basel en la ciudad suiza de Basilea. El viaje a esta localidad cercana a la frontera con Holanda y conocida por el epatante políptico de su catedral -realizado en la primera mitad del siglo XV por Jan Van Eyck- merece muchísimo la pena. Alberga estos meses dos citas de altura. La que es, en principio, más ambiciosa, es TRACK, un proyecto de arte contemporáneo que tiene lugar por toda la ciudad y que está dirigido por Philippe van Cauteren, director del SMAK, museo que ha albergado la estupenda exposición de Nedko Solakov que reseñamos recientemente en este sitio, y Mirjam Varanidis, conservadora de la Kunsthaus de Zurich. El otro es Sint Jan, una rareza que se ha inventado el mítico comisario belga Jan Hoet en la propia catedral con un número importante de trabajos de artistas contemporáneos internacionales, entre los que se encuentran Fernando Sánchez Castillo y Cristina Lucas, que han sido instalados en capillas, naves, columnas, cripta y altar creando un sorprendente discurso en torno a la religión y la espiritualidad.Arte público y no tan público en TRACK
TRACK está compuesto por 44 trabajos dispersos por seis barrios de la ciudad: Citadel -donde se encuentra el SMAK-, Blandijn, Centrum, Macharius, Tolhuis y Tondelier. Los comisarios explican que los trabajos se relacionan con las características esenciales de cada uno de ellos. Lo lógico es empezar el recorrido en el SMAK, donde uno puede acreditarse o comprar su entrada (10 euros) para ver todo el conjunto. Ahí puede verse un buen trabajo en 35mm de Javier Téllez (con obra también en Documenta). Se trata de un díptico en el que se enfrentan dos formas de abordar las imágenes desde las perspectivas etnográfica y artística. Ya en el parque que rodea el edificio hay varias instalaciones de entre las que destaca una bellísima vitrina de Elmgreen y Dragset que contiene hojas de árboles. Es una alusión a la necesidad urgente que en apariencia tenemos por aprehender y abrazar la naturaleza y a un tiempo evoca la escultura minimalista desde una perspectiva poética. Si caminamos hacia la estación, pronto nos sorprenderá un enorme andamio en su torre del reloj. El japonés Tazu Rous ha montado un hotel de una habitación a la altura y en torno a la esfera del reloj. Es un trabajo virtuoso en lo técnico, con el reloj invadiendo la totalidad del espacio doméstico, pero creo que gustará más a aficionados a la arquitectura que a los del arte.Michael Elmgreen & Ingar Dragset 'Loose Leaves', 2012
Massimo Bartolini, 'Bookyards', 2012
El norte de la ciudad nos ofrece un buen puñado de trabajos reseñables. El más destacado es el realizado por Mark Manders en el interior burgués de un antiguo empresario belga. El holandés he intervenido el lugar con un conjunto de trabajos antiguos y otros realizados ex profeso. Manders ha vivido en este lugar durante las semanas previas a la inauguración remodelando esa idea del "Autorretrato como edificio" que ha venido trabajando desde hace ya veinticinco años. La experiencia es impagable en su complejidad y su magnetismo.
La española Lara Almarcegui, que también está en la Manifesta de Genk, ha realizado una de sus características mediciones de material proponiendo una nueva forma de acercarnos a la arquitectura. Se trata de uno de sus ejercicios de duplicación, por el que aporta una cantidad similar del material empleado para la construcción de un edificio de la zona industrial de Gasmeter y lo dispone formando una gran pila. También allí, el belga Peter Buggenoet propone una extraña pero sugerente instalación escultórica en el que el espectador pierda totalmente el sentido de la proporción en un espacio extraordinario. Son retales de materiales diversos que forman una mastodóntica estructura abstracta. Verla tras ver la de Almarcegui plantea interesantes conexiones.
Conversaciones en la Catedral
El otro proyecto, Sint-Jan, en alusión al santo (San Juan) al que se consagró en su día la catedral de Gante, tiene poco que ver con TRACK, fundamentalmente porque tiene lugar en un solo emplazamiento, la propia catedral, y porque no cuenta con ninguna financiación, tan sólo la voluntad de los artistas de participar en un proyecto organizado por el carismático Jan Hoet, uno de los grandes comisarios históricos, exdirector del SMAK y director artístico de la Documenta 9, celebrada hace ahora 20 años. Hoet ha contado con 60 artistas que han cedido una pieza de pequeño o medio formato y que han sido instaladas en diferentes lugares del templo. Todas, de un modo u otro, se relacionan con el espacio a partir de la relación entre la naturaleza espiritual de la existencia y el carácter extático de todo credo. Destaca, en la entrada, una enorme espada de Kris Martin, que cae sobre nosotros, en forma de crucifijo, como simbolizando el peso implacable de la religión. La temporalidad adquiere un sentido místico con un "date painting" de On Kawara en uno de los machones de la entrada, justo detrás de un Bruce Nauman que explora con sus retruécanos lingüísticos diversas oposiciones binarias que tienen que ver con la tentación del hombre. Caminamos hacia el altar por una de las naves laterales y damos con una pieza del cineasta Nicolas Provost, un video estupendo que versa sobre el paisaje sublime en el contexto de nuestra era corporativa globalizada. Los cielos atravesados por aviones evocan paisajes románticos a partir de una estética cuidada y bien planteada.El célebre vídeo de Cristina Lucas en el que relaciona la práctica artística con la culpa y la penitencia se encuentra, bien atado, en una de las capillas de la nave lateral izquierda, no muy lejos de la esculturas de Wim Delvoye, que convierte crucifijos en los característicos pretzel centroeuropeos. Cuatro o cinco de ellos acompañan al visitante en su tránsito por la girola. Ahí también puede verse una de las joyas del proyecto, un gran cuadro negro a modo de retablo realizado por Thierry de Cordierque explora el concepto de la narración sacra desde su reverso: el más clamoroso vacío. Ya abajo, en la cripta, encontramos el trabajo de Sánchez Castillo, una espada que lleva por título Spanish Object y cuyo mango es un crucifico invertido. Las alusiones, como pronto comprenderán los que la vean, corren en direcciones múltiples.
Otra de las joyas de la exposición se encuentra en el espacio que ocupa el mítico retablo de Jan van Eyck. Firmada también por Kris Martin, es una diminuta abeja dorada que yace, boca arriba y muerta, en el pequeño alfeizar sobre el que se apoya el cristal que protege la obra maestra del pintor flamenco. Parecería que se coló en su momento y no logró escapar. Las evocaciones son aquí, también, múltiples, desde el hermetismo del propio retablo a la presión asfixiante de la religión.
TRACK y Sin Jan, son, como decíamos, dos proyectos diferentes aunque compartan matices. Nos hablan de una agilidad que no hace sino producir anhelos en quienes no tenemos la suerte de ver proyectos de este estilo en nuestro país. Y en el caso de Sint Jan vemos cómo pueden realizarse proyectos que no requieren grandes presupuestos y que nacen simplemente de la voluntad de generar movimiento. Ambos, muy complementarios, hacen de la ciudad de Gante uno de los más interesantes para todo amante del arte.