Agustín Pérez Rubio
El MUSAC inaugura mañana nuevo ciclo de exposiciones. La revisión del feminismo en el arte español desde los 60 protagonizará la programación durante los próximos seis meses. Aprovechamos la ocasión para hablar con Agustín Pérez Rubio, director del museo leonés desde hace tres años pero unido al proyecto desde su origen, en 2003. Nuevos retos, recortes, pero también muchas satisfacciones en su balance de esta década.
Nos lo cuenta tres años después, cuando el museo ya es uno de los más importantes de España y parece que ha encontrado su lugar en el mundo. "Tenía muy claro lo que necesitaba el museo, sabía lo que le hacía falta porque lo veía desde dentro y eso, claro, me dio ventaja al presentarme a la plaza", explica Pérez Rubio, con quien hablamos en el aeropuerto de Madrid, justo antes de coger el vuelo a Basilea.
-¿Hacía donde debía dirigirse el MUSAC?
-La clave para mí era darles mayor peso a exposiciones y actividades. Quería que el ruido no fuera sólo formal sino también de contenido, y a todos los niveles. Durante los primeros años se hicieron cosas maravillosas pero corríamos el riesgo de perder la fuerza y de ser un centro de arte sin la reflexión que requiere un museo. Había que pararse a pensar. Y era importante la consolidación del trabajo de puertas adentro: dar visibilidad a lo que se estaba haciendo desde la biblioteca, documentación, el archivo de artistas de Castilla y León. Había que dotar de herramientas críticas al museo y extenderlo al espectador.
No hay duda de que en estos tres últimos años el contenido de la programación ha ganado en peso teórico. Política, colonialismo, arquitectura, urbanismo, cuestiones de género -como en esta exposición que se inaugura mañana- son parte de los intereses de Pérez Rubio que han tenido su reflejo en las exposiciones que ha organizado. Y en esa idea de transversalidad que recorre todas las áreas, desde la colección, el comisariado, las actividades, etc. Pero, ¿cómo acercar estos temas al público?
-Me enfrento siempre a estos temas desde un punto de vista social. No me interesan sólo como pura forma o estética, sino de qué manera el arte ha mirado o es reflejo de estos movimientos o, al contrario, cómo el arte es una herramienta para los artistas, para expresarse y hacer un bien social, un aporte de conocimiento. Me interesa mucho ese traspaso de saber, como ocurrió en Proforma donde el conocimiento pasó de una generación a otra.
El museo como mediador
-Son muchos los que critican la complejidad de este arte más social, ¿cómo hacerlo accesible?-No se puede tratar al público de tonto. El que viene a un museo ya tiene un interés, una curiosidad, viene a ver qué preguntas le hacen, a ver qué le van a contar. Las obras no son crípticas y si hay cierta complejidad en algunos materiales, ahí entra el museo como mediador. Nuestro papel es darle esas notas, esas pinceladas al espectador para que pueda sacar de la obra, de la conferencia o de la acción todo el sentido posible. Y la mediación hay que pensarla desde la comunicación, las notas de prensa, el facebook, las guías, las cartelas, la hoja de sala. Hay que pensar en el público y en los distintos niveles que tiene para entrar, porque tampoco es lo mismo una visita rápida, guiada o de investigador.
Pero el papel del museo va más allá y así lo cree el responsable del MUSAC que no duda en buscar referencias. "Le escuché en una ocasión a Michael Govan, director del Lacma de Los Ángeles, que los museos son como ciudades, y es cierto. Son lugares donde se vive, lugares de encuentro desde donde incentivar la cultura y la educación. El museo no puede ser un oasis en mitad de la nada, al contrario, debe ser ciudad. Una institución que recoja, que investigue, que haga accesible y que cuestione gran parte de los acontecimientos tanto históricos como los que están por llegar. Es un órgano vivo, una ciudad donde se destruyen cosas y se crean otras".
-Y en esa ciudad, una de las preocupaciones será el territorio, supongo.
-Por supuesto. Durante los primeros años el museo estaba muy cerrado en sí mismo y uno de mis objetivos fue abrirlo, y no sólo internacionalmente. Una de las claves del éxito es ser consciente del lugar en el que se trabaja. Hemos llegado a acuerdos con la Universidad de Salamanca, la Fundación Sánchez Ruipérez, la Cerezales y la Serralves. Se trata de imbricarse y pensar cómo, desde donde nos encontramos, podemos crecer.
La colección desde los 90
También la colección ha sido uno de los pilares del centro y una de las preocupaciones del director. Con 1.605 obras de 335 artistas es una de las más importantes de nuestro país y también una de las más jóvenes. Se empezó trabajando en ella adquiriendo obra desde 1992 y una de las decisiones de Pérez Rubio fue adelantar esta fecha a 1989. A pesar de todo, esta primera década, hasta 1999, es en la que hay más lagunas. "El panorama del arte de los 2000 es excelente pero me hubiera gustado poder llenar los huecos en la escultura española de los 90, por ejemplo, Muntadas, Fernando Sinaga, Cristina Iglesias. Pero ahora mismo no hay dinero para compras, el presupuesto está congelado". La colección está parada, las publicaciones las sacan cuando pueden y, mucho más despacio, van saliendo las cosas ya previstas. Las exposiciones siguen siendo regulares pero los ciclo se han alargado y los proyectos para los espacios de Laboratorio y Vitrinas se han reducido de cuatro a dos al año. Es la pega de vivir con la mitad del presupuesto.Pero ahora, con la inauguración de Genealogías feministas en el arte español: 1960-2010, no hay lugar para el lamento. "Comisarios -Juan Vicente Aliaga y Patricia Mayayo- y museo llevamos trabajando en ella dos años y hemos podido sacarla adelante a pesar de los problemas presupuestario que hemos tenido. Pero aquí está. Es una exposición sobre teoría feminista hecho por mujeres y por hombres. Una revisión de medio siglo".
Puerta 37. Anuncian su embarque. En Basilea, Agustín Pérez Rubio no quiere perderse la exposición de Philippe Parreno, con quien ya ha trabajado, en la Fundación Beyeler. En Documenta se encontró también hace un par de semanas con muchos de los artistas por los que el MUSAC apostó cuando no eran tan conocidos: Pierre Huyghe, Julie Mehretu, Mario García Torres, Mariana Castillo Deball. Y eso, reconoce, es su mayor satisfacción.