Uno de los dibujos atribuidos a Caravaggio comparado con uno de los personajes que aparece en La conversión de San Pablo.

Hace algún tiempo, Philippe de Montebello, director emérito del Metropolitan de Nueva York y uno de los gerentes de museos más importantes del siglo XX, confesaba en este medio que el arte se había convertido "en un casino". En realidad, el catedrático se refería sobre todo al arte contemporáneo, pero su definición puede ampliarse fácilmente a la pintura precente a través de la fiebre de las atribuciones, esas noticias que de tanto en tanto, convenientemente aderezadas con dramatismo, copan las portadas de los periódicos prometiendo que en un sótano polvoriento había permanecido oculto un cuadro de un gran maestro de la Historia del Arte. En esta idea del mal de las atribuciones coincidía también el prestigioso Jonathan Brown, uno de los mayores expertos en la obra de Velázquez: "En arte hoy todo es dinero. Un trozo de un Velázquez hoy vale infinitamente más de lo que el rey pagó en su día por Las Meninas. El mercado todo lo cambia y existe un gran afán por verificar la autenticidad de una obra encontrada".



La atribución no es algo que se deba hacer a la ligera, coinciden siempre los expertos, pero tristemente se hace cada vez más y en muchas ocasiones son los propios historiadores del arte a los que la búsqueda de prestigio les nubla la vista. Ahora le ha llegado el turno a Caravaggio a través del hallazgo de un centenar (¡un centenar!) de supuestos dibujos de su primera época. No hay medio que el jueves no diera por sentada la noticia, aunque entre los párrafos intermedios se hablase siempre de la necesidad de un estudio previo. Pero atención a los titulares: "Hallan un centenar de dibujos de Caravaggio". Y atención a los subtítulos: "Están valorados en 700 millones de euros". Hallazgo y dinero van juntos.



Experto en la obra del pintor milanés, José Riello tiene dudas sobre la autenticidad de los dibujos encontrados. De confirmarse, sostiene, sería un hallazgo revolucionario respecto al conocimiento de la pintura de un artista del que, hasta la fecha, se creía que no tenía costumbre de dibujar, que hacía la pintura "a la prima", esto es, utilizando un pincel o los pinceles con los que luego construiría la obra. Pero, ay, esa posibilidad parece compleja: "He visto algunas de las fotografías y nada tienen que ver con las pinturas que conocemos, podrían ser cualquier pintor italiano de la época. Los dibujos que se han publicado no tienen nada que ver con el Caravaggio de la primera época, no tienen la precisión lineal o dibujística que se espera de un artista que ya había pintado el Frutero o el Baco enfermo. Ocurre lo mismo en el empleo de las luces y las sombras, unos contrastes que podrían estar mucho más marcados de haber sido de él".



Sus dudas sobre la tibia maestría de estas obras aumentan con la sospecha de que, entre las cien encontradas, las que han trascendido deben ser las mejores. "Las atribuciones tienen mucho impacto mediático y es lógico que los medios de comunicación vayan al acecho, pero los que nos dedicamos a esto siempre nos prevenimos porque el asunto los dibujos es una cuestión muy problemática, como pasó con los del Greco", comenta refiriéndose a la colección de papeles encontrada por Nicholas Turner y cuyo brillo inicial quedó en poca cosa (de hecho, apenas se los ha visto en subastas). Preguntado por la posibilidad de que el pintor fuera un dibujante peor o que fuera laxo a la hora de tomar apuntes, el historiador niega la mayor: "De Velázquez conocemos tres o cuatro dibujos, pero son suficientes para demostrar que detrás de un extraordinario pintor había un extraordinario dibujante".



El asunto se complica teniendo en cuenta que no hay constancia un solo dibujo de Caravaggio que permitiera la comparativa. En este sentido, el académico de la Historia y catedrático de Arte Fernando Marías abunda en que cuando se trata de dibujos la prudencia debe ser mayor: "Hay que andar con pies de plomo. Pueden entrar en la categoría de estudios, de dibujos del natural, pero también en la de copias ejecutadas por alguien que se aproxima a un lienzo y toma una nota. Pertenecen a un tiempo en el que la memoria visual era el dibujo, si un artista quería profundizar o desarrollar una idea de un cuadro tenía que dibujarla". Puede ser el caso de los dibujos encontrados en Milán, que, insisten ambos profesores, no podrá verificarse hasta que no se produzca un estudio preciso del tipo de papel y de la grafía, hasta que no se analicen en lo matérico y no se establezcan posibilidades de alternativas, por ejemplo, que fueran del taller del manierista Simone Peterzano, del que Caravaggio era alumno.



Los estudiosos plantean otras dudas: "Que un dibujo sea de Caravaggio, puede; ¿Pero un centenar? ¿y no se sabía nada hasta ahora? ¿Nadie se había dado cuenta?", se preguntan. Efectivamente, es demasiado y detrás puede operar también el afán de buscar un lugar en la profesión y la autopromoción de los propios descubridores. Además, añade Marías, hoy hay una visión muy complaciente de los dibujos, "en cuanto vemos que se aproximan a algo de un artista ya creemos que son de él cuando, en realidad, pueden ser copias fragmentarias de un pintor menor". Faltan, pues, las adversativas institucionales. El Prado, como siempre, no ha querido pronunciarse. Y, además, la máxima autoridad aquí, recuerda Marías, serían Los Uffizi y, en concreto, su Gabinete de Dibujos y Estampas.



Con todo, la dudosa autoría de la colección de dibujos no zanja la posibilidad que Caravaggio dejara un dibujo a la posteridad. Y explica Marías: "Algo dibujaría, aunque fuera en los manteles de las hosterías romanas, claro. Los caravaggiescos estaban dibujando, Rivera dibujaba, por ejemplo, así que es razonable que él lo hiciera, aunque fuera por aburrimiento. Pero, de ser así, esos dibujos, que ni siquiera parecen ser todos de la misma mano, tendrían que ver con su arte y lo cierto es que, aunque tienen ciertos contactos, distan de la personalidad que el pintor tenía ya al comienzo de su carrera".



Finalmente, y de corroborarse la atribución, la aportación a la biografía del pintor también tendría trascendencia en lo relativo a sus años de formación con Peterzano, aunque por fechas no cuadra demasiado que el maestro recuperara dibujos de un discípulo, el supuesto Caravaggio, que entonces estaba ya a kilómetros de distancia.