Gabriel Pomerand: Sin título, 1951.

En un nuevo intento por revisitar la historia del arte, por no dar por hecho lo establecido, el Museo Reina Sofía se enfrenta a las neovanguardias de postguerra (años 50) desde un nuevo prisma: Antonin Artaud (Marsella, 1896 -París, 1948) y su legado. Centrada sobre todo en el arte de este período en Estados Unidos, Francia y Brasil, la exposición, comisariada por Kaira M. Cabañas y Frédéric Acquaviva, incluye, además de las obras del dramaturgo, trabajos de artistas, escritores, poetas y compositores. Una escenografía muy estudiada y compleja para poner en valor el peso de este polifacético y controvertido creador, que fue además de crítico teatral, poeta, novelista, dibujante, pintor, traductor, actor, ensayista y director.



Con unas 300 obras la exposición, que puede verse hasta el 17 de dieciembre, muestra, como dice la comisaria, que "el deseo de Artaud de trascender los límites del lenguaje ha perdurado en la obra de otros artistas" y lo hace a través de diferentes medios -de la pintura al cine, de la fotografía a la poesía- y documentos -manuscritos, cartas, folletos, revistas-.



Arranca el recorrido con una pieza de audio, grabada por el propio Artaud, en la que recita su poema Alienación y magia negra, de 1946, y dos pequeñas piezas gráficas del autor. A partir de aquí las salas dedicadas al movimiento letrista que son además una de las principales secciones de la exposición. Fundado por Isidore Isou y Gabriel Pomerand, el letrismo redujo la poesía hasta la letra, explorando las dimensiones auditivas del lenguaje e inventando nuevas formas de escritura. Vemos aquí obras de Gil Wolman y de François Dufrêne y películas letristas como las producidas por Maurice Lemaître. Y es que uno de los principales objetivos de esta exposición es colocar a los letristas como mediadores cruciales de su legado en el contexto parisino de posguerra.



En la sala de audición, otro de los puntos fuertes de estos Espectros de Artaud, el visitante puede escuchar piezas musicales de John Cage, Pierre Boulez, Yves Klein, entre otros. Y de ahí a Estados Unidos porque los comisarios rastrean hasta allí su influencia y llegan hasta el Black Mountain College, el centro experimental de Carolina del Norte en el que coincidieron importantes figuras de las vanguardias de la segunda mitad del siglo XX. En este contexto creo Cage su pieza Theater Piece #1 (1952), el primer happening de posguerra, en la que colaboraron Robert Rauschenberg, Franz Kline o Merce Cunningham.



También la influencia de Artaud en la poesía concreta y la geometría expresiva brasileña quedan patentes en este recorrido. Lygia Clark, Hélio Oiticica o el poeta Ferreira Gullar leen y exploran al dramaturgo, no en vano Oiticica se reivindicó como "hijo de Nietzche e hijastro de Artaud". Y fuera ya del ámbito artístico, nos encontramos al escritor sueco Öyvind Fahlström quien, bajo su influencia, escribió el primer manifiesto de poesía concreta en 1953, también expuesto en el Reina Sofía. Como epílogo, se muestran dos corrientes de la antipsiquiatría.



En resumen, un compendio de creadores que incorporaron a su trabajo las ideas del autor, desarrollando prácticas interdisciplinares y modelos alternativos de modernidad. "Las prácticas artísticas de nuestro tiempo deben mucho a las décadas de 1950 y 1960 que, a su vez, se inspiraron en las vanguardias históricas. Así pues, el arte contemporáneo no es tan contemporáneo", escribe la comisaria Kaira M. Cabañas.